viernes, 19 de mayo de 2017

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA

Muchos de los más despiadados dictadores de la historia tuvieron en sus inicios inmensos niveles de popularidad, incluyendo a Pinochet, Fidel Castro y hasta el mismísimo Hitler, quien llegó al poder en 1933 tras una abrumadora victoria electoral.  Sin embargo, todos terminaron convirtiendo la esperanza en tragedia y las simpatías en repudio. Nuestro país no es la excepción, en algún momento Chávez tuvo el 80% de respaldo popular, casi el mismo porcentaje que hoy enfrenta al régimen. 

Por otra parte, algunos de esos tiranos tuvieron el reconocimiento de las más importantes democracias del mundo. Tal es el caso del líder del partido comunista en Rumania, Nicolae Ceaucescu, cuyo rechazo a la Doctrina Brezhnev lo llevó a desafiar a Moscú, a oponerse a la invasión a Checoslovaquia y estuvo a punto de romper con el bloque comunista, tal como hiciera el Mariscal Tito en 1948 cuando retiró a Yugoslavia del Pacto de Varsovia.  Esa cadena de eventos explica que el presidente de EEUU, Richard Nixon visitara Bucarest en 1970, que Ceaucescu fuera recibido en 1978 por Jimmy Carter en la Casa Blanca y que hasta la Reina Isabel recibiera a este genocida en el Palacio de Buckingham.  Pero aunque los intereses geopolíticos se imponen, el apoyo internacional se desvanece ante los abusos de poder. ¡Las dictaduras siempre caen!

¿Cuál es la relación con Venezuela? Apoyado en la siniestra Securitate –un inescrupuloso aparato de esbirros, espías y delatores, similar al SEBIN- Ceuacescu arrasó con todo vestigio de libertad en Rumania.  Durante la década de los 80, el país entró en una crisis tan pavorosa como la deuda adquirida para financiar su permanencia en el poder. Además, las penurias de la mayoría contrastaban con el obsceno nivel de vida de la cúpula gobernante: el mismo desparpajo de la boliburguesía del PSUV.  Ceaucescu no supo interpretar la caída del Muro de Berlín, desestimó las protestas populares que se extendían por las principales ciudades, subestimó al pueblo y se apoyó en las fuerzas militares para sostener al régimen.  Esta penosa historia terminó con el dictador juzgado y fusilado –junto a su esposa- por los mismos militares que 3 días antes lo apuntalaban en el poder.  Sin duda, la fuerza de un pueblo decidido a cambiar es imbatible y toda tiranía tiene su fin.  Siendo así, además de “llegar” hasta el final ¿Qué otra opción tiene Maduro?   Pudiera hacer como Pérez Jiménez que simplemente se fue del país, luego de percatarse de la realidad y escuchar el consejo de su hombre de confianza, el General Llovera Páez, al recordarle que “pescuezo no retoña”.  Las alternativas se reducen pues no creo que Maduro sea tan cobarde para solucionar el problema como Hitler, quien se suicidó en su bunker junto a Eva Braun.  Y tampoco creo que sea tan valiente para inmolarse como Salvador Allende.  Así que sólo le queda negociar una salida, tal como lo hizo Augusto Pinochet al entender que –indistintamente de su poder bélico- política y electoralmente estaba derrotado. Al asumir que la estructura de poder se fracturaba y prueba de ello era la declaración a favor de la oposición de su propio Comandante de la Fuerza Aérea, el General Fernando Matthei, poco antes de entrar a la reunión convocada por el dictador para desconocer el resultado del referéndum.  Aunque Pinochet pagó igualmente por los crímenes cometidos, fue la salida más inteligente, menos costosa políticamente para él y menos dolorosa para Chile.  ¿Tendrá Nicolás Maduro la capacidad de aprender algo de la historia?  

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viernes, 12 de mayo de 2017

LA FUERZA INSPIRADORA DEL CAMBIO

En Abril del 2002, luego de una jornada de protestas con un saldo de 19 víctimas fatales, el Alto Mando Militar le solicitó la renuncia al presidente, "la cual aceptó".  Hoy la cúpula castrense ni se inmuta ante la dolorosa cuenta de 39 muertos durante poco más de un mes de protestas pacíficas.  Sin embargo, un espíritu combativo indoblegable y un optimismo desbordante recorren las calles. El país vence el miedo.  Pero también es comprensible que alguien sienta que "vamos como vacas al matadero", aunque no es así.  Justamente el objetivo de la represión –además de mostrar al gobierno con una fortaleza que no posee- es quebrar anímicamente al país y sembrar dudas sobre la ruta asumida.  Por eso es muy importante -luego de 40 días de lucha- reivindicar nuestras victorias.  Ciertamente la lucha es difícil pero la estamos ganando.  Y que nadie lo dude, vamos a salir de esta pesadilla: como toda dictadura, la cúpula se aferra a sus privilegios pero sin excepción, todas terminan entregando el poder bajo una insoportable presión social y política, nacional e internacional.  La clave es persistir en la lucha, actuar unitariamente y valorar nuestras victorias.  

Empecemos derrumbando los mitos: es falso que este sea un "gobierno poderoso", como pretende aparentar.  Al contrario, tiene un inmenso rechazo, está aislado internacionalmente, enfrenta una crisis descomunal y es incapaz de superarla, está dividido internamente su partido, enfrentado conflictos en la FAN y un largo etcétera. Francamente, más débil imposible y eso es un gran logro de esta lucha pacífica.  La única fortaleza "fortaleza" del régimen es su capacidad de represión, la cual también está fracturándose por nuestra presencia en las calles.  La estructura de poder comienza a exhibir grandes grietas, muchas.  La posición de la Fiscal General de la República condenando el Golpe de Estado de Nicolás Maduro -aunque muchos no la valoran- es también una victoria.  Que la presión de la calle se traslade al entorno familiar de militares y altos funcionarios, es otro logro de la ciudadanía.  Que el General Pérez Ampueda -Director de la Policía Nacional- se enfrente a los colectivos y se coloque delante de los manifestantes, es una victoria más de la Venezuela democrática. Que cada día crece el repudio a Nicolás Maduro y la disidencia dentro del chavismo ante la falsa Constituyente, es un dato de la realidad.  

En fin, la presencia de los venezolanos en las calles esta horadando el piso del gobierno y hace crujir su estructura de poder.  Las fuerzas policiales y militares se agotan, se preguntan si vale la pena defender a estos corruptos.  En cambio a nosotros nadie nos obliga, estamos en las calles por amor al país, defendiendo la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el futuro de las próximas generaciones.  Esa fuerza inspiradora es única. ¡Ni se compra, ni se vende!  No tenemos armas, ni vocación bélica.  Es claro que la violencia pertenece al gobierno, es el único terreno donde podría ganar.  Así que mantener la ruta pacífica y democrática de la protesta es crucial. Lo contrario nos iguala al gobierno en la barbarie y sería nuestra derrota.    Constancia y mucha fortaleza, vamos bien.  ¡Aquí nadie se rinde!

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sábado, 6 de mayo de 2017

LA ESCALADA DEL CONFLICTO

Si algo queda por destruir es la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela pero ya Nicolás Maduro le puso el ojo. Aun pisoteada por el régimen cubano-militar, la Carta Magna sobrevive. Aprobada por amplia mayoría en un escenario polarizado, a la postre fue asumida por quienes no votaron por ella. Paradójicamente hoy es la oposición quien la defiende; mientras aquellos que la promovieron, la aprobaron y decían que era "la mejor Construcción del mundo", ahora la violan y les resulta incómoda para sus pretensiones dictatoriales, tanto que la narco-revolución se apresta a pulverizarla y así demoler lo que algunos consideran el principal legado de “comandante eterno”.

La solución a la crisis no es cambiar la Constitución sino que sea respetada. Modificarla no es hoy un debate jurídico sino político y pudiéramos decir, ético. En efecto, los mismos que robaron al pueblo el Referéndum Revocatorio y las elecciones regionales, ahora buscan embaucar al país con una falsa Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para evadir una salida democrática, darle visos de legalidad a la dictadura y continuidad al Golpe de Estado. Si la propuesta fuera una ANC con bases comiciales transparentes y democráticas, sería otra cosa.  Pero que la mitad de los asambleístas provengan de las estructuras periféricas del régimen es una estafa inaceptable, algo que los venezolanos no vamos a permitir. ¡No es una polarización! La inmensa mayoría del país está cohesionada y plantada frente a una reducida cúpula ilegítima, autoritaria e inmoral.  De lado y lado, la estrategia es desgastar al oponente. El gobierno cree que la gente se cansará y en algún momento abandonará las calles con resignación. Por su parte, la oposición tiene la fuerza del pueblo y está decidida a persistir en una protesta enérgica pero pacífica hasta lograr la salida de Nicolás Maduro. Y si como está planteado, el gobierno se aferra al poder y la oposición se mantiene firme en las calles, si cada quien piensa que el otro se va a cansar, entonces la escalada del conflicto es lo más probable.  

Ahora, cansarse depende de condiciones físicas, anímicas y de variables políticas asociadas a la estrategia que cada quien asuma.  Sin profundizar el tema, diremos que para los demócratas es fundamental la unidad, tener confianza en el liderazgo opositor  y mantener la agenda de lucha. Hay que enfrentar esa falsa y truculenta ANC pero sin perder el rumbo, ni distraernos de nuestros objetivos. En cada movilización opositora uno siente amor por Venezuela, una fuerza de voluntad enorme, espontaneidad, mucho coraje y optimismo, cosas que el gobierno jamás podrá comprar. De hecho sus escuálidas movilizaciones son a punta de billete, llenas de caras largas y con enormes carencias humanas.  Aunque la dictadura tiene margen de maniobra, está en una precaria situación tanto por su extrema debilidad en el ámbito nacional e internacional como por las consecuencias sociales y económicas de la escalada del conflicto.  Cada día de protesta cívica, el gobierno gasta 500 mil Dólares en represión.  Los recursos destinados a alimentos o medicinas, lo invierten en perdigones y lacrimógenas. La industria -que ya operaba a un 30% de su capacidad instalada- terminará devastada; igual el comercio y el desolado campo venezolano.  Mientras Maduro siga en el poder, la profundización de la pavorosa crisis es una tendencia irreversible: el país se hace inviable.  Y lógicamente, el gobierno se hace insostenible. ¡Aquí nadie se rinde!

Twitter: @richcasanova