La unidad es esencial en la lucha democrática y fracturarla es el objetivo principal del gobierno, el cual necesita una candidatura creíble y con la fortaleza necesaria para legitimar unos comicios ilegalmente convocados, sin garantías, ni observación internacional y con la participación sólo de los candidatos y partidos que interesan al régimen. Pero la candidatura de Henri Falcón no les sirve ni para dividirnos, ni para legitimarse puesto que tiene un ostensible rechazo en el mundo opositor y exhibe el respaldo de partidos con una debilidad evidente y de dudosa factura democrática. Además el candidato viene con plomo en el ala: luego de 18 años en el poder, siendo gobernador en ejercicio y con el respaldo de todas las fuerzas de la Unidad, Henri Falcón resultó derrotado por una bate-quebrado como “la Almiranta” Carmen Meléndez. Saque usted la cuenta…
Advierto que mi intención no es descalificar a Henri Falcón, a quien conozco personalmente. Su decisión es muy lamentable pero no es lo que molesta y hasta diría que tiene derecho a ser chavista en esta hora menguada de la “revolución”. A lo que nadie tiene derecho es a usurpar el espacio de la oposición democrática con esa candidatura para legitimar al gobierno. Lo que molesta es que quienes apoyan esta operación divisionista no sean capaces de asumir su decisión e intenten justificarse con argumentos participacionistas como si no fuera obvio el rol que decidieron jugar. Es muy duro decirlo y no me complace hacerlo, más bien es una obligación que -como decía un amigo- genera “sentimientos encontrados”, pues no somos abstencionistas y nadie ha renunciado a la ruta electoral o al voto como instrumento de cambio, solo que no estamos dispuestos a participar en esta parodia inmoral de un gobierno agonizante que tiene a la gente muriendo de hambre.
Y así llegamos al meollo. La dramática realidad nos trae al punto: la crisis social es el gran tema y es donde debemos encontrarnos como país. La situación hoy es pavorosa, una tragedia y vista la abierta disposición del gobierno al fraude, unas simples elecciones no son la solución pero francamente la abstención tampoco basta. Votando o no, la crisis avanza, el país va rumbo a un colapso, se hace inviable y la dictadura no resuelve su problema de gobernabilidad. Quienes dicen que si no participamos, Maduro “gana y se atornilla”, desconocen que su permanencia frente al gobierno depende de los poderes fácticos que sostienen a toda dictadura, no de ganar unas elecciones chimbas. ¿Y acaso votando el gobierno no “ganaría” también? La diferencia sería que el país se sentiría efectivamente derrotado. Es obvio que estas elecciones tampoco resuelven los problemas de la oposición: No posibilitan su cohesión en torno a ellas, ni propician las condiciones para el cambio.
Lo que realmente cohesiona al país es la dolorosa crisis que sufre hoy la población venezolana. La motivación principal de una inmensa movilización del país que pueda fracturar los cimientos de la dictadura es la lucha por las reivindicaciones sociales. La prioridad de un político con sensibilidad social es la crisis humanitaria, no estas elecciones que más bien parecen unas primarias del PSUV. ¿A quién le importa el resultado de esa sátira? ¿Ese resultado -que nadie reconocerá- podría cambiar la realidad social del país o le daría estabilidad al gobierno? ¿Qué cambia con este circo electoral? ¡Absolutamente nada! Entonces mientras “el pastor”, Falcón y Nicolás andan en esa absurda campaña electoral, el liderazgo opositor debe tomar la iniciativa y acompañar al pueblo en sus penurias, hablar con la gente sobre el futuro. No basta con unas elecciones y la abstención no es suficiente: la unidad democrática debe alinearse con el sentimiento real de los venezolanos, con sus angustias y sus esperanzas, construir soluciones y movilizar al país. De eso se trata la política…
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