viernes, 7 de diciembre de 2018

Fernando Albán y los que mueren por la vida

A propósito de cumplirse dos meses del presunto asesinato de Fernando Albán, puede uno recordar a Vladimir Mayakovski, el poeta de la revolución rusa, quien dejó para la posteridad una hermosa prosa a favor del proletariado y de los campesinos. Su obra era honesta, producto de la revolución bolchevique, era expresión de la gesta revolucionaria de 1917 pero absolutamente incompatible con los millones de víctimas de Stalin como consecuencia de la brutal represión y de la “Nueva política Económica”. Quizás eso explique su suicidio, una mañana del 14 de abril de 1930.  Al final, la poesía supone una sensibilidad discordante con la muerte, exige un respeto infinito por la condición humana y por la vida.  Esa trágica realidad explica también el suicidio de Nadezhda Alilúyeva –esposa de Stalin- luego de reclamarle a su marido por la hambruna en Ucrania y el sufrimiento de los campesinos soviéticos. Toda esta atrocidad revolucionaria fue igualmente la justificación del asesinato de León Trotski en México. En fin, las revoluciones han terminado siendo una historia de dolor y muerte.  

La alusión a Vladimir Mayakovski tiene pertinencia en nuestra consternada Venezuela, donde el autoproclamado “poeta de la revolución” -otrora tiempo, supuesto defensor de DDHH- usurpa funciones como Fiscal General de la República, cargo que según la vigente Constitución debe ser designado por el parlamento y no por esa ilegal constituyente cubana que sirve de sostén a la inmoral dictadura.  Pero lo grave no es la usurpación de la Fiscalía sino que ésta pretenda ser la mampara jurídica para la violación flagrante de DDHH e incluso la justificación de crímenes horrendos.  La Fiscalía se ha degradado a partir de las actuaciones del usurpador. En el caso de Fernando Albán, inexplicable y presurosamente salió a avalar la versión de los torturadores.  Sin que mediara investigación alguna, declaró como suicidio su muerte, algo que han desmentido sus abogados y que honestamente nadie puede creer. Incluso ha asumido el rol de esbirro al amenazar con cárcel a todo un país que tiene la convicción de que Albán fue asesinado y simplemente exige justicia. Garantizarla debería ser su obligación pero ha optado por la complicidad.

La muerte de nuestro amigo Fernando también nos recuerda a Alí Primera: "los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos”.  Evocar al Cantor del Pueblo, a un auténtico revolucionario comprometido con los más pobres y las causas nobles, nos permite recuperar un patrimonio cultural de los venezolanos expropiado por el régimen y al mismo tiempo, dejar al descubierto a esa falsa izquierda, protagonista de esta atroz narco-dictadura.  Alí Primera detestaba el militarismo, sentía tanta repugnancia por el verde oliva como por la corrupción y militó en una izquierda que justamente rompía con el imperialismo soviético y el comunismo cubano.  Es decir, jamás hubiera estado con el chavismo y mucho menos, con lo que ahora representan Maduro y Diosdado Cabello. Alí Primera tiene razón: no es momento de llorar a nuestros muertos sino de reivindicarlos.  Pero también tiene razón Rubén Blades: “Prohibido Olvidar”. No es hora del silencio sino de elevar la voz y mantener nuestra lucha por las causas justas.  Es hora de honrar con coraje la memoria de quienes han ofrecido su vida por la libertad y la justicia. ¡Venezuela no se rinde!

Twitter: @richcasanova

La Hora del Deslinde

(01-12-18).- Está llegando el momento de aislar a los extremos, de dar la espalda a quienes desde el anonimato acusan de cobarde a los que arriesgan.  Luce absurda la crítica mordaz y obstinada desde Miami contra los que hacen política y procuran construir una salida real, más allá de fantasiosas invasiones o salidas mágicas que francamente no existen.  El país está hastiado del show y las faltas promesas de un liderazgo mesiánico que tiene meses autoproclamándose como una “reserva moral” y cuestionando a todos los demás.  Esa pretensión de pureza, de ser una raza superior predestinada, tiene un insoportable tufo fascista.  No tengo dudas que el país está colocando a esos sectores en el hombrillo y está circulando una ruta distinta.  Quizás lo haga en silencio, sin estridencia, pero el país se mueve bajo otras referencias.  Lamentablemente, también en nuestras organizaciones encontramos gente incapaz de comprender procesos que se están dando en diversos ámbitos y esferas de la sociedad, articulados por un hilo invisible.  En todas las organizaciones encontramos gente que piensa en la confrontación como único recurso político, que cree que Twitter es Venezuela, que convierte cualquier grupo de WhatsApp en su campo de batalla y persigue victorias minúsculas.   Es hora de empinarse por encima de lo subalterno, centrarse en lo relevante y dejar en el hombrillo a quienes carecen de la madurez política para colocarse a la altura de las circunstancias. Es la hora del deslinde…. No perdamos ni un minuto en ese debate estéril.

En efecto, el país está cambiando. En gremios profesionales, empresariales y sindicales, en ONG`s y grupos de trabajo, en distintos escenarios se está hablando de la necesidad de incrementar la presión interna y articular la elevada presión internacional para forzar la negociación de una salida a la descomunal crisis que sacude al país.  Hace unos meses, tal posibilidad habría sido molida por una opinión pública radicalizada pero como decía Teodoro “solo los estúpidos no cambian de opinión”.  Comienza a sentirse una ola de sensatez.  Hay políticos de diversa procedencia pensando como estadistas y articulando esfuerzos unitarios en bajo perfil.  Aun cuando incipientes, los avances en el Frente Amplio hay que valorarlos como positivos.   En fin, aunque muchos no las vean, están pasando cosas.  

La política no se hace a partir de dogmas sino de realidades. Votar o abstenerse no es un asunto de principios sino de estrategia y está asociada a una condición determinante: la Unidad.  En dictadura, concurrir a un evento electoral sin la unidad de las fuerzas democráticas es francamente una ociosidad que eventualmente termina fortaleciendo al régimen. Sería algo tan estúpido como la abstención crónica o la necedad de que “no voto porque legitimo al gobierno”.  Las dictaduras son ilegítimas por definición y tal condición no depende de su participación o no en determinado evento electoral.  Lo cierto es que una oposición democrática debe procurar el escenario electoral, donde el arma es el voto y no el fusil, máxime si el gobierno tiene un rechazo superior al 80%.   Entonces, de lo que se trata es de “hacer política”.  El liderazgo debe trabajar en generar las condiciones políticas para que cualquier escenario democrático pueda traducirse efectivamente en un resultado y no sea un ejercicio quimérico de grupos principistas.  Ese es un cambio sustancial en la Política y el país se está moviendo en esos nuevos referentes.  Además, la inmensa fuerza internacional que respalda una salida democrática en Venezuela, no puede entender que no exista una interlocución unitaria que le brinde coherencia a esa política. Sin duda, ha llegado la hora del deslinde….

Twtter: @RichCasanova