sábado, 26 de mayo de 2018

Pasando la página

Aunque algunos no lo reconozcan, el pasado domingo 20 sucedió lo que todos esperaban: un proceso ilegítimo, viciado, centros electorales desolados, cifras infladas, en fin, una nueva estafa a los venezolanos. Lo importante ahora no es evaluar los resultados sino fortalecer la unidad y recomponer a las fuerzas opositoras: hay que “pasar la página”, algo que no puede ser un acto de hipocresía, ni debe asumirse con ligereza. Al contrario, exige una profunda reflexión de todos y una actitud responsable, mesurada y respetuosa.

Es una insensatez que algunos opositores que no participaron por considerar fraudulento el proceso y desde su convocatoria lo desconocen, ahora cuestionen a Falcón por pensar exactamente lo mismo. Es infructuoso decirle "tarde piaste, pajarito" porque no es tarde, estamos a tiempo y en la etapa que viene todos somos necesarios. No es hora del "te lo dije". Más bien, debemos valorar esa postura como un punto de encuentro: ahora todos desconocemos esta farsa. Además hay que valorarla porque Falcón la asume luego de confrontar internamente a grupos e individualidades que presionaban para que se reconociera la "victoria" de Maduro. Los mismos que conspiraron para impedir el oportuno retiro de su candidatura, aspiraban que finalmente jugara el rol de Bertucci.   

Lo sensato ahora es sumar fuerzas y Henri Falcón posee un liderazgo que vale la pena preservar en el campo opositor. También hay que abrir los brazos a mucha gente que lo apoyó pensando que realmente había oportunidad de derrotar al gobierno. Ciertamente, tras esa candidatura había gente con intereses oscuros y haciéndole comparsa al régimen pero son más los venezolanos decentes que abrazaban la esperanza de ganar. Junto a ellos debemos transitar la ruta del cambio.  Pasar la página no es simple retórica, es una exigencia de la realidad. Hoy más que nunca, la unidad es el valor esencial de nuestra lucha por recuperar la democracia.  

Pero pasar la página también sugiere una reflexión por parte de los que decidieron participar en estas "elecciones".  Poco ayudan a la unidad si culpan a la abstención o a los abstencionistas del revés electoral.  Quienes lanzaron una candidatura -pese a la opinión de la mayoría de los partidos, los gremios profesionales, sindicales y empresariales; la iglesia, las universidades, el movimiento estudiantil, la comunidad internacional, etc, etc- no pueden decir ahora que perdieron por culpa de los que no votaron. Muy diferente es la opinión de otro miembro del comando de campaña -Francisco Rodríguez- quien hablaba de "asumir ante el país la responsabilidad por no haber logrado nuestro objetivo. No debemos buscar otros culpables de nuestra derrota, ni entre los que nos adversaron ni entre los que no nos acompañaron".  Es una postura seria e inteligente que merece reconocimiento.

La inmensa abstención no es indiferencia, es una expresión política. Tampoco fue una manifestación espontánea sino una línea política claramente expresada por buena parte del liderazgo opositor. Desconocerlo es una mezquindad que sólo beneficia al gobierno.  Así las cosas, fortalecer la unidad supone respetar también a esa mayoría que -en ejercicio de su derecho- decidió no votar. Cuando alguien responsabiliza a terceros de sus acciones y se cree dueño de la razón, sin importarle la opinión de la mayoría, deja en evidencia su escaso talante democrático. Si algo hace falta hoy en Venezuela es un liderazgo que sea capaz de asumir la responsabilidad de sus actos y se diferencie así del chavismo que tiene casi dos décadas en el poder, siempre culpando a otros del desastre.  

Preocupa la miopía política de quienes -sin entender que la realidad del país exige la unidad de las fuerzas democráticas- se propongan la construcción de “una nueva referencia política” a partir de los 2 millones de votos que sacó Falcón y pretendan constituirse en "la nueva oposición". Sorprende que se creen las cifras infladas por el CNE, pero lo alarmante es la inmadurez, arrogancia e irresponsabilidad de plantearse un propósito tan sectario en medio de la espantosa tragedia que sufre el país. Francamente ¿Qué clase de “liderazgo” es ese?  

Confieso que tampoco entiendo a Eduardo Fernández y a otros dirigentes que se empeñan en hablar de "ganadores" en unas elecciones que nadie reconoce como tal.  Nadie, excepto el oficialismo.  ¿Cómo entender un insistente esfuerzo en coincidir con el gobierno o favorecerlo con sus opiniones?  Presentar a los que se abstuvieron como "ganadores" y colocar a los que participaron en el terreno de los "derrotados", es absurdo y lejos de contribuir con la unidad, prolonga la controversia y la división en el campo opositor. Si todos desconocen estas elecciones, no hay ganadores, ni perdedores en esta trinchera.  El único derrotado es Nicolás Maduro.  En efecto, este circo electoral no podía conducir a una victoria opositora pero tampoco resolvió el problema de gobernabilidad del régimen. ¡El gran perdedor es el gobierno! Ahora la crisis avanza, se profundiza aceleradamente y el cambio se hace inevitable. La dictadura tiene el sol en la espalda. Es tiempo de abandonar la retórica fatalista, dejar atrás los insultos y descalificaciones para levantar el espíritu, tender la mano franca y abrazarnos en una sola lucha. Lo contrario sería una estupidez imperdonable. ¡Venezuela no se rinde!

Twitter: @richcasanova

viernes, 4 de mayo de 2018

De la pelea arreglada al gobierno de transición

La incertidumbre política tiene al país en estado catatónico, nadie sabe exactamente como saldremos de esta tragedia pero el gobierno tampoco sabe cómo podrá sostenerse. En la calle se siente un clima pesado, una sensación de lo inevitable: el régimen está en su fase terminal. No podemos pronosticar el futuro pero si inferir al menos seis posibles escenarios en la coyuntura y algunas consideraciones que de ellos se derivan:

1.- Se suspenden las elecciones. Postergar el evento en nada beneficia a este gobierno que más bien adelantó la convocatoria por temor a los efectos de la crisis. La suspensión supondría un replanteamiento del escenario electoral que eventualmente podría amenazar la candidatura Falcón. Esto sugiere la posibilidad de un entendimiento tácito entre los participantes para continuar. Pese a la presión interna y externa, es poco probable la suspensión. Si se produjera, la unidad opositora sería esencial para tomar las decisiones y convertir el suceso en una real oportunidad de cambio.

2.- La victoria opositora.  No es posible un triunfo en las circunstancias de hoy, nos referimos a limitaciones que van mucho más allá de las condiciones electorales. Ganar es un espejismo si no vamos unidos y por ahora, tal cosa luce distante. Aun cuando hay voces conciliadoras buscando un punto de encuentro, es una candidatura que nace en solitario, hay problemas de confianza, persiste un radicalismo opositor que no ayuda y por si fuera poco, el comando de campaña ha tenido un equivocado manejo estratégico que solo ha contribuido a abrir la brecha. Quienes deberían ser tolerantes y construir puentes, más bien los dinamitan. No pretendo señalar errores sino advertir que la dinámica política actual no conduce a la unidad. En todo caso, si contra todo pronóstico Falcón llegara a ganar, hay que recordar que –según las condiciones aceptadas- la “entrega” del poder sería en Febrero de 2019 y se mantendría vigente la fraudulenta Asamblea Constituyente. De aquí a allá ¿quedará algo de país? Si acaso la realidad no arrasa antes con el gobierno, en ese ínterin la máquina moledora cubana dejaría al “presidente electo” en extrema debilidad, propiciando el escenario ideal para un gobierno de integración, “mientras tanto”. A la postre, un salvavidas para este régimen agónico. De nuevo la unidad sería clave para evitar que esa eventual victoria se convierta en pocos meses en un triunfo oficialista. 

3.- La pelea arreglada. No son las elecciones parlamentarias del 2015, ahora este gobierno moribundo y desesperado utilizará el poder militar y todos los recursos para torcer abiertamente la voluntad popular, asignando a cada candidato los votos justos, según su conveniencia. Si ya en las regionales –cuando había total unidad- fue difícil cubrir los centros de votación y la abstención fue altísima, la realidad de hoy deja la mesa servida para que el gobierno infle la votación de ambos candidatos. Algunos hablan de las encuestas que favorecen a la oposición y de la debilidad del gobierno, por eso apelo a la analogía boxística: Cuando una pelea esta arreglada, no importan las condiciones de los boxeadores sino hacer creíble el espectáculo y tener cuadrado al réferi.  Es decir, no es realmente una pelea sino un show y el riesgo de que terminemos todos siendo parte de la escenografía es muy alto. Por eso la comunidad internacional ha sido categórica al advertir el desconocimiento del resultado de estas “elecciones”.

4.- El gobierno de transición. Divididos, la única posibilidad de una victoria de Falcón no sería electoral sino derivada de la decisión de un gobierno consciente de su fragilidad: el poder se hace insostenible, vista la tendencia de la crisis a profundizarse y las complicaciones en el plano internacional. Así, el régimen concluye que su supervivencia está garantizada si ellos tienen fuerte influencia en el proceso de transición y ante la inevitable caída, optan por la posibilidad más conveniente. Como decía en una mesa un dirigente chavista “La transición necesaria no es con Capriles y mucho menos con Leopoldo, sino con alguien que sea potable de este lado, de lo contrario no es una transición”.  Esa tesis tiene sus radicales dentro del chavismo que dicen “Falcón presidente y nosotros la oposición… y así arrasamos por completo a la derecha”.  Este escenario sería una variante de “la pelea arreglada”.  Que exista gente pensando esas cosas dentro del chavismo o personas operando esa posibilidad en el entorno de Falcón no es algo para horrorizarse, alarmante sería que no exista una actuación unitaria de las fuerzas democráticas para evitar que esa transición se convierta en una “reedición del proceso”, aunque no sea la intención de Henri Falcón.  Que el chavismo decida propiciar su salida y a tales fines, intente utilizar a algún candidato opositor, es simplemente un escenario. Lo angustiante es la falta de unidad, insisto.

5.- Gana Maduro.  Es la otra variante de “la pelea arreglada”.  Si el régimen decide mantenerse a toda costa en el poder o si factores internos –civiles o militares- impiden la transición, el resultado final es que “gana” Nicolás Maduro.  Aunque en realidad no hay tal triunfo pues el resultado será desconocido nacional e internacionalmente, pero además esa supuesta victoria no cambia la realidad del país, ni soluciona la crisis de gobernabilidad del régimen.  Al día siguiente, la crisis social, económica, política y militar se agudizará seriamente, se acelerará el colapso y el país sencillamente será inviable. Ese día quienes se abstuvieron de participar en la farsa electoral podrán izar sus banderas y continuar la lucha sin sentirse derrotados pero sería muy importante sumar a quienes por una u otra razón creyeron que su voto podría hacer la diferencia.  De nuevo, es la unidad lo que hay que reivindicar como valor esencial de la lucha.

6.- Falcón se retira. El candidato ha sido enfático al decir que llegará hasta el final, por lo cual menos se preocupará el gobierno en ofrecer condiciones electorales.  ¿Para qué si a todo evento el otro candidato se mantendrá? Algunos analistas dicen que se mantendría porque siempre tendrá algo que ganar y no es así.  Si “gana” Maduro, obvio que Falcón estará en un dilema: O canta el fraude que buena parte del país le ha advertido y queda muy mal.  O queda peor reconociendo la “victoria” de Maduro, justo lo que aspira el gobierno y quienes lo han acusado de ser un Caballo de Troya.  Henri Falcón tiene un capital político que vale la pena preservar.  No es el caso de algunos aventureros que acompañan su candidatura por intereses facciosos, esos nada tienen que perder.  Lamentablemente estas dinámicas políticas son tenazas que aprietan y hacen imposible zafarse. Creo que Falcón no tiene intención de retirarse pero si lo hiciera, él sería el gran ganador: metería en un gran paquete al gobierno, acaba con todas las dudas que han tejido a su alrededor y se consolida como líder nacional. ¡Ya veremos!

En definitiva, el escenario más factible es la pelea arreglada, “ganando” Maduro o en su variante hacia el gobierno de transición.  Pero la realidad, mis amables lectores, es que sin unidad todo esfuerzo puede ser inútil y el gobierno lo sabe  Sin embargo, pese a la incertidumbre, estamos por salir de esta pesadilla. ¡Venezuela no se rinde! 

Twitter: @richcasanova