viernes, 19 de febrero de 2016

SINTOMAS DE LA ESQUIZOFRENIA POLITICA

La más reciente perorata de Nicolás Maduro trajo a mi memoria la historia de Diógenes Escalante, quien perdió la razón cuando era el virtual presidente de la Republica. En aquella oportunidad, el país se salvó pero desafortunadamente la suerte no es eterna. Desde hace años Venezuela se encuentra en una dinámica demencial y administrar ahora el legado no es más que seguir con “la fiesta del chivo”, como diría Vargas Llosa. Por mucho menos, Abdalá Bucaram fue destituido de la presidencia del Ecuador. Naturalmente, no estamos pensando que esa sea la ruta para cambiar al gobierno pero sin duda, sorprende que “el tipo está loco” sea una expresión tan popular hoy en nuestro país, la cual aflora constantemente en medio de la angustia e indignación del pueblo venezolano. La aterradora crisis de la salud ha propiciado el surgimiento de enfermedades que habían sido erradicadas y de otras que nadie conocía. Así las cosas, mis amables lectores no se asombrarán de una enfermedad -hasta ahora desconocida- que amenaza con convertirse en epidemia en el alto gobierno: Esquizofrenia Política. Y para demostrar su existencia, bastará una comparación con los síntomas de la clásica enfermedad mental: En primer lugar, los esquizofrénicos sufren alucinaciones, refiriéndonos a “experiencias sensoriales que se originan dentro del cerebro en vez de tener su origen en el exterior”, por ejemplo las amenazas de la oligarquía o la “Guerra Económica”, cuyo origen nada tiene que ver con el imperio yanqui y la derecha internacional. Los pacientes esquizofrénicos oyen voces que una persona sana en la misma situación no escucha, entonces ¿Qué podemos decir de quienes viven en una suerte de reencarnación colectiva de El Libertador, hablan con próceres de la independencia y hasta con pajaritos que son mensajeros del más allá? Además, como el paciente tiene serias dificultades para diferenciar las alucinaciones de la realidad, afirmar frenéticamente que “Chávez vive” puede ser una prueba irrefutable de insania mental. Otro síntoma es la permanente expresión de “ideas delirantes, definidas éstas como creencias falsas y persistentes” -que son constantes, no fluctuantes- o simples deseos que no son compartidos por personajes fantasiosos. Pues bien, nada más delirante que ésta “revolución”, supuestamente atacada por enemigos de la patria que solo existen en las atribuladas mentes de la boliburguesía. También hablan los galenos de “trastornos del pensamiento: debido al deterioro de la función cerebral”, suponiendo que se ejerza tal función, claro. En todo caso, no es casual que se hable de “un deterioro del pensamiento lógico de muchos pacientes” y no exista un ápice de lógica en el proceder oficialista. Además señalan los expertos que los pacientes tienen “sus pensamientos y lenguaje alterados”, síntoma que observamos desde hace tiempo en este gobierno camorrero y belicoso. Finalmente, se evidencia un “trastorno de la autopercepción, al tener el paciente una percepción distorsionada de sí mismo”, como el corrupto que se cree decente, el golpista creyéndose demócrata o el rico presumiendo de líder obrero. Este trastorno hace que “la distinción entre él mismo y su entorno sea borrosa”, lo que explica su desfase de la realidad y la tendencia a mentir constantemente. Conclusión: que “el tipo está loco” abona a favor del Revocatorio 2016. ¡Pa´lante Venezuela!

LO COTIDIANO DEL FUTURO Y LA CIUDAD - 12/02/15.-

Sabemos que García Márquez se inspiró para idealizar a Macondo cuando tenía apenas 15 años y acompañado de su madre, regresó a su pueblo natal -Aracataca- para vender la casa de los abuelos. Quedaría entonces impactado para toda la vida por el contraste entre las imágenes de su infancia y la realidad de un pueblo triste, un tanto bucólico y abandonado en el tiempo. Esa idea de un pueblo congelado en el pasado, ruinoso y desolado, fue la que intentamos comunicar cuando -en unas jornadas organizadas para hablar del futuro- mostrábamos imágenes del paisaje urbano deprimente de edificios destartalados y carros viejos en La Habana. En esas jornadas -junto a un pequeño equipo- realizábamos semanalmente 2 ó 3 modestas reuniones en barrios y caseríos, justo cuando el gobierno se entregaba con más furor al poder cubano. Quisimos mostrar un contraste que aún la petro-chequera hacia imperceptible. Estuvimos casi año y medio, hablando a la gente -no de un partido o candidato- sino de la cotidianidad del futuro y del rol de cada quien para hacerlo suyo, superando las limitaciones que imponen la pobreza y otras circunstancias. No habían pasado tantos años, “El Gabo” era adolescente cuando tuvo como vivencia un contraste brutal, algo que quizás ahora nos invade como país. En efecto, tampoco ha pasado mucho tiempo y sentimos un descalabro en el alma cuando recordamos a una Venezuela donde era posible vivir con normalidad, salir a la calle sin la angustia de perder la vida, conseguir cualquier cosa en el supermercado o la farmacia, donde el gobierno no amenazaba la paz, ni invocaba una guerra permanente... La sofocante y dramática realidad de hoy, deja sin aliento a cualquiera. Y no se trata de defender un pasado, al cual ciertamente no podemos, ni debemos volver. Tampoco se pretende ocultar los errores cometidos en aquellos tiempos pues bastante hubo y de alguna manera, nos trajeron hasta aquí. De lo que se trata es de valorar el presente, así como reflexionar sobre el futuro y nuestras propias expectativas y posibilidades. Entre miles de imágenes que expresan la decadencia -la muerte en vida de una nación- tomamos solo una: los centros comerciales a oscuras como reflejo del atraso y la prueba irrefutable del fracaso. La oscurana nos anuncia un colapso en ciernes, la amarga sensación de que está llegando la hora de bajar la santamaria. Y es que no sólo en "Cien años de soledad" la aldea es protagonista, tal rol no es una fantasía literaria. También en nuestra realidad, la ciudad es el escenario de las vivencias de un pueblo. Es la ciudad -la dinámica urbana- la expresión de progreso y bienestar colectivo en un país. La oscuridad en sus espacios públicos, no hace más que confirmar una condición similar en nuestros gobernantes. En todo caso, la ausencia de luz -en el más amplio sentido- debe reafirmar también nuestra voluntad de cambio. El contraste brutal que sufrió aquel adolecente a la postre lo hizo Premio Nobel de Literatura, gracias a su capacidad de convertir una momento ingrato en una experiencia positiva. La misma capacidad que tenemos como pueblo para convertir la crisis en una gran oportunidad y hacer del cambio un compromiso de todos. Hay muchas razones para ser optimistas... Twitter: @richcasanova

UN AUTOGOLPE NO FRENARÁ EL CAMBIO - 06/02/15

A lo largo de la historia hemos visto que las revoluciones, dictaduras y regimenes autocráticos en general, tienen muchas cosas en común, entre otras: la incapacidad para promover cambios en su hora aciaga, ni siquiera pueden interpretar la realidad y ver el abismo que todos contemplan con angustia. Así ha sido desde el imprerio romano hasta la URSS, pasando por la caída del sandinismo, del narcogobierno de Manuel Noriega o de cualquiera de las dicaturas militares latinoamericanas. En esa hora infausta, es común la absurda insistencia en aparentar una normalidad que no existe, salvo en las fantasiosas mentes obnubiladas por el poder. Y así, cual Nerón tocando la lira mientras Roma ardía en llamas, vemos a Nicolás Maduro diciendo sandeces, desfasado, hablando “guerra económica”, insultando, promoviendo la violencia e incluso –deliberadamente o no- incitando una insurrección militar. ¿Acaso estará pensando en un autogolpe? ¿Creerá que en un golpe militar, él estará salvando el pescuezo? Algunos indicadores encienden las alarmas, veamos… El mismo gobierno que presentó un Decreto de Emergencia Económica, despilfarra miles de millones en templetes y fiestas carnestolendas; mientras muchos venezolanos mueren por falta de medicinas o de mengua en los hospitales públicos. El pueblo sufre penurias para conseguir alimentos, mientras este gobierno de golpistas celebra con sórdida alegría el golpe de Estado del 4F. Ciertamente, esta actitud irresponsable no es nueva pero en las actuales circunstancias, tanta insentatez puede ser una desquiciada y muy peligrosa provocación. Maduro habló de regresar a los militares a los cuarteles –algo que todo el mundo celebró en silencio- pero ahora viene con el disparate de convocar a un “Congreso de la Patria de los Militares”, lo cual es inconstitucional y amenaza seriamente la institucionalidad de nuestra FAN, involucrándola con impudicia en el debate político. Algo huele mal: O la reiterada alusión a la “rebelión” en el discurso oficialista advierte una intención oculta o es una estupidez mayúscula. Insistir en que “el espíritu del 4F” está vigente, es también recordar que las causas que supuestamente inspiraron aquella intentona –corrupción y pobreza, entre otras- se han agravado hasta niveles jamás vistos. Es un riesgo para la democracia que se legitime de manera subrepticia la vía insurreccional para promover cambios o en este caso, para evitarlos. En fín, Maduro mete la cabeza en las fauces del león, creyéndose un gran domador y eso sería su problema si no arrastrara al país a una situación de pobreza extrema, caos y violencia. Lo he dicho en varios escenarios, urge promover un cambio de gobierno por la vía constitucional antes que la crisis estalle y derive en un colapso del país o que la irresponsabilidad de quienes ejercen el poder, termine propiciando condiciones para una dictadura militar en Venezuela. No crea Maduro y su entorno –incluyendo la corrupta cúpula militar- que un autogolpe va frenar el indetenible cambio que está en marcha en Venezuela. En todo caso, el liderazgo democrático no puede cruzarse de brazos y el paìs debe reaccionar. Hoy la inmensa mayoría de los venezolanos saben que este gobierno es incompetente para superar la crisis pero ahora que muestra su rasgo militarista y su vocación golpista, luce desesperado y sin duda, constituye una amenaza a la paz y la convivencia democrática. ¡Urge cambiar al gobierno!