La
dictadura en Venezuela está en una etapa terminal, es obvio. Su debilidad es patética e inocultable y la
única manera de que se sostengan en el poder es que nosotros -el país
democrático- no hagamos lo que tenemos que hacer. La intención del régimen no es apresar al
presidente Guaidó, al menos hoy. Eso lo
convertiría en un mártir y catapultaría su liderazgo, activaría una respuesta
internacional que no desean y aceleraría su salida del poder. Al contrario, su
estrategia es prolongar la situación actual y procurar el desgaste de Guaidó y
de la coalición opositora. Es dividir,
sembrar desaliento, confusión y desesperanza. A esa estrategia ayuda que las
transiciones son procesos complejos y difíciles que requieren tiempo. También ayuda
el inmediatismo de algunos sectores radicales de oposición, una actitud también
estimulada por el régimen para propiciar errores y promover la frustración.
Entonces ¿Que debemos hacer? Entender que efectivamente "vamos
bien" y muy pronto saldremos de esta pesadilla pero no hay tiempos
definidos. Con mucho optimismo debemos asumir que esta lucha es hasta vencer.
La victoria podría concretarse en horas o bien prolongarse un tiempo más, pero
sin lugar a dudas la alcanzaremos si nos mantenemos unidos y muy firmes en la
ruta trazada, la cual ha logrado avances sustanciales. ¡Esa es la clave del
éxito! Esta guerra entre el bien y el
mal la estamos ganando pero requiere una excepcional fortaleza espiritual, un ánimo
inquebrantable y la perseverancia de todos en las calles. Estamos ganando y no vale rendirse, ni
cansarse. Es una prueba extrema de
resistencia tanto para el maligno régimen como para las fuerzas democráticas.
La gran diferencia es que a nosotros nos motiva un sueño de justicia y
libertad, un amor infinito por Venezuela y un compromiso con el cambio.
Que nadie
nos robe la esperanza, ni siquiera aquellos que utilizan una retórica opositora
pero siembran dudas sobre la ruta democrática o sobre la entereza, la claridad
y el compromiso del Presidente Guaidó, de la Asamblea Nacional, de los partidos
y demás actores políticos que -corriendo todos los riesgos- están comprometidos
con esta cruzada. Marquemos distancia de dirigentes ególatras e irresponsables
que se sienten dueños de la razón y actúan en base a
intereses facciosos de orden partidista o personal, con lo cual no sólo hacen
un ejercicio de estupidez sino le hacen comparsa a la dictadura. Supuestos
opositores de dudosa integridad moral e intenciones ocultas que hoy presionan y
hasta atacan a Guaidó, actuando como esquiroles del régimen. Aunque en algunos casos sea una mezcla de
ignorancia con desesperación, en muchos otros, estos sujetos son parte de la
operación política de G2 cubano para quebrar el espíritu combativo de la
Venezuela democrática. Es momento de
aislar a los guerreros del teclado, managers de tribuna, habladores de
pendejadas y a todos aquellos que solo saben criticar, nada arriesgan, ni
aportan. En especial a los cobardes que se ocultan tras un seudónimo o disparan
desde el anonimato. Tampoco es hora de ambigüedades o falsas posturas. Dude
usted -mi amable lector- de todo aquel que actúe con mezquindad y no sea capaz
de respaldar con todo a Juan Guaidó, ese joven venezolano que está dando su
mayor esfuerzo en esta hora oscura de la democracia venezolana. Pa'lante
presidente y Dios bendiga a Venezuela.
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