jueves, 24 de septiembre de 2015

DEL CAMBIO Y LA GUERRA

"Mambrú se fue a la guerra" es la versión española de una popular canción infantil francesa (Marlbrough s'en va-t-en guerre). En España, lógicamente sustituyeron ese extraño nombre por un vocablo más fácil de pronunciar: Mambrú. La canción fue compuesta luego de la Batalla de Malplaquet durante la Guerra de Sucesión Española, los franceses -aun habiendo perdido- se sentían victoriosos al suponer muerto en batalla a su enconado enemigo el Duque de Marlborough, a quien le dedican esta canción en tono burlesco. Después de 225 años de aquel episodio, la canción sigue utilizándose para dormir niños y para burlarse de tiranos y gobernantes irresponsables que ven en la guerra un perverso juego para justificar sus fracasos e imponer sus ambiciones desmedidas de poder. Bastante le cantaron esa canción a Hugo Chávez, quien mucho antes del 4F comenzó sus juegos de guerra, hasta el final de sus días. De hecho, lo más ostensible de su legado es el militarismo como modelo para ejercer el poder, algo que los cubanos han sabido manipular para preservar su influencia y mantener a raya al poder civil. También ha sido aprovechado por una cúpula militar corrupta que se ha enriquecido a la sombra del Estado y participando en negocios de dudosa factura. Sin duda, han intentado implantar una cultura belicista donde cualquier cosa -así sea una necedad- es para el gobierno una "gran batalla" y todos sus fracasos son consecuencia de la "guerra" económica o política que le ha declarado el imperio, la oligarquía o la oposición apátrida. Por supuesto, después de 15 años en una permanente "gran batalla" y siendo evidente los magros resultados, es justo suponer que el gobierno las ha perdido. Una duda razonable debe surgir en el chavismo: ¿Si la revolución tiene en un puño todos los poderes, como pierde las batallas ante una escuálida oposición? La respuesta explica que hoy se sientan defraudados. Tanto hablar de guerra que la han banalizado, aun así pretenden sembrar angustia en la población con movilización de tropas en la frontera y ejercicios militares por aquí y por allá. Es parte del juego de Nicolás Maduro para generar un conflicto interno pero será inútil, pocos le creen. Sin embargo, subyace una preocupación por el futuro que ofrece un presidente insensato que pretende dividir a los venezolanos y desconoce los riesgos de cualquier conflicto interno. En España se perdieron 200.000 vidas en una guerra fratricida entre 1936 y 1939. La guerra civil en Centroamérica dejó en el camino 300 mil muertos, un millón de refugiados y 100.000 huérfanos. Necesitamos un gobierno que ofrezca un futuro a las próximas generaciones y que recuerde a cada instante el drama de los 11.000 niños soldados que -en algún momento- registró Human Rigth Watch como combatientes en el conflicto interno de Colombia, cuya profundidad y crudeza es tal que ni la magistral pluma de García Márquez pudo recoger en su real dimensión. En definitiva, hasta hace poco el juego de la guerra era motivo de burla pero ahora es motivo de preocupación y más que eso, es una razón para impulsar un cambio en Venezuela y derrotar al militarismo, a esa cultura de la violencia que distingue al gobierno más inepto y corrupto de nuestra historia. Es hora de dar la espalda a los promotores de la guerra y tender la mano a quienes prometen unir a los venezolanos para promover la paz y el progreso. ¡Ese es el cambio!

EL JUEGO NO SE TERMINA - 18/09/15.-

Desde los tiempos del deslave en Vargas, el gobierno ha insistido en una estrategia que muy bien resumió el insepulto luego de aquel pavoroso incendio en la Refinería de Amuay: el show debe continuar. Hoy resulta demasiado obvio que el gobierno intenta mantenernos hablando de temas políticos, de la frontera colombiana, de la injusta prisión de Leopoldo López o de la jueza Susana Barreiros, en vez de tener al país hablando de escasez, inflación o inseguridad. Así las cosas, uno podría pensar que esa estrategia ha sido exitosa pues la agenda social y económica ha sido desplazada de la primera plana de los medios. Y no es que en la MUD sean tontos como para pisar el peine, es que son temas sensibles que impactan a la opinión pública y en muchos casos, es imposible eludirlos. En todo caso, advertimos dos cosas: 1) Este "éxito" no necesariamente supone una victoria electoral, es necesario ver el balance pues toda estrategia tiene ganancias y costos políticos. Y 2) Diría el célebre Yogüi Berra, el juego no se termina hasta que se acaba. En efecto, la estrategia del "show continuado" puede que logre maquillar la realidad y distraer momentáneamente la atención pero también coloca al gobierno muy lejos de las necesidades y expectativas de la población. ¿Qué preocupa más a una madre: lo que diga Santos y le responda Maduro; o conseguir leche para sus hijos o la medicina del abuelo? Alguien que pierde un ser querido a manos del hampa o muere de merma en un hospital público ¿estará angustiado porque Leopoldo López está preso? Ese taxista que no consigue la batería, ni le alcanza el dinero para comprar cauchos ¿tendrá entre sus prioridades la corrupción del Poder Judicial? Sin restar importancia a ningún tema, hay una realidad inmediata que -a todo evento- es abrumadora y pese al show continuado, tiene un efecto devastador e indignante, además de una expresión electoral. Dependiendo de cómo se "facture", tal expresión será la abstención o el voto castigo. El gobierno lógicamente apuesta a la primera opción: que el hastío y la desesperanza se combinen con operaciones políticas divisionistas y clientelares, no para ellos ganar las elecciones sino para evitar una victoria opositora, lo cual es muy distinto. Sin embargo, el "trapo rojo" se destiñe cuando el tiempo transcurre sin que haya solución a los problemas reales y de pronto, la tragedia se hace cotidiana. Cada minuto, cada día el gobierno se distancia más de los anhelos y del sentimiento popular. Sin querer, han evidenciado que la escasez no es una consecuencia del contrabando pues los anaqueles siguen vacíos luego del cierre de la frontera. Y subestiman a los venezolanos –especialmente a los pobres- pensando que la importación masiva de productos y su lanzamiento a la calle en los días previos a las elecciones les garantizarán la victoria. En otro momento eso funcionó porque -nos guste o no- había un liderazgo con credibilidad en vastos sectores y éste era capaz de generar confianza e insuflar esperanzas. Ahora es otra la realidad: Maduro no es Chávez y muy pocos creen que este gobierno sea capaz de superar la honda crisis social y económica de hoy, principal legado del insepulto. Claro, tampoco es para quedarse tranquilo, recuerden que “el juego no se termina hasta que se acaba” y que todos somos protagonistas del cambio, es hora de activarse para multiplicar el mensaje, movilizar y luego defender el voto.

sábado, 5 de septiembre de 2015

¿HABRA ELECCIONES EN VENEZUELA?

La pregunta que nos hacen en cada esquina sirve para titular la entrega de esta semana, es una pregunta crucial cuya respuesta exige algunas reflexiones. Primero, la sola duda es signo de la enorme fragilidad de la democracia venezolana y del talante autoritario de quienes ejercen actualmente el poder, es síntoma de un mal mayor que afecta seriamente al sistema político. Por ello, esa interrogante no sólo tiene implicaciones directas en el futuro de los venezolanos, sino que reviste interés para el concierto latinoamericano e incluso mundial. Paradójicamente, el gobierno no tiene interés en despejar la incógnita sino todo lo contrario, juega con la idea de que no habrá elecciones para desestimular y desmovilizar a la sociedad democrática. Sin embargo, una cosa son las aspiraciones del gobierno y otra la realidad. Si la pregunta planteada fuera ¿el gobierno quiere que haya elecciones? Diríamos no, claro que no. Nadie quiere que le den una paliza pero como advierte la sabiduría popular, deseos no preñan y por fortuna, que haya o no elecciones no es una decisión que esté en manos del gobierno. Tener claro esto es fundamental, lo contrario es darle un poder que no tiene a este gobierno desprestigiado y sin fuerzas para imponerse en la sociedad. En todo caso, la respuesta a la pregunta inicial tampoco es un simple “si”. Más bien diríamos, en Venezuela habrá elecciones salvo que se presente un escenario que aborte una salida democrática, lo cual es peor para el gobierno y significaría su salida del poder por otros medios. El costo político se eleva en un mundo globalizado, donde la política internacional tiene sentados en una misma mesa a Cuba y EEUU. Un estallido social, el caos o un golpe militar son salidas dramáticas que suponen un alto riesgo también para Maduro, cuya cabeza será la primera en rodar. En fin, podemos entonces concluir que el gobierno trabaja para generar un clima de tensión interna que lo mantenga al borde de la “raya amarilla”, aunque conserve la ilusión de una eventual suspensión de los comicios. El escenario ideal del gobierno es que las elecciones lo legitimen y que éstas se den en condiciones ventajosas para ellos: Una oposición aparentemente dividida (para eso financian a los salta-talanquera que son candidatos fuera de la MUD), parte del electorado atemorizado por la violencia y las amenazas de guerra, otra parte desalentada o creyendo que no hay salida, un país perseguido, sometido a un vulgar populismo al repartir en prebendas el producto del obsceno endeudamiento, concurriendo a unas elecciones en medio de un Estado de Excepción –declarado o no- y con un cerco mediático brutal que ampara los abusos de poder y el ventajismo. En esas condiciones cree el gobierno que puede ganar las elecciones pero se equivoca, la crisis social y económica es profunda, el gobierne carece de credibilidad, está inhabilitado para generar confianza y exhibe un rechazo impresionante. Por esa razón, la respuesta a nuestra pregunta es: si, claro que habrá elecciones, el país está hastiado y decidido a cambiar, esa es una fuerza indetenible que va a expresarse en una votación masiva y ni la violencia, ni las manipulaciones o patrañas de este gobierno fracasado e inmoral van a cambiar esa decisión.