Hoy más que nunca Venezuela necesita un
gobierno civil que sea promotor del pleno ejercicio de la ciudadanía y del
respeto a las instituciones, en vez de esta demencial y repugnante megalomanía
armamentista. Revocar a Nicolás Maduro es también frenar la pretensión
cobarde de asfixiar con la bota militar a la sociedad democrática, reprimiendo
a un pueblo con hambre e intentando silenciar el descontento en medio de la más
pavorosa crisis de su historia. Aún en la situación de extrema debilidad
en que se encuentra, si Maduro tuviese compresión de la realidad y suficiente
coraje, si no fuera un peón de los Castro y de la cúpula militar corrupta,
seguramente procuraría reivindicar su condición de presidente civil pero al
contrario, ha preferido restregarnos el rasgo militarista del régimen... Y
después se pregunta por qué nadie lo respeta.
El pasado 5 de julio fue una oportunidad
para marcar contrastes. Con su sesión solemne en la Asamblea Nacional,
los civilistas reivindicaron que aquella gesta no fue una victoria de los
fusiles sino del intelecto y la pluma, no se impuso una charretera sino las
convicciones democráticas, no fue la pólvora el insumo más valioso en aquella
lucha sino el lúcido pensamiento político libertario de Juan Germán Roscio y
Francisco Javier Isnardi, principales redactores del Acta de
Independencia. De todo esto Nicolás Maduro está ausente, no fue una
simple inasistencia del presidente al Palacio Federal Legislativo sino
expresión de las carencias y miserias de quienes "por ahora" ejercen
el poder. Desde esta perspectiva, era lógico que no asistiera. ¡No podía
estar ahí!
Naturalmente, Maduro y su fracasado
gobierno prefirió refugiarse en esa casta militar desprestigiada que nadie
respeta y a todos avergüenza, para desde ahí insultar al país y repetir las
trilladas frases sobre un Ejército heroico y "forjador de libertades"
que francamente nadie ve. Lo que vemos es una partida de corruptos con el
pecho tapizado de chapas de refresco y presillas de hojalata, ganadas
pisoteando Derechos Humanos, arrastrando la dignidad de la FAN, colocando las
dos rodillas “en tierra” ante el poder cubano o al calor de una parrilla tan
suculenta como los negocios hechos a la sombra del poder. Lo que penosamente
hemos visto es como se evaden acusaciones de narcotráfico que pesan sobre altos
oficiales y más bien, se les condecora o asciende. Si Nicolás Maduro piensa que rodearse de sus
chafarotes va a amedrentar al país, habrá que decirle que hoy el hambre es más
grande que el miedo, la indignación contra este gobierno es tan extensa e
intensa que no deberían seguir subestimando al pueblo.
También habría que decirle a Maduro que
no es buena idea refugiarse en la boca del lobo. La historia es prolífica en
ejemplos pero basta con recordar al ex presidente Herrera Campins: "los
militares son leales hasta que dejan de serlo". En fin, mientras una
cúpula sin respaldo popular, ni autoridad moral se aferra a fantasmas y habla
de una realidad inexistente; en esta Venezuela de contrastes la inmensa mayoría
vive una tragedia cotidiana, lucha por un cambio y apela para ello a la vía
constitucional: el revocatorio. Para todos, en particular para Nicolás Maduro,
obstaculizar este indetenible proceso de cambio puede tener un alto costo
político. "Pescuezo no retoña", le diría su colega Pérez
Jiménez, quien si tenía razones para ser militarista.
Twitter:
@richcasanova
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