viernes, 7 de diciembre de 2018

Fernando Albán y los que mueren por la vida

A propósito de cumplirse dos meses del presunto asesinato de Fernando Albán, puede uno recordar a Vladimir Mayakovski, el poeta de la revolución rusa, quien dejó para la posteridad una hermosa prosa a favor del proletariado y de los campesinos. Su obra era honesta, producto de la revolución bolchevique, era expresión de la gesta revolucionaria de 1917 pero absolutamente incompatible con los millones de víctimas de Stalin como consecuencia de la brutal represión y de la “Nueva política Económica”. Quizás eso explique su suicidio, una mañana del 14 de abril de 1930.  Al final, la poesía supone una sensibilidad discordante con la muerte, exige un respeto infinito por la condición humana y por la vida.  Esa trágica realidad explica también el suicidio de Nadezhda Alilúyeva –esposa de Stalin- luego de reclamarle a su marido por la hambruna en Ucrania y el sufrimiento de los campesinos soviéticos. Toda esta atrocidad revolucionaria fue igualmente la justificación del asesinato de León Trotski en México. En fin, las revoluciones han terminado siendo una historia de dolor y muerte.  

La alusión a Vladimir Mayakovski tiene pertinencia en nuestra consternada Venezuela, donde el autoproclamado “poeta de la revolución” -otrora tiempo, supuesto defensor de DDHH- usurpa funciones como Fiscal General de la República, cargo que según la vigente Constitución debe ser designado por el parlamento y no por esa ilegal constituyente cubana que sirve de sostén a la inmoral dictadura.  Pero lo grave no es la usurpación de la Fiscalía sino que ésta pretenda ser la mampara jurídica para la violación flagrante de DDHH e incluso la justificación de crímenes horrendos.  La Fiscalía se ha degradado a partir de las actuaciones del usurpador. En el caso de Fernando Albán, inexplicable y presurosamente salió a avalar la versión de los torturadores.  Sin que mediara investigación alguna, declaró como suicidio su muerte, algo que han desmentido sus abogados y que honestamente nadie puede creer. Incluso ha asumido el rol de esbirro al amenazar con cárcel a todo un país que tiene la convicción de que Albán fue asesinado y simplemente exige justicia. Garantizarla debería ser su obligación pero ha optado por la complicidad.

La muerte de nuestro amigo Fernando también nos recuerda a Alí Primera: "los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos”.  Evocar al Cantor del Pueblo, a un auténtico revolucionario comprometido con los más pobres y las causas nobles, nos permite recuperar un patrimonio cultural de los venezolanos expropiado por el régimen y al mismo tiempo, dejar al descubierto a esa falsa izquierda, protagonista de esta atroz narco-dictadura.  Alí Primera detestaba el militarismo, sentía tanta repugnancia por el verde oliva como por la corrupción y militó en una izquierda que justamente rompía con el imperialismo soviético y el comunismo cubano.  Es decir, jamás hubiera estado con el chavismo y mucho menos, con lo que ahora representan Maduro y Diosdado Cabello. Alí Primera tiene razón: no es momento de llorar a nuestros muertos sino de reivindicarlos.  Pero también tiene razón Rubén Blades: “Prohibido Olvidar”. No es hora del silencio sino de elevar la voz y mantener nuestra lucha por las causas justas.  Es hora de honrar con coraje la memoria de quienes han ofrecido su vida por la libertad y la justicia. ¡Venezuela no se rinde!

Twitter: @richcasanova

La Hora del Deslinde

(01-12-18).- Está llegando el momento de aislar a los extremos, de dar la espalda a quienes desde el anonimato acusan de cobarde a los que arriesgan.  Luce absurda la crítica mordaz y obstinada desde Miami contra los que hacen política y procuran construir una salida real, más allá de fantasiosas invasiones o salidas mágicas que francamente no existen.  El país está hastiado del show y las faltas promesas de un liderazgo mesiánico que tiene meses autoproclamándose como una “reserva moral” y cuestionando a todos los demás.  Esa pretensión de pureza, de ser una raza superior predestinada, tiene un insoportable tufo fascista.  No tengo dudas que el país está colocando a esos sectores en el hombrillo y está circulando una ruta distinta.  Quizás lo haga en silencio, sin estridencia, pero el país se mueve bajo otras referencias.  Lamentablemente, también en nuestras organizaciones encontramos gente incapaz de comprender procesos que se están dando en diversos ámbitos y esferas de la sociedad, articulados por un hilo invisible.  En todas las organizaciones encontramos gente que piensa en la confrontación como único recurso político, que cree que Twitter es Venezuela, que convierte cualquier grupo de WhatsApp en su campo de batalla y persigue victorias minúsculas.   Es hora de empinarse por encima de lo subalterno, centrarse en lo relevante y dejar en el hombrillo a quienes carecen de la madurez política para colocarse a la altura de las circunstancias. Es la hora del deslinde…. No perdamos ni un minuto en ese debate estéril.

En efecto, el país está cambiando. En gremios profesionales, empresariales y sindicales, en ONG`s y grupos de trabajo, en distintos escenarios se está hablando de la necesidad de incrementar la presión interna y articular la elevada presión internacional para forzar la negociación de una salida a la descomunal crisis que sacude al país.  Hace unos meses, tal posibilidad habría sido molida por una opinión pública radicalizada pero como decía Teodoro “solo los estúpidos no cambian de opinión”.  Comienza a sentirse una ola de sensatez.  Hay políticos de diversa procedencia pensando como estadistas y articulando esfuerzos unitarios en bajo perfil.  Aun cuando incipientes, los avances en el Frente Amplio hay que valorarlos como positivos.   En fin, aunque muchos no las vean, están pasando cosas.  

La política no se hace a partir de dogmas sino de realidades. Votar o abstenerse no es un asunto de principios sino de estrategia y está asociada a una condición determinante: la Unidad.  En dictadura, concurrir a un evento electoral sin la unidad de las fuerzas democráticas es francamente una ociosidad que eventualmente termina fortaleciendo al régimen. Sería algo tan estúpido como la abstención crónica o la necedad de que “no voto porque legitimo al gobierno”.  Las dictaduras son ilegítimas por definición y tal condición no depende de su participación o no en determinado evento electoral.  Lo cierto es que una oposición democrática debe procurar el escenario electoral, donde el arma es el voto y no el fusil, máxime si el gobierno tiene un rechazo superior al 80%.   Entonces, de lo que se trata es de “hacer política”.  El liderazgo debe trabajar en generar las condiciones políticas para que cualquier escenario democrático pueda traducirse efectivamente en un resultado y no sea un ejercicio quimérico de grupos principistas.  Ese es un cambio sustancial en la Política y el país se está moviendo en esos nuevos referentes.  Además, la inmensa fuerza internacional que respalda una salida democrática en Venezuela, no puede entender que no exista una interlocución unitaria que le brinde coherencia a esa política. Sin duda, ha llegado la hora del deslinde….

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viernes, 19 de octubre de 2018

Expropiando la vida y criminalizando la amistad

Embriagado de poder, al zar Nicolás II no le importaba las penurias del pueblo ruso y fue incapaz de advertir las consecuencias de su indolencia, mucho menos de suponer que la represión salvaje y cobarde contra una revuelta liderada por mujeres, a la postre daría al traste con su "infinito" poder y sería el hito que desembocaría en la toma del Palacio de Invierno en 1917: el inicio de la revolución bolchevique y de otra tragedia más para la humanidad.  La prepotencia y desestimar la realidad social es también un rasgo del autoritarismo criollo. Solo en septiembre, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social documentó 983 protestas, 33 diarias en promedio, sin contar las centenares manifestaciones y saqueos que pasan inadvertidos en un país donde los medios de comunicación han sido secuestrados y la libertad de expresión es víctima de la tortura. Sin embargo, todavía hay quienes piensan que "aquí no pasa nada"…

Quizás el vil asesinato de Fernando Albán marque un antes y un después en esta abominable historia, no porque fue una figura prominente de la política venezolana sino más bien, por su condición ciudadana y su modesta presencia en los escenarios públicos.  Su labor política era constante, con hondo contenido social, muy real pero imperceptible para los ojos de muchos. Sobre todo para quienes prefieren hablar mal de los "políticos" y desde sus cómodas poltronas, suelen calificarlos de cobardes.  La verdad es otra, en todos los partidos hay gente luchando, venciendo el miedo y enfrentando al régimen a pesar de los "guerreros del teclado". Fernando ahora es un símbolo -no sólo para quienes compartimos ese espíritu de lucha y asumimos la política como servicio público- sino para quienes no lo conocían y eso es lo relevante. Es un símbolo de la ruindad del régimen y también de la Venezuela valiente e indoblegable que no se rinde. Fernando no es la primera víctima de la dictadura, este gobierno tiene un amplio prontuario y un abultado expediente que terminará en La Haya. La diferencia es que las circunstancias y el momento político, hacen inocultable una realidad monstruosa. El crimen tiene la rúbrica del totalitarismo, la impronta de la miseria humana y de una corrosión moral desenfrenada, signos inequívocos de la agonía del régimen y constancia de que sus protagonistas son irrecuperables, son piltrafas humanas que no merecen una duda.  

Que Albán fue asesinado por su lucha consecuente, no incomoda al gobierno. Al contrario, el terrorismo de Estado procura amedrentar a quienes lo enfrentan, colocando como víctimas potenciales a todo aquel que comparta la causa democrática. Nada nuevo, gajes del oficio en dictadura. Pero el asunto toma un giro siniestro cuando advertimos que a Fernando le arrebatan la vida -sobre todo- por ser amigo de Julio Borges, como represalia o por “lo que sabía”.  Eso lleva la represión a niveles inimaginables porque somos muchos los amigos de Julio Borges y sumarán a esta lista a los que somos amigos Henrique Capriles y Leopoldo López, de Henry Ramos Allup, Omar Barboza, Ledezma, María Corina, Andrés Velásquez o Ramón Guillermo Aveledo, por mencionar a algunos. En la Venezuela amable y cordial, donde todos “somos panas", la lista puede ser interminable. ¿Y si eres amigo de un militar o de un periodista bien informado? Por esa vía, todo el país está bajo estado general de sospecha, evidenciando la soledad de un régimen criminal, carente de apoyo popular, sin respaldo internacional, sin alternativas, ni futuro.  

La amenaza no sólo se cierne sobre el mundo opositor. Cualquiera puede ser etiquetado de traidor y sus amigos convertirse en objetivos militares de esta “revolución bonita”: esa que se inició asaltando fincas o apropiándose ilegalmente de empresas, y terminó expropiando el sagrado derecho a la vida, criminalizando la amistad y castigando con pena de muerte el delito de cultivarla.  Este crimen ha conmocionado al país y contribuirá a unificar la lucha, no hay duda. Sin embargo, confieso que sorprende la lenta reacción de la alta dirigencia del país. Ciertamente, el régimen está agonizante pero si la oposición no se cohesiona internamente, ni articula coherentemente la presión internacional, la agonía puede ser muy larga.  Urge una respuesta unitaria del liderazgo político, es una exigencia de la sociedad democrática venezolana, un clamor popular impostergable. 

Twitter: @RichCasanova

jueves, 13 de septiembre de 2018

La tendencia es irreversible: gringos welcome

A quienes ilusamente pensaban que el paquetazo de Maduro podría tener algún impacto positivo en la economía, la realidad los está bajando de esa nube. No hay forma de superar la crisis sin eyectar del poder a los responsables de ella: es la única manera de restablecer la confianza y garantizar seguridad jurídica indispensable para reactivar el aparato productivo.  Casi dos décadas de disparates, mentiras, manipulaciones y fracasos- sugieren que "la tendencia es irreversible" y el régimen es insalvable. 

Por otra parte, la dictadura ha ido socavando la confianza en el voto, promoviendo elecciones en condiciones inaceptables; ilegalizando partidos; inhabilitando, persiguiendo y encarcelando a líderes opositores.  Además, ha desperdiciado deliberada e irresponsablemente todas las oportunidades de diálogo, burlándose incluso de "mediadores" internacionales que terciaban a su favor.  En definitiva,  el gobierno ha dinamitado la ruta electoral y por simple homeostasis del sistema, se abren otras alternativas.  

Ya no es sólo Almagro y la OEA, hoy se incrementa la presión en las Naciones Unidas para aislar al régimen.  Reconocidos dirigentes de izquierda como Michelle Bachelet -ahora como Alta Comisionada para los DDHH- habla con crudeza de la realidad venezolana. La tradicionalmente discreta diplomacia británica ya levanta su voz para solicitar la liberación de Juan Requesens y demás presos políticos. La Unión Europea exige respeto a los DDHH y se abren procesos en La Haya.  Las acusaciones sobre narcotráfico y corrupción constituyen un lugar común en los escenarios internacionales.  En fin, ya nadie duda -dentro y fuera de Venezuela- que estamos ante una dictadura brutal y frente al régimen más corrupto del planeta.  Hay además una enorme preocupación por la dimensión humanitaria de la crisis y la dificultad para construir una solución concertada.   

No hay que ser un genio de la política, ni tener una bola de cristal para entender que si la crisis tiende a agudizarse, si el gobierno niega la realidad y cierra la puerta a una salida electoral o negociada, se están propiciando condiciones para un golpe militar, un estallido social o la intervención internacional por parte de una fuerza multinacional, opciones que los demócratas no podemos alentar pero pareciera que el gobierno sí.  Quizás sea su forma de huir hacia adelante y justificar el fin de la revolución con el "argumento" del golpismo y la conspiración internacional de la derecha. Si destruyeron al país y cada día es más difícil sostenerse en el poder, mejor procurar una salida que dote a la "revolución" de la épica que jamás tuvo.

Los golpistas están en el gobierno y en la oposición no tenemos poder militar para dar golpes de estado. El estallido social puede ser la excusa perfecta para la represión más brutal y el exterminio -literalmente hablando- de la disidencia democrática. Y la intervención internacional no es lo deseable, aunque la opinión pública guarda un escandaloso silencio sobre el particular: las encuestas reflejan que más del 85% “apoyaría a los Estados Unidos", en caso de desembarcar en Venezuela (7%  “no sabe / no contesta”).  El resultado es una tragedia para esta “revolución” que tiene 20 años dizque organizando al pueblo para luchar contra el imperio. En conclusión, cierto es que la coyuntura es complicada para la oposición pero la situación es insalvable para el gobierno. En cualquier escenario, la solución exige la unidad de las fuerzas democráticas y una clara agenda de lucha. Los venezolanos no podemos apostar a salidas foráneas o de fuerza. Que nadie caiga en las manipulaciones del régimen, ni permita que triunfe el desaliento.  El gobierno no tiene futuro… ¡Venezuela no se rinde!

Twitter: @RichCasanova

sábado, 11 de agosto de 2018

Del asesinato de Jorge Rodríguez y la tortura a Requesens

Aproximarse hoy al chavismo es asomarse a un mundo retorcido donde se ha desterrado el valor de la vida y los DDHH que antes adornaban la retórica revolucionaria. No es nada nuevo, ni algo que descubrimos con la cobarde arremetida contra Juan Requesens. En efecto, se trata del mismo régimen que exterminó sin piedad a Oscar Pérez, quien ya rendido, suplicaba por su vida pensando en su hijo.  El mismo que -con morbo enfermizo- mató de manera lenta e despiadada a Franklin Brito por defender sus tierras, por protestar y luchar por lo que consideraba su derecho.  Por la misma razón centenares de venezolanos han perdido la vida y miles están tras las rejas o perseguidos. Antes de llegar al gobierno, los que hoy desangran a Venezuela decían que “la represión y el asesinato era una política de Estado”, ahora no hay duda, demuestran que la devastación moral, la ignominia y cobardía pueden ser infinitas cuando el poder se convierte en una perversión. Pero ¿Por qué recordar hoy el asesinato de Jorge Rodríguez?

Primero, su muerte ha sido utilizada para tergiversar la historia, ocultando -por ejemplo- que uno de los torturadores era un “compañero de luchas” convertido en delator o minimizando su participación en actos delictivos como el secuestro de William Niehous, lo cual jamás justifica la violencia con que fue mancillado pero nos sirve la mesa para preguntar ¿Ahora qué puede justificar la inclemente y brutal tortura contra Juan Requesens? ¿Qué justifica lo que han hecho a Leopoldo López, José Manuel Olivares y tantos más que merecen ser mencionados pero jamás habría suficiente espacio? ¿Qué corroe el alma de quien es capaz de amenazar con violar a su madre, asesinar a su hermana y usar sustancias sicotrópicas para “quebrar” a este muchacho? Y digo esto para no hablar de historias horrendas de torturas que hemos conocido, testimonios que nos llevan a los confines de lo imaginable.   Segundo, traemos al recuerdo este asesinato ocurrido el 25 de Julio de 1976 porque la víctima era el padre del engendro que hoy expone públicamente las atrocidades de la dictadura.  Sin duda, se debe estar revolcando en la tumba al ver a su hijo degradado a esbirro, cómplice de delitos de Lesa Humanidad y al servicio de un régimen militarista, vende patria e inmensamente corrupto.  Además, es padre también de una pobre mujer –no de una mujer pobre- que por desafueros de la providencia ejerce la Vicepresidencia de este país bizarro y como su hermano, es la más nítida expresión del resentimiento y la miseria humana.

Si el video donde se muestra a Requesens con claros signos de tortura y en una situación dolorosa fue filtrado a la opinión pública por alguien que estando adentro se siente horrorizado o si fue puesto a rodar deliberadamente para intentar quebrar la moral de la sociedad democrática, es una duda que tengo. Sin embrago, creo que la indignación que ha inspirado nacional e internacionalmente puede terminar generando un efecto contrario.  Estemos claros, la globalización del mundo moderno y los avances de la justicia internacional impiden la barbarie que vimos en la Alemania nazi, en la Rusia de Stalin, en Ruanda o Camboya.  Sin embargo, con sus actuaciones Maduro, Diosdado, los hermanos Rodríguez y demás “revolucionarios” exponen ante el mundo su frágil contextura moral y escaso talante democrático, demuestran que poco se diferencian de Hitler, Pol Pot, Mugabe o Ceaucescu; solo para nombrar a algunos de los grandes genocidas de la historia. Francamente, llamarlos miserables sería un acto de benevolencia.  En fin, desde el asesinato de Jorge Rodríguez una cosa si ha cambiado: a los 2 días del homicidio, los cuatro funcionarios de la DISIP responsables del crimen fueron destituidos, acusados y encarcelados. Hoy, la impunidad es parte del horror y sus hijos son protagonistas de la tragedia.

Twitter: @RichCasanova

sábado, 21 de julio de 2018

¿Qué nos pasa como país y que hacer como ciudadanos?

Hablando sobre la coyuntura política, la semana pasada concluimos en que no basta con preguntarnos ¿Dónde está la oposición? En efecto, el asunto nos involucra a todos y tenemos que preguntarnos ¿Qué nos pasa como país? ¿Y cuál es mi rol como ciudadano?  Para enfocarnos en las causas del problema, debemos considerar varios aspectos que explican el estado de parálisis actual. Desde hace tiempo, la estrategia del gobierno ha sido sembrar desaliento y frustración, que usted sienta que no hay alternativa, más que resignarse o irse del país, que perciba como poderosa a una dictadura que no lo es.  Y esa estrategia ha avanzado porque existe una fractura de las fuerzas democráticas, en parte inducida por el régimen que pretende construir su propia oposición, ilegalizando partidos, inhabilitando líderes, comprando aliados o promoviendo falsos opositores. Pero en parte también es consecuencia de un absurdo torneo de egos en el mundo opositor, del cual nos ocuparemos en otra entrega. Por ahora veamos ¿qué podemos hacer como ciudadanos? 

1) No contaminarse con el odio y la intolerancia chavista inoculada por el alto gobierno mediante una sofisticada estrategia comunicacional diseñada en La Habana.  Es urgente abandonar posturas radicales ¿Qué gana un opositor insultando a Capriles, Ramos Allup, Leopoldo o a cualquiera de los nuestros?  Sólo ayudará al régimen opinando exactamente igual que Diosdado o Nicolás Maduro. Le hará comparsa al G2 cubano en su plan de dividirnos y destruir los liderazgos opositores que todavía existen, aun con sus errores y omisiones.   2) Rechazar abierta y explícitamente cualquier actitud no unitaria.  Cuando llegue un dirigente a hablarle de su propio plan o a anunciar su nuevo partido, sencillamente mándelo “a la porra”, como diría mi abuela.  Igual si vienen a hablarle mal de algún otro dirigente opositor.  Los ciudadanos debemos ser protagonistas de una campaña a favor de la sensatez y la unidad como paso esencial para producir el cambio, indistintamente de la vía que se considere. Cada uno de nosotros debe ejercer presión, exigir unidad desde su propio espacio y en todos los escenarios.   3) La campaña del régimen para sembrar desaliento e inducir resignación, hay que advertirla  para tomar conciencia de ella y no caer en el juego. Hay que decirlo a nuestros amigos, vecinos y compañeros de trabajo.  Convertirnos cada uno de nosotros en portadores de esperanza. Comunicar que ciertamente hay dificultades en la oposición pero el gobierno está absolutamente arrinconado, no tiene futuro, ni posibilidad de revertir inmensa y asfixiante crisis económica y social. A pesar de las apariencias, el régimen es muy frágil, tiene conflictos internos y carece de respaldo dentro y fuera del país.  Literalmente se está derrumbando, así que no permitamos que su precario accionar, la manipulación mediática y la división opositora nos derrumbe a nosotros.  ¡Animo!  

Honestamente, la situación es complicada pero aun así, veo el futuro con optimismo.  Más allá, de sus carencias, hay una parte muy importante de la oposición firme en su postura, arriesgando mucho mientras otros critican. Comparto a diario con dirigentes medios y de base en los barrios que mantienen su espíritu de lucha a pesar de esta parálisis opositora.  No hay espacio para el desencanto cuando vemos miles y miles de protestas que protagonizan los vecinos a lo largo y ancho del país en reclamo por los servicios públicos o la falta de comida. O cuando vemos el coraje del gremio de la enfermería y otros sectores del ámbito laboral que no se quiebran ante el régimen y luchan por sus reivindicaciones. Sin dudas, hay una Venezuela que no se rinde: lucha día a día, enfrenta con éxito pequeñas batallas y no sabe doblar las rodillas.  Entonces ¿por qué no compartir con la gente que nos rodea una actitud solidaria, optimista y proactiva? ¡Dile no al pesimismo y la indiferencia!

Twitter: @richcasanova

jueves, 12 de julio de 2018

¿Dónde está la oposición?

Sin exageración, lo que se vive hoy en Venezuela es una verdadera tragedia. Cualquier esfuerzo por describirla es insuficiente y lo angustiante es la inmensa incertidumbre que se cierne sobre el país. El gobierno sin respaldo popular, ni apoyo internacional, está acorralado, sin posibilidad de superar la crisis. Al contrario, los pronósticos son aterradores, vamos por inercia hacia un oscuro abismo, el país colapsa mientras la gente se pregunta ¿dónde está la oposición?  Hay una sensación de que la irresponsabilidad del liderazgo se ha convertido en pandemia. No hay explicación racional a la dispersión opositora, a la proliferación de partidos o grupos, mientras el régimen mantiene una única línea de acción a pesar de las inocultables diferencias internas. A ellos los cohesiona la desmedida ambición de poder, la corrupción y el narcotráfico pero ¿por qué a la oposición no la cohesiona la imperiosa necesidad de cambio que clama a gritos el país? 

"Solo el universo y la estupidez humana son infinitas aunque de la primera no estoy seguro": una frase atribuida a Albert Einstein y que hoy parece confirmar nuestra realidad política. ¿O hay otra manera de explicar que una parte de la oposición tenga la obsesión de atacar con encono a la MUD, sin entender que ese es el objetivo del régimen? No soy defensor de la MUD sino un militante de la unidad y como quiera que se llame, creo indispensable una instancia unitaria. Aun con sus errores u omisiones, dinamitarla es estúpido. ‎ Son comprensibles las críticas a la MUD, lo insensato es el fanatismo al exponerlas y la suicida decisión de clavarle el puñal como si ella -y no esté nefasto régimen- fuera la causa de nuestras desgracias.  Sorprende que esta actitud se extienda a organizaciones como AD: asumamos sin discutir sus reclamos con relación a la MUD pero la decisión de abandonar la única instancia unitaria que existe, en nada contribuye a una solución sino todo lo contrario. "Einstein tenía razón", es lo que uno piensa cuando percibe inexplicables posturas irresponsables, siente el sepulcral silencio de otros líderes o en el mejor de los casos, los vemos reducidos a las redes sociales. Por ahora, la calle no existe…

Quizás amparados en la infinitud de la estupidez humana o pensando que todos lo somos, quienes recientemente lanzaron candidato en contra de la mayoría del país y fracturando la unidad, ahora pretendan liderar esfuerzos de “concertación”, sin asumir que –pese al 80% de rechazo de Maduro- fueron incapaces inspirar confianza y movilizar al país, resultando aplastados por una descomunal abstención que exigía unidad.  Lo mismo podemos decir de un nuevo partido, conducido por un personaje de dudosa trayectoria con fondos de desconocida procedencia, que pretende construir su liderazgo destruyendo lo que existe y agrediendo por igual a la oposición y al gobierno, lo cual siempre beneficiará al régimen. En efecto, al gobierno le conviene igualarnos por abajo, que la resignación sea la única alternativa en vista a que “todos son culpables”, nadie sirve, todos somos vendidos y la oposición es igual al gobierno... Nada más lejos de la verdad.  En fin, la estupidez se convierte en un tema cada vez que nos dicen que otro partido “está a punto de salir” y seguramente aparecerá legalizado entre gallos y medianoche, mientras los principales partidos y líderes del país siguen inhabilitados.  

Como me siento opositor -al igual que la inmensa mayoría del país- no me basta con preguntarme dónde está la oposición, como si no estuviéramos involucrados todos en el asunto. Más bien me pregunto ¿Qué nos pasa como país? ¿Cómo podemos contribuir a salir de esta pesadilla? A este tema dedicaré unas líneas la próxima semana. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter: @richcasanova

sábado, 23 de junio de 2018

Urge un liderazgo responsable

Transcurrido más de un mes de la farsa electoral del 20M, el mundo opositor sigue en ascuas, viendo como el país se desploma, sobreviviendo a la voraz hiperinflación, pasando penurias y sin una hoja de ruta que conduzca a la única solución posible a la crisis: la salida de Maduro y el cambio del régimen. El liderazgo político tiene una deuda con la sociedad democrática y el primer paso para saldarla es la Unidad, lo cual exige una actitud honesta, responsable y mucha sensatez.  

Dos errores se han cometido reiteradamente al promover una plataforma unitaria: uno, construirla con el objetivo de garantizar el control del llamado G4 (los 4 principales partidos). El problema no es tener control sino dar conducción política a la lucha.  Obvio, para actuar con eficacia hay que tener un grupo representativo que tome ágilmente las decisiones, no puede ser en una asamblea con 50 organizaciones. Entonces el punto a discutir es una ruta común, quienes y como se decide, cuál es la representatividad de los actores políticos.  No es un torneo de egos. Y el otro error fatal usualmente cometido es intentar construir la unidad desplazando al G4, lo que es imposible siendo esos partidos una demostrada realidad política y electoral.  Tener la mayor representación del parlamento y el reconocimiento internacional es ya un factor determinante.  Además mantienen una articulación muy importante con los gremios profesionales, empresariales y sindicales, el movimiento estudiantil organizado, la iglesia y otros sectores fundamentales de la vida nacional. Desconocer esta realidad es una mezquindad, una estupidez.

No es posible construir la unidad destruyendo lo que se tiene, es claro que la MUD es un punto de partida. Lógicamente, hay que revisar errores cometidos, evaluar las políticas y hacer las rectificaciones a que haya lugar pero ‎sin dudas, la unidad debe tener como núcleo al G4 y a la AN, garantizando que la conducción política sea incluyente. Debe abrirse e integrar a otros factores del mundo opositor, vale decir a María Corina Machado, Antonio Ledezma y Henri Falcón, entre otros. Lo incomprensible sería que alguno de estos factores pretenda que los demás se sumen a ellos, hablar de unidad si es “en torno a mí” es una egolatría inaceptable. Tanto como la absurda pretensión de un grupo de montar su propia "plataforma unitaria" y de asumir la representación opositora sin tener la fuerza y legitimidad para ello.  En el caso de Henri Falcón, debe comenzar por entender que  la mayoría del país se abstuvo, es decir no voto por quienes le hicieron una propuesta electoral. No necesariamente la abstención significa un respaldo a la MUD pero queda absolutamente claro que no respaldó a quienes hoy pretenden sustituirla y señalar sus errores.   Falcón y quienes lo apoyaron fueron derrotados, eso no es una tragedia pero es un hecho: pidieron el voto a un país que 80% rechaza a Maduro y ese país no votó por ellos.  Que no lograron inspirar confianza y movilizar al país, es un hecho indiscutible.  Lo lamentable es que Falcón llame “irresponsables” a esa mayoría que no votó, que anticipaba un resultado cantado y que advertía un fraude que después infantilmente él mismo denunció.  Esa mayoría que no votó, le envió un claro mensaje y exige respeto. ¡Así es la democracia! Unos y otros están a tiempo de rectificar, trabajemos en eso… Francamente, urge un liderazgo responsable.

Twitter: @richcasanova

sábado, 2 de junio de 2018

La oposición que quiere el gobierno

Podemos coincidir en que la MUD tiene tarea pendiente: la unidad que exige el país en esta hora crucial de la democracia obliga a todos a un esfuerzo superior, una mayor amplitud y un permanente ejercicio de tolerancia. Pero somos optimistas, durante el relanzamiento de la coalición unitaria se percibió en el discurso de sus voceros una genuina intención de rectificar posturas y propiciar puntos de encuentro.  Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de Henri Falcón y su periferia. Al contrario, observamos una permanente agresión al acusar de su suerte a una abrumadora mayoría que ejerció su derecho a no participar en unos comicios que consideraba fraudulentos, tal como el propio Falcón confirmaría posteriormente. 

Obvio, un candidato gana si la gente vota por él, así es en toda elección. Entonces, decir que se perdió por culpa de los que no votaron es absolutamente irresponsable, un disparate.  Cuando la semana pasada escribí “Pasando la página”, presumía que el candidato Falcón diría algo como “hice lo que creí mejor para el país, pensé que podíamos derrotar al gobierno pero no lo logramos, ahora es momento de sumar fuerzas contra la dictadura, discutir todo lo que sea necesario para lograr la unidad que los venezolanos esperan…”.  Pero no, salió con la inexplicable prepotencia de anunciar una nueva plataforma “unitaria” a partir de los magros resultados del 20M. Incluso asumiendo como ciertas las cifras infladas que ofreció el CNE, los resultados son devastadores para el gobierno y para quienes tercamente se empeñaron en participar, por tanto difícilmente servirán de sustento para imponer una “nueva oposición” al país.

Otra versión  responsabiliza de la debacle a los que convocaron a la abstención. Insólito, máxime si esa candidatura participó contrariando a la inmensa mayoría del país, tal como demostraron los resultados. ¿Qué esperaban? En todo caso, Falcón salió en campaña para intentar cautivar al electorado y los demás también expresaron públicamente su línea política. Si el candidato y su comando –por la razón que fuere- no lograron movilizar al país, es muy poco serio culpar a otros. A propósito del mundial de futbol, es como si el equipo que no pudo meter un gol culpe al público de su derrota. De verdad ¿ese es el liderazgo que necesita el país?  Y la pregunta no es una agresión sino un intento de motivar una seria reflexión.

Todo esto es un relato fantasioso, terrorífico, digno de Edgar Allan Poe.  Ver al hijo de Eduardo Fernández en Miraflores, haciendo una visita personal a Maduro y hablando en nombre de la oposición es patético.  Uno se pregunta si esa es la “nueva oposición” o si es el MAS, con su lamentable y muy largo historial como divisionista, llegando en su afán al extremo de postular candidatos en contra de los que ganaron las primarias. ¿Con qué autoridad moral van a hablarnos ahora de unidad?  Mientras la dictadura inhabilita a líderes fundamentales e ilegaliza a los principales partidos de oposición, aparecen repentinamente legalizados viejos partidos y otros literalmente inexistentes o recientemente fundados, cascarones con más letras en sus siglas que militantes pero dispuestos a este juego perverso.  ¿Esa es una “nueva oposición” o es la oposición que quiere el gobierno?  Por cierto, quienes nunca han tragado “gas del bueno”, los eternos ausentes en las luchas por la libertad de los presos políticos, ahora pretenden utilizar esta noble causa para justificar su proximidad con Maduro. ¡Es repugnante!

Procurar la unidad mintiendo no es posible, pretender que “los otros” no existen es una estupidez.  Voceros del entorno de Falcón han expuesto insólitas excusas para justificar la absurda pretensión de auto erigirse como la “nueva oposición”, uno de ellos argumentó que “la MUD no existe”, instancia que –le guste o no- agrupa a las principales fuerzas políticas del país y a la mayoritaria representación de la Asamblea Nacional: única institución legítima del país, pese a cualquier error u omisión que pudiera señalarse. Tan peregrino argumento, solo beneficia al gobierno y confirma la hipótesis del “Caballo de Troya”.  Acusar de colaboracionista a todo el que piense distinto es un exceso de la intolerancia inoculada por el chavismo, pero usualmente es también la consecuencia de posturas irresponsables o de dudosa factura democrática.

Otro dirigente exponía que el G4 había impuesto la línea abstencionista, lo cual pudiera interpretarse como el reconocimiento de un liderazgo real.  Sin embargo, la realidad es que “no votar” era un sentimiento del país cabalmente interpretado por los principales partidos.  No era solo el G4 sino la mayoría de las organizaciones partidistas, además los gremios profesionales, sindicales y empresariales; las universidades y el movimiento estudiantil; centenares de ONG´s, las distintas iglesias y la comunidad internacional, incluyendo la OEA y la ONU.  Más bien Falcón y sus aliados deberían reflexionar sobre las consecuencias de desestimar la opinión de esa aplastante mayoría, no desconocer ahora un resultado contundente y demoledor para soslayar responsabilidades e insistir en mantener dividida a la oposición democrática.  Antes la razón para dividir al país era el dilema entre votar o no ¿Ahora cuál es la excusa?  Digámoslo de otra manera: expongan aunque sea una razón seria, creíble y suficientemente noble para no sumar fuerzas a favor de la unidad en medio de esta tragedia que vive el país.  No necesitamos una nueva oposición, exigimos una oposición unida y un liderazgo responsable.  A partir de la decisión que tome cada quien en los próximos días, el país sabrá quien forma parte de ella y quien definitivamente no. Amanecerá y veremos…. 

Twitter: @richcasanova

sábado, 26 de mayo de 2018

Pasando la página

Aunque algunos no lo reconozcan, el pasado domingo 20 sucedió lo que todos esperaban: un proceso ilegítimo, viciado, centros electorales desolados, cifras infladas, en fin, una nueva estafa a los venezolanos. Lo importante ahora no es evaluar los resultados sino fortalecer la unidad y recomponer a las fuerzas opositoras: hay que “pasar la página”, algo que no puede ser un acto de hipocresía, ni debe asumirse con ligereza. Al contrario, exige una profunda reflexión de todos y una actitud responsable, mesurada y respetuosa.

Es una insensatez que algunos opositores que no participaron por considerar fraudulento el proceso y desde su convocatoria lo desconocen, ahora cuestionen a Falcón por pensar exactamente lo mismo. Es infructuoso decirle "tarde piaste, pajarito" porque no es tarde, estamos a tiempo y en la etapa que viene todos somos necesarios. No es hora del "te lo dije". Más bien, debemos valorar esa postura como un punto de encuentro: ahora todos desconocemos esta farsa. Además hay que valorarla porque Falcón la asume luego de confrontar internamente a grupos e individualidades que presionaban para que se reconociera la "victoria" de Maduro. Los mismos que conspiraron para impedir el oportuno retiro de su candidatura, aspiraban que finalmente jugara el rol de Bertucci.   

Lo sensato ahora es sumar fuerzas y Henri Falcón posee un liderazgo que vale la pena preservar en el campo opositor. También hay que abrir los brazos a mucha gente que lo apoyó pensando que realmente había oportunidad de derrotar al gobierno. Ciertamente, tras esa candidatura había gente con intereses oscuros y haciéndole comparsa al régimen pero son más los venezolanos decentes que abrazaban la esperanza de ganar. Junto a ellos debemos transitar la ruta del cambio.  Pasar la página no es simple retórica, es una exigencia de la realidad. Hoy más que nunca, la unidad es el valor esencial de nuestra lucha por recuperar la democracia.  

Pero pasar la página también sugiere una reflexión por parte de los que decidieron participar en estas "elecciones".  Poco ayudan a la unidad si culpan a la abstención o a los abstencionistas del revés electoral.  Quienes lanzaron una candidatura -pese a la opinión de la mayoría de los partidos, los gremios profesionales, sindicales y empresariales; la iglesia, las universidades, el movimiento estudiantil, la comunidad internacional, etc, etc- no pueden decir ahora que perdieron por culpa de los que no votaron. Muy diferente es la opinión de otro miembro del comando de campaña -Francisco Rodríguez- quien hablaba de "asumir ante el país la responsabilidad por no haber logrado nuestro objetivo. No debemos buscar otros culpables de nuestra derrota, ni entre los que nos adversaron ni entre los que no nos acompañaron".  Es una postura seria e inteligente que merece reconocimiento.

La inmensa abstención no es indiferencia, es una expresión política. Tampoco fue una manifestación espontánea sino una línea política claramente expresada por buena parte del liderazgo opositor. Desconocerlo es una mezquindad que sólo beneficia al gobierno.  Así las cosas, fortalecer la unidad supone respetar también a esa mayoría que -en ejercicio de su derecho- decidió no votar. Cuando alguien responsabiliza a terceros de sus acciones y se cree dueño de la razón, sin importarle la opinión de la mayoría, deja en evidencia su escaso talante democrático. Si algo hace falta hoy en Venezuela es un liderazgo que sea capaz de asumir la responsabilidad de sus actos y se diferencie así del chavismo que tiene casi dos décadas en el poder, siempre culpando a otros del desastre.  

Preocupa la miopía política de quienes -sin entender que la realidad del país exige la unidad de las fuerzas democráticas- se propongan la construcción de “una nueva referencia política” a partir de los 2 millones de votos que sacó Falcón y pretendan constituirse en "la nueva oposición". Sorprende que se creen las cifras infladas por el CNE, pero lo alarmante es la inmadurez, arrogancia e irresponsabilidad de plantearse un propósito tan sectario en medio de la espantosa tragedia que sufre el país. Francamente ¿Qué clase de “liderazgo” es ese?  

Confieso que tampoco entiendo a Eduardo Fernández y a otros dirigentes que se empeñan en hablar de "ganadores" en unas elecciones que nadie reconoce como tal.  Nadie, excepto el oficialismo.  ¿Cómo entender un insistente esfuerzo en coincidir con el gobierno o favorecerlo con sus opiniones?  Presentar a los que se abstuvieron como "ganadores" y colocar a los que participaron en el terreno de los "derrotados", es absurdo y lejos de contribuir con la unidad, prolonga la controversia y la división en el campo opositor. Si todos desconocen estas elecciones, no hay ganadores, ni perdedores en esta trinchera.  El único derrotado es Nicolás Maduro.  En efecto, este circo electoral no podía conducir a una victoria opositora pero tampoco resolvió el problema de gobernabilidad del régimen. ¡El gran perdedor es el gobierno! Ahora la crisis avanza, se profundiza aceleradamente y el cambio se hace inevitable. La dictadura tiene el sol en la espalda. Es tiempo de abandonar la retórica fatalista, dejar atrás los insultos y descalificaciones para levantar el espíritu, tender la mano franca y abrazarnos en una sola lucha. Lo contrario sería una estupidez imperdonable. ¡Venezuela no se rinde!

Twitter: @richcasanova

viernes, 4 de mayo de 2018

De la pelea arreglada al gobierno de transición

La incertidumbre política tiene al país en estado catatónico, nadie sabe exactamente como saldremos de esta tragedia pero el gobierno tampoco sabe cómo podrá sostenerse. En la calle se siente un clima pesado, una sensación de lo inevitable: el régimen está en su fase terminal. No podemos pronosticar el futuro pero si inferir al menos seis posibles escenarios en la coyuntura y algunas consideraciones que de ellos se derivan:

1.- Se suspenden las elecciones. Postergar el evento en nada beneficia a este gobierno que más bien adelantó la convocatoria por temor a los efectos de la crisis. La suspensión supondría un replanteamiento del escenario electoral que eventualmente podría amenazar la candidatura Falcón. Esto sugiere la posibilidad de un entendimiento tácito entre los participantes para continuar. Pese a la presión interna y externa, es poco probable la suspensión. Si se produjera, la unidad opositora sería esencial para tomar las decisiones y convertir el suceso en una real oportunidad de cambio.

2.- La victoria opositora.  No es posible un triunfo en las circunstancias de hoy, nos referimos a limitaciones que van mucho más allá de las condiciones electorales. Ganar es un espejismo si no vamos unidos y por ahora, tal cosa luce distante. Aun cuando hay voces conciliadoras buscando un punto de encuentro, es una candidatura que nace en solitario, hay problemas de confianza, persiste un radicalismo opositor que no ayuda y por si fuera poco, el comando de campaña ha tenido un equivocado manejo estratégico que solo ha contribuido a abrir la brecha. Quienes deberían ser tolerantes y construir puentes, más bien los dinamitan. No pretendo señalar errores sino advertir que la dinámica política actual no conduce a la unidad. En todo caso, si contra todo pronóstico Falcón llegara a ganar, hay que recordar que –según las condiciones aceptadas- la “entrega” del poder sería en Febrero de 2019 y se mantendría vigente la fraudulenta Asamblea Constituyente. De aquí a allá ¿quedará algo de país? Si acaso la realidad no arrasa antes con el gobierno, en ese ínterin la máquina moledora cubana dejaría al “presidente electo” en extrema debilidad, propiciando el escenario ideal para un gobierno de integración, “mientras tanto”. A la postre, un salvavidas para este régimen agónico. De nuevo la unidad sería clave para evitar que esa eventual victoria se convierta en pocos meses en un triunfo oficialista. 

3.- La pelea arreglada. No son las elecciones parlamentarias del 2015, ahora este gobierno moribundo y desesperado utilizará el poder militar y todos los recursos para torcer abiertamente la voluntad popular, asignando a cada candidato los votos justos, según su conveniencia. Si ya en las regionales –cuando había total unidad- fue difícil cubrir los centros de votación y la abstención fue altísima, la realidad de hoy deja la mesa servida para que el gobierno infle la votación de ambos candidatos. Algunos hablan de las encuestas que favorecen a la oposición y de la debilidad del gobierno, por eso apelo a la analogía boxística: Cuando una pelea esta arreglada, no importan las condiciones de los boxeadores sino hacer creíble el espectáculo y tener cuadrado al réferi.  Es decir, no es realmente una pelea sino un show y el riesgo de que terminemos todos siendo parte de la escenografía es muy alto. Por eso la comunidad internacional ha sido categórica al advertir el desconocimiento del resultado de estas “elecciones”.

4.- El gobierno de transición. Divididos, la única posibilidad de una victoria de Falcón no sería electoral sino derivada de la decisión de un gobierno consciente de su fragilidad: el poder se hace insostenible, vista la tendencia de la crisis a profundizarse y las complicaciones en el plano internacional. Así, el régimen concluye que su supervivencia está garantizada si ellos tienen fuerte influencia en el proceso de transición y ante la inevitable caída, optan por la posibilidad más conveniente. Como decía en una mesa un dirigente chavista “La transición necesaria no es con Capriles y mucho menos con Leopoldo, sino con alguien que sea potable de este lado, de lo contrario no es una transición”.  Esa tesis tiene sus radicales dentro del chavismo que dicen “Falcón presidente y nosotros la oposición… y así arrasamos por completo a la derecha”.  Este escenario sería una variante de “la pelea arreglada”.  Que exista gente pensando esas cosas dentro del chavismo o personas operando esa posibilidad en el entorno de Falcón no es algo para horrorizarse, alarmante sería que no exista una actuación unitaria de las fuerzas democráticas para evitar que esa transición se convierta en una “reedición del proceso”, aunque no sea la intención de Henri Falcón.  Que el chavismo decida propiciar su salida y a tales fines, intente utilizar a algún candidato opositor, es simplemente un escenario. Lo angustiante es la falta de unidad, insisto.

5.- Gana Maduro.  Es la otra variante de “la pelea arreglada”.  Si el régimen decide mantenerse a toda costa en el poder o si factores internos –civiles o militares- impiden la transición, el resultado final es que “gana” Nicolás Maduro.  Aunque en realidad no hay tal triunfo pues el resultado será desconocido nacional e internacionalmente, pero además esa supuesta victoria no cambia la realidad del país, ni soluciona la crisis de gobernabilidad del régimen.  Al día siguiente, la crisis social, económica, política y militar se agudizará seriamente, se acelerará el colapso y el país sencillamente será inviable. Ese día quienes se abstuvieron de participar en la farsa electoral podrán izar sus banderas y continuar la lucha sin sentirse derrotados pero sería muy importante sumar a quienes por una u otra razón creyeron que su voto podría hacer la diferencia.  De nuevo, es la unidad lo que hay que reivindicar como valor esencial de la lucha.

6.- Falcón se retira. El candidato ha sido enfático al decir que llegará hasta el final, por lo cual menos se preocupará el gobierno en ofrecer condiciones electorales.  ¿Para qué si a todo evento el otro candidato se mantendrá? Algunos analistas dicen que se mantendría porque siempre tendrá algo que ganar y no es así.  Si “gana” Maduro, obvio que Falcón estará en un dilema: O canta el fraude que buena parte del país le ha advertido y queda muy mal.  O queda peor reconociendo la “victoria” de Maduro, justo lo que aspira el gobierno y quienes lo han acusado de ser un Caballo de Troya.  Henri Falcón tiene un capital político que vale la pena preservar.  No es el caso de algunos aventureros que acompañan su candidatura por intereses facciosos, esos nada tienen que perder.  Lamentablemente estas dinámicas políticas son tenazas que aprietan y hacen imposible zafarse. Creo que Falcón no tiene intención de retirarse pero si lo hiciera, él sería el gran ganador: metería en un gran paquete al gobierno, acaba con todas las dudas que han tejido a su alrededor y se consolida como líder nacional. ¡Ya veremos!

En definitiva, el escenario más factible es la pelea arreglada, “ganando” Maduro o en su variante hacia el gobierno de transición.  Pero la realidad, mis amables lectores, es que sin unidad todo esfuerzo puede ser inútil y el gobierno lo sabe  Sin embargo, pese a la incertidumbre, estamos por salir de esta pesadilla. ¡Venezuela no se rinde! 

Twitter: @richcasanova

viernes, 6 de abril de 2018

Falsos supuestos, certezas y alternativas políticas

El venezolano de "a pie" vive una tragedia cotidiana y el país político distante de esa realidad, sumido en un debate estéril signado por falsos supuestos e incertidumbre. Es hora de dejar atrás lo ilusorio y hablar de certezas. Unos dicen que "si no votas, le darás el triunfo a Maduro y 6 años más en el poder". ¡Falso! Su permanencia no depende de estas "elecciones", ni hay victoria para el gobierno en un proceso que no es reconocido. Otros dicen: "la abstención deslegitima al gobierno" ¡No siempre! Restará legitimidad según las circunstancias en que ella se produzca y para que tenga efectos políticos se requiere unidad y acciones complementarias. Pero deslegitimar al régimen es un objetivo cumplido: hace tiempo está totalmente deslegitimado y más bien, debe evitarse que recupere reconocimiento internacional y estabilidad política. Solo para eso le pueden servir estas elecciones al gobierno, dependiendo de lo que haga la oposición.

Por otra parte, una intervención militar yanqui es algo tan fantasioso como un triunfo electoral de Falcón. Pese al descomunal rechazo del gobierno y lo que dicen las encuestas, ello es imposible y no por causa del candidato sino porque el proceso está diseñado para que una ínfima minoría pueda "ganar" e instalar definitivamente la desesperanza en el mundo opositor. Pensar que el gobierno -con su inocultable vocación delictiva- va a reconocer una alta abstención o una eventual victoria opositora, es una ingenuidad. Dudar de que alteraran las cifras para evitarlo es una candidez. Y esto no es renunciar a la ruta electoral, al contrario es tener claro el escenario. Por cierto, extraña que muchos “participacionistas” argumenten que a la dictadura no se le “pide” condiciones electorales: eso es verdad, nunca se le pide siempre hay que torcerles el brazo con presión política pero esa es una lucha que un demócrata jamás debe abandonar y menos quien tenga un candidato que aspira ganar. En fin, participar en estas “elecciones” no conduce al cambio sino a una "derrota" tan falsa como sería el triunfo oficialista. Manipular a los venezolanos –que buscan desesperadamente una salida- con el espejismo de una victoria, conducirá a que se sientan derrotados sin haberlo sido y a desmoralizar más al país democrático. Ahí sí habría el riesgo real de atornillar a Maduro en el poder.  La única manera de evitar ese cuadro de depresión colectiva es pisando tierra y hablando con franqueza. Generar falsas expectativas convenciendo a los venezolanos de que la abstención es una solución, es tan irresponsable como persuadirlos de votar para superar la crisis. ¿Qué dirán unos y otros “al día siguiente” cuando la realidad los desmienta?  La reflexión queda pendiente….

Así como estas "elecciones" no le sirven a la oposición para impulsar el cambio, tampoco le sirven a Maduro para resolver el problema de gobernabilidad, salvo que los errores y la división en el campo opositor le permitan capitalizar este evento inocuo. Aun así, todo indica que "al día siguiente" de ese simulacro, se profundizará la crisis económica, social, política y militar, entrando en una dinámica infernal que hará inviable al país e insostenible al gobierno, esta una realidad que el gobierno inútilmente busca frenar con esta farsa electoral: ¿de qué otra manera se explica el adelanto de unos comicios que estaban constitucionalmente pautados para fines de año? ¿Por qué no quedarse tranquilo y esperar hasta diciembre? Obvio, la crisis no da para tanto....  

La dictadura seguirá en su fase agonizante y la tendencia es irreversible, diría Tibisay.  Una buena noticia sería que la oposición o una parte de ella, se unificara en torno a las elecciones o al eventual retiro de la candidatura de Henri Falcón. El gobierno podrá igualmente desconocer cualquier resultado pero en unidad cambia sustancialmente el cuadro y al "día siguiente", la oposición podría dar una respuesta unitaria y realmente efectiva a los venezolanos. Para ello, ante un país lleno de dudas y desconfiado, tendrá el Frente Amplio que demostrar su amplitud y capacidad de diálogo. Y Henri Falcón que demostrar su talante democrático, valorando y respetando la opinión contraria.

Así llegamos al punto esencial: el debate que tiene sentido hoy no es electoral sino aquel que permita a la oposición unificar al país, aproximarse a la gente, alinearse con sus angustias y permita "al día siguiente" una acción enérgica y absolutamente democrática para poner fin a la dictadura y abrir las puertas a la libertad y el progreso, objetivo que debemos lograr más por la presión social e internacional.  Las elecciones no son el factor de cohesión del país: votar o abstenerse no es suficiente, sin unidad será inútil y cualquiera sea la ruta, construir alternativas para "el día siguiente" es lo verdaderamente relevante y es urgente. Quien quiera engancharse en la coyuntura electoral que lo haga pero el Frente Amplio debe trascender, si no ¿para qué sirve?

jueves, 1 de marzo de 2018

No basta con unas elecciones y la abstención no es suficiente

La unidad es esencial en la lucha democrática y fracturarla es el objetivo principal del gobierno, el cual necesita una candidatura creíble y con la fortaleza necesaria para legitimar unos comicios ilegalmente convocados, sin garantías, ni observación internacional y con la participación sólo de los candidatos y partidos que interesan al régimen. Pero la candidatura de Henri Falcón no les sirve ni para dividirnos, ni para legitimarse puesto que tiene un ostensible rechazo en el mundo opositor y exhibe el respaldo de partidos con una debilidad evidente y de dudosa factura democrática. Además el candidato viene con plomo en el ala: luego de 18 años en el poder, siendo gobernador en ejercicio y con el respaldo de todas las fuerzas de la Unidad, Henri Falcón resultó derrotado por una bate-quebrado como “la Almiranta” Carmen Meléndez.  Saque usted la cuenta…

Advierto que mi intención no es descalificar a Henri Falcón, a quien conozco personalmente. Su decisión es muy lamentable pero no es lo que molesta y hasta diría que tiene derecho a ser chavista en esta hora menguada de la “revolución”.  A lo que nadie tiene derecho es a usurpar el espacio de la oposición democrática con esa candidatura para legitimar al gobierno. Lo que molesta es que quienes apoyan esta operación divisionista no sean capaces de asumir su decisión e intenten justificarse con argumentos participacionistas como si no fuera obvio el rol que decidieron jugar.  Es muy duro decirlo y no me complace hacerlo, más bien es una obligación que -como decía un amigo- genera “sentimientos encontrados”, pues no somos abstencionistas y nadie ha renunciado a la ruta electoral o al voto como instrumento de cambio, solo que no estamos dispuestos a participar en esta parodia inmoral de un gobierno agonizante que tiene a la gente muriendo de hambre.

Y así llegamos al meollo. La dramática realidad nos trae al punto: la crisis social es el gran tema y es donde debemos encontrarnos como país.  La situación hoy es pavorosa, una tragedia y vista la abierta disposición del gobierno al fraude, unas simples elecciones no son la solución pero francamente la abstención tampoco basta.  Votando o no, la crisis avanza, el país va rumbo a un colapso, se hace inviable y la dictadura no resuelve su problema de gobernabilidad. Quienes dicen que si no participamos, Maduro “gana y se atornilla”, desconocen que su permanencia frente al gobierno depende de los poderes fácticos que sostienen a toda dictadura, no de ganar unas elecciones chimbas. ¿Y acaso votando el gobierno no “ganaría” también? La diferencia sería que el país se sentiría efectivamente derrotado. Es obvio que estas elecciones tampoco resuelven los problemas de la oposición: No posibilitan su cohesión en torno a ellas, ni propician las condiciones para el cambio.

Lo que realmente cohesiona al país es la dolorosa crisis que sufre hoy la población venezolana. La motivación principal de una inmensa movilización del país que pueda fracturar los cimientos de la dictadura es la lucha por las reivindicaciones sociales.  La prioridad de un político con sensibilidad social es la crisis humanitaria, no estas elecciones que más bien parecen unas primarias del PSUV. ¿A quién le importa el resultado de esa sátira?  ¿Ese resultado -que nadie reconocerá- podría cambiar la realidad social del país o le daría estabilidad al gobierno? ¿Qué cambia con este circo electoral? ¡Absolutamente nada!  Entonces mientras “el pastor”, Falcón y Nicolás andan en esa absurda campaña electoral, el liderazgo opositor debe tomar la iniciativa y acompañar al pueblo en sus penurias, hablar con la gente sobre el futuro.  No basta con unas elecciones y la abstención no es suficiente: la unidad democrática debe alinearse con el sentimiento real de los venezolanos, con sus angustias y sus esperanzas, construir soluciones y movilizar al país.  De eso se trata la política… 
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martes, 13 de febrero de 2018

El verdadero debate de la oposición


Uno de los pocos logros del régimen ha sido dividirnos, inocular su intolerancia en nosotros, alejarnos del debate responsable para sumergirnos en el pantano del insulto y la descalificación donde ellos suelen nadar. Dependiendo de lo que decida la Unidad, la discusión sobre votar o no será una nueva oportunidad para la crítica despiadada de los managers de tribuna, "lomito puro" para los radicales de oposición que no pierden tiempo para hacerle el juego al gobierno.

Votar o no puede ser  igual de efectivo políticamente dependiendo de las condiciones electorales y de la unidad de las fuerzas opositoras, es decir el éxito está asociado a la preeminencia de una estrategia única frente a la dictadura. Si la decisión colectiva es votar, quienes se abstengan estarán ayudando al régimen. Y si la decisión fuera abstenerse, quienes participen estarán probablemente legitimando a la dictadura. De manera que hoy -cuando la oposición no ha anunciado el camino a seguir- es extemporáneo y absurdo calificar a una postura u otra como "colaboracionista".   Por supuesto, es deseable que nuestras opiniones finalmente coincidan con la decisión unitaria de la oposición pero lo verdaderamente relevante es que tal decisión sea asumida, indistintamente de las preferencias de cada quien. En fin, qué hacer ante esta irrita convocatoria a elecciones no es una decisión personal.  Ojalá tengamos la humildad para entenderlo.

Si queremos hacer una discusión productiva, empecemos por salirnos de posturas dogmáticas. Siendo cierto que la ruta electoral es nuestra mejor opción, decir que "votar es nuestra única alternativa, es voto o es plomo" es tan falso como la necedad de que "dictadura no sale con votos".  Que votar legitima a la dictadura puede ser tan falso o tan cierto como que la abstención va a deslegitimarla, siempre dependerá del contexto político en que se produzcan los hechos. Hay que salirse de los clichés, falsos dogmas y prejuicios que nos alejan del mesurado análisis que exige el momento.

Votar cuando los opositores somos una inmensa mayoría y el régimen una minoría repudiada suena como elemental, parece de perogrullo pero no es así pues el resultado supuesto exige unas condiciones mínimas y es lo que intentó negociar la oposición en República Dominicana bajo una significativa presión internacional. Aun presumiendo el resultado de las negociaciones y pagando un alto costo político, la oposición concurrió para agotar la vía democrática y así preservar el respaldo internacional, sin el cual sería casi imposible superar esta calamidad de hoy. En todo caso, si la oposición democrática se negó a suscribir un acuerdo porque no ofrecía las indispensables condiciones electorales, ahora sería una enorme contradicción participar y en consecuencia, será muy difícil movilizar a nuestro electorado. Es decir, no basta con ser mayoría, debe haber condiciones para que ella pueda expresarse.

Pensar que "si logramos las mínimas condiciones electorales, participamos en los comicios… y si no las logramos, también vamos", es una falta de seriedad digna del genial Cantinflas, es subestimar a los electores.  Si esa era la política a seguir, no tenía sentido intentar esa negociación, cuyo resultado era predecible. Hubiéramos dicho de una vez: "vamos a elecciones ya, cualesquiera sean las condiciones porque somos mayoría".  Pero a estas alturas, ese argumento no es válido e igualmente denota improvisación y ausencia de un plan político en quienes aún lo sostienen. 

Otros argumentan que “el país quiere votar” y no lo dudo.  Lo más probable es que mis amables lectores también quieran votar pero considerando los antecedentes y el contexto, es razonable que muchos tengamos dudas sobre la pertinencia de hacerlo. Que alguien quiera votar, no supone disposición a ello. Para expresar esta distinción, algunos advierten que –más que votar- queremos elegir y tal cosa hoy no es posible.

Por otra parte, que el régimen ha demostrado que puede desconocer el resultado y gobernar sin respaldo popular, no puede ser un argumento para abstenerse pues tal desconocimiento eventualmente podría ser el detonante necesario para poner fin a la dictadura, así como el plebiscito de 1957 desencadenó el 23 de Enero.  Pero al contrario, quienes argumentan que si debemos participar contando con que esas elecciones terminarán siendo en el detonante, realmente expresan más un deseo que una política racional. Un desenlace similar requiere “condiciones objetivas” –como dirían los marxistas- y una unidad opositora que francamente no tenemos, por ahora. 

También es falso que puedan seguir gobernando en minoría indefinidamente pues la crisis avanza y es irreversible mientras ellos ejerzan el poder, conducen sin frenos hacia un abismo. El país se hace inviable, vamos rumbo a un colapso indistintamente de la farsa electoral que intentan montar.  El punto entonces es que -por una vía o por otra, votando o no- el cambio supone quebrar el apoyo de los factores o grupos de poder que históricamente han sostenido a las dictaduras.  Es decir, debemos enfocarnos en el objetivo real, el cual no necesariamente depende de participar o no en unos comicios convocados ilegalmente por una constituyente espuria que el mundo desconoce. 

Así las cosas, el objetivo hoy no es ganar unas elecciones, ni siquiera el dilema es participar o no. El desafío es identificar los conectores internos y con la sociedad, recomponer la unidad democrática, diseñar una estrategia única y trazar una ruta compartida que el país pueda comprender y respaldar. Es ahí donde la coherencia es esencial. Nadie podrá entender que -cuando el mundo entero anuncia que desconoce la convocatoria y no reconocerá el resultado de esas elecciones- la oposición inscriba candidatos.  Justo cuando el planeta coloca su angustiosa mirada sobre Venezuela y se apresta a incrementar las presiones contra la dictadura, nosotros vamos a participar en esas elecciones bufas, en ausencia de las mínimas garantías.  Lógicamente el país percibiría la contradicción y ello tendría impacto en el ánimo opositor. Así, el argumento de “participar porque somos mayoría” es -vistas las circunstancias- una vana ilusión de algunos opositores  y seguramente una esperanza de esta agónica y maloliente  NarcoDictadura.  

El debate en la oposición democrática no puede limitarse a participar o no, eso será intrascendente si no existe una plataforma cohesionada y una estrategia única para actuar en esta hora crucial de la democracia venezolana. No tengo dudas de que superaremos esta tragedia y Venezuela saldrá airosa de este episodio oscuro pero el país hoy exige sensatez, responsabilidad, claridad y coherencia al liderazgo nacional.  Amanecerá y veremos…. 

Twitter: @richcasanova

viernes, 12 de enero de 2018

Catatonia política y la fuerza de las mayorías

Nadie podrá cambiar la realidad si no tiene -como mínimo y entre otras cosas- una caracterización precisa de ella y una valoración adecuada de la coyuntura. A tales fines, de pronto en la medicina encontramos un concepto que nos ayuda: "La catatonia es un síndrome neuropsiquiátrico caracterizado por anormalidades motoras, que se presentan en asociación con alteraciones en la conciencia, el afecto y el pensamiento". ¿No es una buena descripción de la situación actual? En efecto, el país pareciera en estado catatónico. El régimen ha librado una guerra sicológica con éxito -por ahora- para dividir a la sociedad democrática, sembrar desaliento, instalar la idea de que no hay más alternativa que resignarse, ponerse de rodillas o irse del país. Esa operación sicológica -más que el CNE- le ha permitido algo insólito: ganar elecciones siendo una penosa minoría y lo peor, que la gente crea que pueden seguir ganando, sin importar la tragedia que hoy sufre la población.

Una parte del país se paraliza y otra dispara hacia su propia trinchera. La mejor expresión del "éxito" oficialista es la estúpida y suicida agresión de opositores contra opositores, como si el enemigo no estuviera claramente identificado en la acera del frente. Así las cosas, nuestra realidad puede entenderse como "un síndrome neuropsiquiátrico". Superarlo es la clave para salir de la crisis y los síntomas de una franca recuperación serían: una unidad monolítica y una actitud proactiva de esa mayoría que es hoy el país democrático.   La "anormalidad motora" asociada  al estado catatónico del país no es sólo la parálisis del aparato productivo, el colapso en ciernes de los servicios públicos o la incapacidad del régimen para generar soluciones; hay que reconocer también nuestra inmovilidad como sociedad.  El país se cae a pedazos pero cada quien atiende su propia emergencia, "nadie" reacciona, la mayoría espera que otro resuelva el problema y saque al gobierno. Lo más común es asignar la responsabilidad a "los políticos" y descalificar a quienes hoy asumen el riesgo de hacer política contra la dictadura.  Tal cosa no es racional y unificar al país exige cordura. Tampoco se trata de desconocer que el liderazgo (no sólo político) ha cometido errores, tiene una cuota mayor de responsabilidad y la obligación de dar conducción al proceso. Más bien se trata de poner fin al juego de culpar al otro, bien sea al imperio, la derecha o la guerra económica; o que siendo opositor, crea que los responsables son la MUD, sus líderes o partidos, en cuyo caso -si no se ha dado cuenta- usted opina exactamente igual que Maduro y Diosdado Cabello.  Obvio, en estas condiciones se dificulta movilizar al país.

En fin, estamos en un estado catatónico a juzgar también por "las alteraciones en la conciencia, el afecto y el pensamiento".  Salir de esta situación nos obliga entonces a ser conscientes y asumir cada quien su propia responsabilidad como ciudadano, sin dejar de exigir a otros que cumplan la suya.  Además, urge recuperar el afecto entre nosotros, seguramente lesionado por esta guerra sicológica que promueven los cultores del odio y la violencia.  Es hora de pensar y actuar con sensatez. Llega el momento del desenlace final y el país debe movilizarse, salir de ésta catatonia, enfrentar al régimen con la fuerza del amor y la razón, derrotar a esta dictadura con la convicción de que somos mayoría.  ¡Dios bendiga a Venezuela! 

Twitter: @RichCasanova