A quienes ilusamente pensaban que el paquetazo de Maduro podría tener algún impacto positivo en la economía, la realidad los está bajando de esa nube. No hay forma de superar la crisis sin eyectar del poder a los responsables de ella: es la única manera de restablecer la confianza y garantizar seguridad jurídica indispensable para reactivar el aparato productivo. Casi dos décadas de disparates, mentiras, manipulaciones y fracasos- sugieren que "la tendencia es irreversible" y el régimen es insalvable.
Por otra parte, la dictadura ha ido socavando la confianza en el voto, promoviendo elecciones en condiciones inaceptables; ilegalizando partidos; inhabilitando, persiguiendo y encarcelando a líderes opositores. Además, ha desperdiciado deliberada e irresponsablemente todas las oportunidades de diálogo, burlándose incluso de "mediadores" internacionales que terciaban a su favor. En definitiva, el gobierno ha dinamitado la ruta electoral y por simple homeostasis del sistema, se abren otras alternativas.
Ya no es sólo Almagro y la OEA, hoy se incrementa la presión en las Naciones Unidas para aislar al régimen. Reconocidos dirigentes de izquierda como Michelle Bachelet -ahora como Alta Comisionada para los DDHH- habla con crudeza de la realidad venezolana. La tradicionalmente discreta diplomacia británica ya levanta su voz para solicitar la liberación de Juan Requesens y demás presos políticos. La Unión Europea exige respeto a los DDHH y se abren procesos en La Haya. Las acusaciones sobre narcotráfico y corrupción constituyen un lugar común en los escenarios internacionales. En fin, ya nadie duda -dentro y fuera de Venezuela- que estamos ante una dictadura brutal y frente al régimen más corrupto del planeta. Hay además una enorme preocupación por la dimensión humanitaria de la crisis y la dificultad para construir una solución concertada.
No hay que ser un genio de la política, ni tener una bola de cristal para entender que si la crisis tiende a agudizarse, si el gobierno niega la realidad y cierra la puerta a una salida electoral o negociada, se están propiciando condiciones para un golpe militar, un estallido social o la intervención internacional por parte de una fuerza multinacional, opciones que los demócratas no podemos alentar pero pareciera que el gobierno sí. Quizás sea su forma de huir hacia adelante y justificar el fin de la revolución con el "argumento" del golpismo y la conspiración internacional de la derecha. Si destruyeron al país y cada día es más difícil sostenerse en el poder, mejor procurar una salida que dote a la "revolución" de la épica que jamás tuvo.
Los golpistas están en el gobierno y en la oposición no tenemos poder militar para dar golpes de estado. El estallido social puede ser la excusa perfecta para la represión más brutal y el exterminio -literalmente hablando- de la disidencia democrática. Y la intervención internacional no es lo deseable, aunque la opinión pública guarda un escandaloso silencio sobre el particular: las encuestas reflejan que más del 85% “apoyaría a los Estados Unidos", en caso de desembarcar en Venezuela (7% “no sabe / no contesta”). El resultado es una tragedia para esta “revolución” que tiene 20 años dizque organizando al pueblo para luchar contra el imperio. En conclusión, cierto es que la coyuntura es complicada para la oposición pero la situación es insalvable para el gobierno. En cualquier escenario, la solución exige la unidad de las fuerzas democráticas y una clara agenda de lucha. Los venezolanos no podemos apostar a salidas foráneas o de fuerza. Que nadie caiga en las manipulaciones del régimen, ni permita que triunfe el desaliento. El gobierno no tiene futuro… ¡Venezuela no se rinde!
Twitter: @RichCasanova
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