viernes, 5 de diciembre de 2014

ARTE, ESPECTACULO Y POLITICA

Los ataques contra artistas y orquestas que participan en los show que monta el gobierno, no sólo son inmerecidos sino un craso error. Los radicalismos –de derecha o izquierda- construyen muros sustentados en la intolerancia y en una falsa moral que coloca al arte como un privilegio exclusivo para quienes piensan políticamente igual. Una de las grandes orquestas de todos los tiempos, la Sonora Ponceña, fue víctima de cuestionamientos tan severos como las brutales agresiones del oficialismo contra Willie Colón, otra leyenda de nuestra música caribeña. Aunque éste opine con vehemencia distinto al gobierno –es su derecho- la mayoría de los chavistas bailan su música. Por cierto, calificar toda opinión contraria al gobierno como “intromisión” es un acto de cinismo de este régimen cubano-militar. También nuestro admirado Oscar De León ha sido víctima de ataques por querer cantar para todos los venezolanos alegando que tiene seguidores de un lado y otro. ¿Es mentira? ¿Por qué negarle ese derecho? Una cosa es el arte y otra el mercado que se genera en torno a él. Es como insultar a Tito Salas porque pintó “Los Causahabientes”. O despotricar de Rafael Cadenas, si el chavismo lee su poesía; o del Arquitecto Villanueva porque trabajó para la dictadura. En el caso que nos ocupa, el espectáculo es un engranaje más de la industria discográfica, un negocio honesto y legítimo como cualquier otro. La contradicción ética no es imputable al artista que simplemente está trabajando sino a este gobierno inmoral e irresponsable que dilapida la bicoca de 14 millones de Dólares, en medio de esta honda crisis social y económica que asfixia al país. Afincarse en una crítica contra las orquestas es ponerle una cortina a la obscena corrupción que está implícita en el evento “Suena Caracas”. ¡A guiso es que suena! Hay que centrarse en develar la podredumbre de un régimen indolente que pretende ocultar la tragedia cotidiana que viven los venezolanos con música y demagogia barata. Agredir a los artistas es absolutamente desenfocado y políticamente contraproducente pues el régimen aspira con el espectáculo darse también “un baño de popularidad” ante su caída en todas las encuetas y al atacar a la Sonora Ponceña –para seguir con nuestro ejemplo- el opositor se distancia de un genuino sentimiento popular e inconscientemente le hace el juego al gobierno. Esa actitud desconoce que el público es diverso, irrespeta a ese pueblo que brindó un sonoro aplauso en ese evento a Desorden Público cuando le dijo corrupto al gobierno en sus propias narices. Distinto el caso de artistas cuya obra es un acto de servilismo y adulancia. Es indecoroso que la Compañía Nacional de Danza aproveche el subsidio y otros beneficios del Estado para montar el ballet (o jallet) “De Arañero a Libertador” y antes “Hasta la victoria siempre”. También la corrupción intelectual es repugnante. El país que debemos recuperar es aquel de mutuo respeto, donde un presidente condecoraba al maestro Pedro León Zapata, siendo un opositor de izquierda y pese al mordaz humor de su obra. Un país decente donde la corrupción no suene como en Caracas. ¡Juntos lo haremos posible!

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