viernes, 22 de diciembre de 2017

Lo que la revolución jamás podrá quitarnos

Especialmente en tiempos difíciles, la música y la poesía son el refugio del espíritu.  A veces solo una tonada o un verso pueden calmar la angustia. Incluso, las desgracias de los pueblos suelen ser también inspiradoras y por eso la civilización se hace inmortal a pesar de la tiranía. La historia está llena de ejemplos... 

El poeta Czeslaw Milosz lideró el movimiento vanguardista y participó activamente durante la II guerra Mundial en la resistencia a la ocupación nazi. Sin duda, el talentoso Milosz -premio Nobel de Literatura- se inspiró en sus duras vivencias y no es un caso aislado: la producción poética de Europa del Este fue especialmente prolífica durante la primera mitad del siglo XX.  Lo mismo pudiéramos decir de la literatura y la música clásica durante el siglo IXX. Algo similar sucedió en otras latitudes y en otros tiempos. 

En el Caribe, en la terriblemente deprimida Cuba, la música popular ha sido una expresión indetenible desde los tiempos de la esclavitud y del son montuno.  Hasta en aquella América Latina plagada de cruentas dictaduras militares, el arte fue una contundente expresión de humanismo que los fusiles jamás pudieron silenciar. En fin, el tema es inagotable. El punto es que a pesar de la difícil realidad de nuestro país, el talento artístico nacional en cada rincón se rebela contra el totalitarismo y brinda su aporte al civismo. Además, el pueblo venezolano es único: asume con paciencia y hasta con humor la calamidad que padece. De eso se aprovecha este régimen indolente, creyendo que la paciencia es infinita y que puede burlarse eternamente del pueblo.

La nauseabunda e insaciable "revolución" chavista no sólo le ha robado el futuro a los venezolanos sino también el presente. En efecto, esta es la navidad más triste, más oscura de nuestra historia. Antes de esta plaga roja, la navidad empezaba en octubre y todo diciembre era una fiesta popular. Hasta en los hogares más pobres la familia se reunía para celebrar el nacimiento del niño Dios y nunca faltaba la tradicional hallaca, el pan de jamón y alguna bebida espirituosa para alborotar la fiesta. A los trabajadores le alcanzan los aguinaldos para algún "estreno", para el "Niño Jesús" de los muchachos y sobraba para los fuegos artificiales, algo muy común en el barrio para aquel entonces.

Hoy no escribo para hacer una remembranza de "lo que un día fue", sino para invitar a todos a revivir con ilusión a ese país y rescatar al espíritu navideño.  No es la primera vez que una revolución le roba la felicidad a un pueblo, más bien la historia confirma que siempre ha sido así.  Pero es la mima historia que nos dice que el poder es efímero y los pueblos siempre florecen. No importa cuán poderosa aparente ser, la tiranía siempre muere y la civilización es inmortal.  Hoy escribo para reafirmar el optimismo, recordar que la navidad está en nuestros corazones y nadie no las podrá quitar.  Siempre habrá una gaita y algún poeta, un humorista o un escritor, un amigo, un vecino y alguien a quien amar. Así que –pese a las circunstancias que embargan a la nación- hoy escribo para desear a mis admirados lectores una feliz navidad y regalarles la certeza que el próximo año será muchísimo mejor.... La revolución tampoco podrá quitarnos nuestro amor y compromiso de lucha por esta patria de Bolívar. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter: @richcasanova

viernes, 15 de diciembre de 2017

¿QUIÉN GANÓ Y QUIÉN PERDIÓ?

En las semanas previas a las elecciones municipales presenciamos un debate entre votar o no, cada quien sacó su conclusión y actuó en consecuencia. Hoy algunos critican a los que participaron por legitimar con su voto a la dictadura.  Otros pretenden culpar a los abstencionistas del resultado electoral.  Ni una cosa, ni otra, es la verdad. No se ha legitimado al régimen y este resultado es consecuencia de una multiplicidad de factores, donde la participación es uno de ellos pero es determinante el contexto y las condiciones electorales. Entonces ¿quién ganó y quién perdió?   

Antes de dar una respuesta, digamos que -en nuestra opinión- votar era lo correcto en municipios de marcada tendencia opositora. No hacerlo era políticamente un suicidio, algo inexplicable.  En otros municipios la discusión tiene sus bemoles. En todo caso, quienes no votaron también tenían muchas razones para abstenerse y cuestionarlos es absolutamente inútil.  Al contrario, hay que entenderlos y promover una reflexión para superar la difícil situación del país. Además, por razones ya expuestas ampliamente, los principales partidos se vieron obligados a no participar, es decir, a no inscribir candidatos, ni hacer campaña. Y decimos obligados porque ninguno ha renunciado a la ruta electoral sino que adoptaron esa postura como mecanismo de presión para lograr mejores condiciones. Que se logren o no, está por verse; así que la pertinencia de esa política es también una discusión postergada.  Lo cierto es que –por ahora- la dictadura logró imponer un sistema para ganar elecciones siendo una ínfima minoría y eso debemos revertirlo. ¡Ese es el foco! Ahí debe centrarse la lucha en los próximos meses...  Ahora, al hacer un balance del reciente proceso hay que considerar que formalmente la unidad democrática no participó, el gobierno si lo hizo y quien juega solo ni gana, ni pierde. En consecuencia, el resultado de las elecciones municipales no es una victoria del gobierno, ergo tampoco es una derrota de la oposición.  Más aún, el régimen pudo haber obtenido las 335 alcaldías y eso no altera el balance real de poder: el gobierno sigue siendo una penosa minoría con respaldo militar y la oposición continúa siendo una mayoría muy amplia, aunque ella no haya podido expresarse política y electoralmente. Con una gran diferencia: nosotros podemos superar la coyuntura, en cambio para el gobierno el cuadro es irreversible, la crisis de gobernabilidad tiende a profundizarse.

Así las cosas, la oposición democrática está obligada a recomponer la unidad frente a la tiranía y a tener un solo candidato presidencial. Pero también a vacunarnos contra la intriga desmoralizante y la intolerancia. No hay espacio para divisiones o planes facciosos.  En esas elecciones presidenciales tenemos que movilizarnos como jamás lo hemos hecho, venciendo todos los obstáculos y en medio de una situación política terrible para el gobierno, no sólo porque seguirá siendo minoría sino porque su incapacidad para superar la honda crisis económica y social, elevará el descontento popular hasta niveles nunca vistos. Ante esta realidad ¿seremos capaces de vencer el pesimismo?  ¿Podremos ver esa gran oportunidad para el cambio o....?  ¿Acaso alguien ve a un gobierno victorioso?  ¿Quién podrá sostener algún argumento para abstenerse?  Hoy, justo en ésta lóbrega madrugada, es cuando tenemos que tomar conciencia y encender una luz para no ver nuestra propia oscuridad. ¡Venezuela no se rinde!