Un nuevo presidente de la Asamblea Nacional al día siguiente que Nicolás Maduro cambia su gabinete: dos eventos conexos que hay que analizar por separado. El nuevo gabinete es un intento de minimizar un acontecimiento que no pudieron impedir: la instalación de la nueva directiva del parlamento. También es la expresión de una voraz crisis interna en el PSUV: la designación de Tareck El Aissame como Vicepresidente, no es una decisión autónoma de Maduro sino el resultado de una negociación en debilidad para buscar el equilibrio mínimo y sobrevivir. ¿O alguien cree que Maduro quería designar a un vicepresidente tan desprestigiado y cuestionado? El conflicto pica y se extiende: así lo indica la cara larga de Aristóbulo Isturiz, al pasar de ser "el segundo a bordo" a un folclórico Ministro de las Comunas. Elías Jaua y Adán Chávez también aspiraban el cargo y para desgracia del país, ese par de trogloditas terminaron como Ministros de Educación y de Cultura, algo digno de “aunque usted no lo crea”. Diosdado, Padrino López y demás dinosaurios del militarismo tienen las garras sobre Maduro, quien está contra las cuerdas mientras el país sigue cuesta abajo en su rodada.
En efecto, la crisis ya hoy es pavorosa y todo indica que se agudizará: no existe una sola razón para suponer una reactivación económica con este hamponato en el poder. Y no basta con sacar al presidente, como ahora apuestan –según dicen- el llamado Cartel de los Soles y otros grupos internos. Para completar el cuadro, sume usted el ascenso de Trump a la presidencia de EEUU, el descrédito internacional de la narco-revolución chavista y la burla al Vaticano, cuya primera consecuencia es el endurecimiento de la postura de la iglesia, un factor de poder que tiene más de 2000 años de experiencia en estas lides. En otras palabras, el gobierno está aislado y en una debilidad extrema, aunque algunos no puedan verlo, quizás porque solo ven la superficialidad de una realidad muy compleja.
En este contexto, asume Julio Borges la presidencia de la AN. Su discurso tuvo dos vectores principales: un mensaje a nuestra FAN y una jugada de avance en el tablero: anunciar la declaratoria del "abandono del cargo". El gobierno apelará al TSJ para desactivar esa bomba pero es un conflicto en desarrollo, cuya deriva está por verse y donde unas elecciones generales son una opción, incluso para Nicolás Maduro, si quiere preservar el liderazgo interno. En principio, este paso puede lucir como "un callejón sin salida" y aquí cobra sentido el mensaje de Julio Borges a la institucionalidad castrense. Lógicamente, hay algo que debemos asumir: el “diálogo” fue el último y muy necesario intento de alcanzar una salida democrática convencional. Su fracaso colocó -no a la oposición, ni al gobierno- sino al país en un callejón sin salida. ¿Que nos queda? ¿Insistir en el diálogo? ¿Esperar al 2018 mientras el país se desangra? ¿Apostar a unas elecciones regionales que no sabemos si se realicen? ¿O que la AN se limite a legislar como si fuera un país normal? Digo, si es que antes la satrapía no disuelve el parlamento. Es decir, “llegamos al llegadero”, la única opción es luchar y hay una luz en el callejón. ¡Somos mayoría! Razones hay muchas para salir a la calle a exigir la convocatoria a elecciones generales: el abandono del cargo y la presumible respuesta del régimen, será una más y la motivación para organizar la movilización del pueblo.
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