viernes, 31 de marzo de 2017

EL ÚLTIMO ALIENTO DEL MORIBUNDO

Alguna gente cree que a este gobierno no le importa lo que piense el mundo y lo que ocurra en los organismos internacionales. Si no le importara la opinión de la OEA, no habría hecho todos los esfuerzos, ni hubiesen dado ese penoso espectáculo sólo para evitar el debate sobre Venezuela.  Chávez sabía la importancia de esos escenarios, por eso destinó tantos esfuerzos y dilapidó una colosal fortuna en esa pervertida y corrupta petro-diplomacia que le garantizó por años un valioso respaldo internacional.  El difunto entendía que las dictaduras modernas están obligadas a guardar las formas democráticas: vulneraba DDHH y violaba el orden constitucional pero sabía que hay una "raya amarilla" que no se debe cruzar, se movía en el filo de la navaja.  Chávez podía hacerlo porque tenía recursos para mantener a los proxenetas del Alba, sostener el liderazgo suficiente para convocar elecciones y ganarlas gracias al clientelismo, la manipulación de las necesidades de los más pobres y un obsceno abuso de poder.    

Así las cosas, la reciente decisión del TSJ usurpando las funciones de la AN y evidenciando el carácter autocrático del régimen, es signo de un gobierno decadente y acorralado.  En efecto, si tuvieran otra alternativa para preservar el poder guardando las formas democráticas, con certeza la asumirían.  Más bien, Maduro está a punto de traspasar la "raya amarilla" y asume esa sentencia, a sabiendas que en nada ayuda al gobierno.  Al contrario, esta tropelía contra el Estado de Derecho otorga la razón a Luis Almagro y a la mayoría de países que en la OEA han expresado su angustia por la democracia venezolana.   Además, lejos de aportar solución a los problemas reales, agudiza aceleradamente la crisis económica y social, elevando la conflictividad y lesionando la gobernabilidad.  De manera que lanzar esta sentencia contra la democracia que "ordena" a Nicolás Maduro convertirse en dictador "para evitar un estado de conmoción nacional", es como lanzar un tobo de gasolina a la hoguera para evitar un incendio. Por eso muchos piensan que en esta etapa final, el régimen se quiere victimizar y con esta sentencia busca un desenlace final en un conflicto inducido.

Maduro sugiere una salida de Venezuela de la OEA y algunos creen que eso es lo que quiere el gobierno. Quienes así piensan desconocen o subestiman las consecuencias fácticas en el plano comercial y financiero de esa decisión, máxime en un país que ya padece una terrible crisis.  Otros recuerdan el caso de Cuba, obviando que la isla logró sobrevivir varias décadas fuera del sistema interamericano gracias al subsidio soviético.  ¿Quién va a subsidiar esta loca aventura de Nicolás Maduro?  En fin, los últimos acontecimientos confirman que estamos ante un gobierno moribundo pero esta agonía puede ser muy larga o más corta, dependiendo de lo que hagamos los venezolanos. En esta hora oscura, la oposición democrática tiene la responsabilidad histórica de conducir al país con coherencia y mucho coraje. Pero no es un problema exclusivo de "los políticos" sino del liderazgo nacional y la ciudadanía.   Cada quien debe tomar conciencia de su rol e involucrarse como ciudadano en la solución desde su propio ámbito, sea la escuela, la fábrica o la calle misma; desde algún partido, gremio o sindicato, etc... Lo cierto es que nadie podrá "hacer algo", si el país se cruza de brazos a esperar el último aliento del moribundo.  La indiferencia no es una opción...

@richcasanova

viernes, 24 de marzo de 2017

LA IMPOSTERGABLE DECISIÓN DEL VENEZOLANO

Es indignante que luego de 18 años de fracasos y corrupción la culpa sea del imperio, la derecha o la oligarquía. El gobierno tiene las centrales azucareras, el control de las torrefactoras de café y la mayoría de las plantas procesadores de harina de maíz pero la escasez del producto es por la "guerra económica". Si no hay agua, ni luz o se incendia una refinería seguramente es sabotaje o quizás sea culpa de una iguana. Así pudiéramos poner cientos de ejemplos que evidencian la irresponsabilidad y el cinismo de la narco-revolución chavista pero su capacidad de burlarse del país parece infinita: en medio de este deslave económico y moral, lanza una dispendiosa publicidad sobre la "Venezuela potencia" que insulta la inteligencia de los venezolanos. Tal cosa es una afrenta en un país que exhibe 80% de pobreza, donde hay gente buscando alimento en los basureros y muriendo por falta de medicinas, cunde la desnutrición infantil y ni siquiera se consigue papel tualé. Hay que ser bien "caradura" para impulsar esa campaña pero hay que ser absolutamente indolente y corrupto para mantener el guiso de los CLAP y tras bastidores un oscuro negocio con la importación de alimentos y el manejo de dólares preferenciales. Por si fuera poco, parece que alguien cuadró un buen negocio con los chinos y ahora Nicolás Maduro aprobó 1.386 millones de bolívares y 1.975 millones de dólares para comprar 30.000 teléfonos inteligentes para los CLAP.  ¡Insólito!

El gobierno prefiere importar harina, ganarse miles de millones de dólares y que el pueblo la pague a Bs 2.500; en vez de permitir que los productores venezolanos de maíz ganen un precio justo e Industrias Polar ponga a Bs 770 la harina en el mercado. Lo mismo sucede con la importación de medicinas, la prioridad no es atender la demanda de la población sino engordar sus abultadas cuentas bancarias e incrementar sus malolientes fortunas personales.    En la corta memoria del venezolano permanece vivo el recuerdo del insepulto gritando "exprópiese" y un público adulante aplaudiendo a rabiar. ¡Nada nuevo! En Cuba, a principio de los años 60, la Central de Trabajadores dispuso una semana de “júbilo popular” para celebrar el asalto legalizado a las 382 mayores empresas establecidas en el país, asumiendo el Estado el control del 80% de la capacidad industrial. El resultado también fue el mismo: en Cuba y en Venezuela, ese fue el inicio de una dolorosa historia de corrupción y destrucción de la economía nacional, una historia de hambre y miseria para millones de conciudadanos. La escasez e inflación en Venezuela es la consecuencia directa de un modelo caduco y fracasado pero se agudiza con esa cadena de disparates y tropelías contra la empresa privada y los sectores productivos.

Lo trágico es que el gobierno -lejos de procurar soluciones- insista en esa ruta y pretendan expropiar las panaderías para resolver la escasez de pan. Repetir la cómica de las "areperas socialistas" es la solución que ahora plantea Nicolás Maduro: una cuantiosa inversión dilapidada que nos recuerda a "Pañales El Guayuco", la fábrica de teléfonos "Vergatarios", los cementerios de autobuses chinos por todos lados y un largo etcétera como signo del “legado”: un país inviable, pobreza extrema y una revolución prostituida, corrupta e insaciable que ha desangrado a Venezuela. Así las cosas, el cambio no es una opción, es una decisión impostergable de cada venezolano.

Twitter: @richcasanova

viernes, 10 de marzo de 2017

UN CAMBIO POR RAZONES HUMANITARIAS

En 1845 una gran hambruna azotó a Irlanda, cuya población se alimentaba básicamente de tubérculos (papas) y sus cosechas fueron destruidas por un hongo.  En cambio, en Etiopía la hambruna se produjo a comienzo de la década de los 70 como consecuencia de una prolongada sequía que –en medio de una atrasada agricultura feudal- redujo sustancialmente la producción de alimentos.  También las guerras han sido causa de hambrunas, incluso confrontaciones bélicas internas como la Guerra Civil Española trajo como consecuencia que unas 200 mil personas murieran de hambre en España.  Más recientemente, Venezuela fue el refugio de miles y miles de inmigrantes europeos que huían de esa pavorosa realidad, luego de la segunda guerra mundial. A esa inmigración le debemos mucho de nuestro crecimiento como país y de esa riqueza cultural que hoy exhibe Venezuela.  Pero no son los cambios climáticos, ni las guerras, lo que ahora amenaza nuestra supervivencia sino un gobierno inepto, autoritario, corrupto y de inocultable vocación delictiva.  Resulta aterrador recordar el caso de la URSS, cuya hambruna costó 3,5 millones de vidas y comenzó cuando Stalin inició una política de colectivización de la agricultura -es decir “exprópiese”- y el Ejército Rojo fusiló a los disidentes o los envió a campos de trabajo en Siberia. 

Hoy en el mundo mueren de hambre alrededor de 24.000 personas cada día, de acuerdo a las cifras del Proyecto Hambre de la Naciones Unidas.  Un 75 % de los fallecidos son niños menores de cinco meses.  Hasta hace poco era imposible imaginarse a Venezuela como parte de esa dramática estadística pero ahora las noticias sobre la muerte de infantes por desnutrición se han hecho cotidianas.  No ha terminado el primer trimestre del año y ya se registran 13 víctimas fatales.  Antes de la “revolución bonita”, la pobreza en Venezuela estaba referida sobre todo a condiciones de vivienda y hábitat, no a la prolongada escasez de alimentos o la imposibilidad de acceder a ellos.  En nuestro país había pobres pero no había hambre. En las bodegas del barrio se conseguía de todo y aún con dificultades, el dinero alcanzaba para comprar la comida. Se vivía con limitaciones pero incluso los muchachos en los barrios usaban zapatos de marca y en cualquier rancho humilde había un buen televisor.  No se trata de ocultar aquella situación de creciente pobreza y la desatención de los gobiernos pasados a la crisis social en desarrollo. Al contrario, de aquellas aguas vienen estos lodos.  Sobre esa demanda insatisfecha y el descontento, se montó la retórica populista y demagógica de quienes hoy ejercen el poder.  

La tragedia es que ahora tenemos 82% de pobres en Venezuela, más de la mitad de la población está en pobreza extrema y este gobierno indolente es incapaz de admitir la crisis humanitaria, de reconocer que está inhabilitado para superar la crisis porque es también incapaz de generar confianza, promover inversiones y convocar a las fuerzas productivas para reactivar la economía nacional.  En el año 2016, un 75% de la población refirió pérdida de peso no controlado (sin querer) en un promedio de 8,5 kilos. ¡Hay hambre en Venezuela¡ Las cifras explican la cruda imagen de la gente buscando comida en los basureros, evidencian la desgracia que ha significado la revolución chavista y hacen del cambio una causa de lucha humanitaria.  #Unidad 

Twitter: @richcasanova