Podemos coincidir en que la MUD tiene tarea pendiente: la unidad que exige el país en esta hora crucial de la democracia obliga a todos a un esfuerzo superior, una mayor amplitud y un permanente ejercicio de tolerancia. Pero somos optimistas, durante el relanzamiento de la coalición unitaria se percibió en el discurso de sus voceros una genuina intención de rectificar posturas y propiciar puntos de encuentro. Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de Henri Falcón y su periferia. Al contrario, observamos una permanente agresión al acusar de su suerte a una abrumadora mayoría que ejerció su derecho a no participar en unos comicios que consideraba fraudulentos, tal como el propio Falcón confirmaría posteriormente.
Obvio, un candidato gana si la gente vota por él, así es en toda elección. Entonces, decir que se perdió por culpa de los que no votaron es absolutamente irresponsable, un disparate. Cuando la semana pasada escribí “Pasando la página”, presumía que el candidato Falcón diría algo como “hice lo que creí mejor para el país, pensé que podíamos derrotar al gobierno pero no lo logramos, ahora es momento de sumar fuerzas contra la dictadura, discutir todo lo que sea necesario para lograr la unidad que los venezolanos esperan…”. Pero no, salió con la inexplicable prepotencia de anunciar una nueva plataforma “unitaria” a partir de los magros resultados del 20M. Incluso asumiendo como ciertas las cifras infladas que ofreció el CNE, los resultados son devastadores para el gobierno y para quienes tercamente se empeñaron en participar, por tanto difícilmente servirán de sustento para imponer una “nueva oposición” al país.
Otra versión responsabiliza de la debacle a los que convocaron a la abstención. Insólito, máxime si esa candidatura participó contrariando a la inmensa mayoría del país, tal como demostraron los resultados. ¿Qué esperaban? En todo caso, Falcón salió en campaña para intentar cautivar al electorado y los demás también expresaron públicamente su línea política. Si el candidato y su comando –por la razón que fuere- no lograron movilizar al país, es muy poco serio culpar a otros. A propósito del mundial de futbol, es como si el equipo que no pudo meter un gol culpe al público de su derrota. De verdad ¿ese es el liderazgo que necesita el país? Y la pregunta no es una agresión sino un intento de motivar una seria reflexión.
Todo esto es un relato fantasioso, terrorífico, digno de Edgar Allan Poe. Ver al hijo de Eduardo Fernández en Miraflores, haciendo una visita personal a Maduro y hablando en nombre de la oposición es patético. Uno se pregunta si esa es la “nueva oposición” o si es el MAS, con su lamentable y muy largo historial como divisionista, llegando en su afán al extremo de postular candidatos en contra de los que ganaron las primarias. ¿Con qué autoridad moral van a hablarnos ahora de unidad? Mientras la dictadura inhabilita a líderes fundamentales e ilegaliza a los principales partidos de oposición, aparecen repentinamente legalizados viejos partidos y otros literalmente inexistentes o recientemente fundados, cascarones con más letras en sus siglas que militantes pero dispuestos a este juego perverso. ¿Esa es una “nueva oposición” o es la oposición que quiere el gobierno? Por cierto, quienes nunca han tragado “gas del bueno”, los eternos ausentes en las luchas por la libertad de los presos políticos, ahora pretenden utilizar esta noble causa para justificar su proximidad con Maduro. ¡Es repugnante!
Procurar la unidad mintiendo no es posible, pretender que “los otros” no existen es una estupidez. Voceros del entorno de Falcón han expuesto insólitas excusas para justificar la absurda pretensión de auto erigirse como la “nueva oposición”, uno de ellos argumentó que “la MUD no existe”, instancia que –le guste o no- agrupa a las principales fuerzas políticas del país y a la mayoritaria representación de la Asamblea Nacional: única institución legítima del país, pese a cualquier error u omisión que pudiera señalarse. Tan peregrino argumento, solo beneficia al gobierno y confirma la hipótesis del “Caballo de Troya”. Acusar de colaboracionista a todo el que piense distinto es un exceso de la intolerancia inoculada por el chavismo, pero usualmente es también la consecuencia de posturas irresponsables o de dudosa factura democrática.
Otro dirigente exponía que el G4 había impuesto la línea abstencionista, lo cual pudiera interpretarse como el reconocimiento de un liderazgo real. Sin embargo, la realidad es que “no votar” era un sentimiento del país cabalmente interpretado por los principales partidos. No era solo el G4 sino la mayoría de las organizaciones partidistas, además los gremios profesionales, sindicales y empresariales; las universidades y el movimiento estudiantil; centenares de ONG´s, las distintas iglesias y la comunidad internacional, incluyendo la OEA y la ONU. Más bien Falcón y sus aliados deberían reflexionar sobre las consecuencias de desestimar la opinión de esa aplastante mayoría, no desconocer ahora un resultado contundente y demoledor para soslayar responsabilidades e insistir en mantener dividida a la oposición democrática. Antes la razón para dividir al país era el dilema entre votar o no ¿Ahora cuál es la excusa? Digámoslo de otra manera: expongan aunque sea una razón seria, creíble y suficientemente noble para no sumar fuerzas a favor de la unidad en medio de esta tragedia que vive el país. No necesitamos una nueva oposición, exigimos una oposición unida y un liderazgo responsable. A partir de la decisión que tome cada quien en los próximos días, el país sabrá quien forma parte de ella y quien definitivamente no. Amanecerá y veremos….
Twitter: @richcasanova
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