jueves, 6 de noviembre de 2025

Democracia, diálogo y razón compartida: una defensa ética

En medio de la aceleración tecnológica, la polarización política y la exaltación de las emociones como brújula social, la democracia enfrenta una amenaza real y profunda: la erosión de la racionalidad compartida, uno de sus sustentos esenciales.   Comencemos por advertir que la legitimidad democrática no puede reducirse a la regla de la mayoría, sino que debe sostenerse en una cultura del diálogo, donde la razón sea el terreno común que permite la diferencia sin violencia. Esta concepción de la democracia no es solo política: es ética porque exige reconocer al otro como interlocutor válido, como sujeto de derechos, como portador de sentido. Porque la democracia no es la hegemonía de las mayorías, sino que la opinión de estas prevalece en convivencia, reconocimiento y respeto a las minorías. 

La democracia, entendida éticamente, no es solo un sistema de votación, sino una forma de vida que exige conversación, escucha y responsabilidad. Cuando el diálogo se sustituye por pulsiones emocionales —el miedo, la indignación, la inseguridad—, se abre paso a formas autoritarias que, aunque revestidas de legalidad, sacrifican las libertades en nombre de la eficacia o el orden. La política, entonces, se convierte en espectáculo, y la ciudadanía en audiencia. La ética democrática, en cambio, reclama deliberación, respeto a la pluralidad y apertura al disenso.  En contraposición, vemos diversas expresiones del populismo como el culto a las emociones: una manipulación constante de ellas que constituye una forma de regresión cívica.  A la par, las redes sociales, lejos de ampliar el espacio público, lo colonizan con maledicencia y popularidad instantánea, generando una perversión de la política.

Uno de los fenómenos más corrosivos es el sesgo de confirmación: la tendencia humana a buscar, interpretar y compartir información que refuerza nuestras creencias previas, ignorando o descartando todo aquello que las contradiga. Así se configuran matrices de opinión con una alta carga emocional y escasa racionalidad.  Este sesgo no solo reafirma la tendencia populista del liderazgo que se orienta por las tendencias en la opinión pública, sino que convierte el diálogo en eco, y el debate en trinchera. En lugar de abrirnos al otro, nos encerramos en burbujas de certeza emocional, donde la razón se diluye y la deliberación se vuelve imposible. En este contexto, la racionalidad y el debate constructivo no son un lujo académico, sino una urgencia ética.

En sus reflexiones recientemente publicadas, Humanidades (2025), Carlos Peña, sociólogo y filósofo chileno, concluye que la filosofía, literatura, historia y las artes en general, son el antídoto contra esta deriva. No porque ofrezcan respuestas técnicas, sino porque enseñan a preguntar por el sentido, a distinguir lo visible de lo invisible, a reconocer que detrás de cada hecho hay una trama de significados que orienta la vida humana. Sin ellas, la política se vuelve cálculo, y la democracia, una fachada.

La inteligencia artificial, por poderosa que sea, no puede reemplazar la intencionalidad humana. Puede simular respuestas, pero no vivir la experiencia de conferirle sentido a la existencia. En este punto, hay que recordar la condición excepcional del ser humano, que somos insustituibles: no por nuestra capacidad de procesar datos, sino por nuestra vocación de comprender, de dialogar, de construir juntos un mundo común.

La ética democrática exige más que procedimientos: requiere una ciudadanía capaz de pensar, de escuchar, de resistir el fanatismo. En medio de la crisis global que vivimos, reafirmar el valor del diálogo racional es un acto cívico de profundo contenido ético y político.  Porque la democracia no se defiende solo en las urnas, sino en cada conversación que se niega a convertir al otro en enemigo, en cada palabra que abre espacio a la convivencia, a la razón por encima de la emoción, a la verdad y no al odio, a la civilización más que a la barbarie. Dialogar no es pecado, es la virtud del demócrata.


lunes, 20 de octubre de 2025

Diplomacia en marcha, mezquindad al acecho.

Recientemente un periodista insidioso, con mala intención señaló que "Tomás Guanipa y Stalin González visitaron Bogotá para reunirse con la Embajada de Estados Unidos. Trascendió que también adelantaron gestiones para buscar un encuentro con el presidente Gustavo Petro".  Con el mismo sesgo perverso, como si fuera algo malo, agregó que "empezará una gira de reuniones políticas por distintos países de Europa. Extraoficialmente trascendió que la agenda incluye Madrid, Bruselas, Berlín, Paris, Lisboa y Países Bajos".  Para cualquier demócrata, esa es una buena noticia, sin dudas. 

Es positiva cualquier gestión que se realice en el ámbito internacional para procurar una negociación que permita una salida democrática y evite la escalada del conflicto, con consecuencias impredecibles para la población venezolana. Pero los sectores extremistas de oposición que apuestan a una guerra –muchos desde sus aposentos en Europa y EEUU- prefieren criticar estás iniciativas y descalificar a quienes las promueven.  

Estos sectores resentidos y sectarios, intentan descalificar ese esfuerzo diciendo que "el motivo del recorrido será explicar la visión del grupo de partidos y dirigentes" que representan.  No es cierto, pero si así fuera ¿cuál es el problema? ¿Acaso en el campo opositor no hay distintas visiones sobre la ruta para lograr el cambio político, al que todos aspiramos?  En democracia, cada quien tiene derecho a expresar su punto de vista, de manera que ésta crítica mal sana solo evidencia la vocación autoritaria de quien la emite y la aspiración de imponer un nuevo "pensamiento único", frente al cual no se admite el disenso y más bien, se cuestiona y se castiga con la agresión y el insulto. Solo como reflexión: ¿quiénes así imitan al chavismo, pueden ser una genuina expresión de cambio?

Con la intención de descalificar se presenta este esfuerzo diplomático como una iniciativa de quienes "se separaron de la Plataforma Unitaria", una gigantesca mentira pues fue un sector opositor quien se arrogó la facultad de “expulsar” a quienes insistían en que se respetara el acuerdo unitario que optó por la ruta electoral e hizo posible una gran victoria el 28J. Con su intolerancia, esos grupos demostraron su incapacidad para construir consensos y unir a la oposición democrática. 

No vamos a explicar por qué esa oposición decidió romper el consenso e imponer un retorno a la fracasada ruta de la abstención, proponiendo a la inmensa mayoría que se expresó el 28J que su mejor opción era "quedarse en casa".  Sin embargo, si podemos preguntarnos ¿Por qué les molesta tanto que se intente abrir el camino a una eventual negociación, en un momento de elevada presión política internacional? Algo que ha hecho antes -y busca ahora- el propio presidente Trump. ¿Por qué no lo insultan también?  

Es lamentable que la oposición en la "clandestinidad" y esa que está instalada en Europa o EEUU, en vez de articular con los opositores que permanecen en Venezuela, intentan descalificarlos diciendo que se presentan como “la oposición que está en el terreno y tiene interlocución con el chavismo”, como si ello fuese mentira o algo cuestionable.  Al contrario, lo malo es que las negociaciones Trump-Maduro se den, sin mediación de la oposición democrática.  Ese espacio hay que construirlo con la participación de todos, entendiendo que los sectores más radicales han sostenido un discurso que les ha dado popularidad en la coyuntura, pero los ha autoexcluido de una eventual negociación. Lo insólito es que no se procure superar esa debilidad y, al contrario, por pura mezquindad se cuestione a quien intente hacerlo.

Un liderazgo responsable procuraría no aislarse, intentaría construir alianza con todos los sectores.  Construir los consensos necesarios para unificar a las fuerzas del cambio es algo que aspiran los venezolanos.  Nadie quiere un liderazgo que imponga su punto de vista, insulte a quien piense distinto y -utilizando un ejército de bots, contratando a periodistas e “influencers”- dedique sus energías a destruir moralmente al pensamiento crítico. Basta, ya de esa cabuya tenemos un rollo. 

Desafortunadamente, no se aprecia comprensión del momento que vivimos.  Así que es muy probable que la iniciativa diplomática antes citada, desate una ola de ataques e insultos contra Henrique Capriles y Tomás Guanipa, quienes se han convertido en una obsesión para el extremismo. El odio alcanzará al movimiento Unión y Cambio, así como a sus aliados.   El desespero y la mezquindad los ha llevado a atacar más a esa oposición irreverente y democrática, que al gobierno que dicen enfrentar. Quizás por eso estamos como estamos.... ¡Dios bendiga a Venezuela! 

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lunes, 6 de octubre de 2025

Cuando la esperanza se convierte en incertidumbre

En estos días, miles de familias venezolanas en Estados Unidos han recibido un golpe devastador. La Corte Suprema ha autorizado la revocación del Estatus de Protección Temporal (TPS), dejando en el limbo a más de 300.000 personas que, durante años, han vivido, trabajado y contribuido con honestidad y esfuerzo al país que les ofreció refugio.

No hablamos de cifras, sino de seres humanos, de rostros. De madres que limpian hospitales, de padres que construyen edificios, de jóvenes que estudian con la esperanza de devolverle algo a su comunidad. Hablamos de abuelos que trabajan en las noches y en el día, cuidan a los nietos, mientras sus hijos trabajan doble jornada. Hablamos de ciudadanos que han hecho de la decencia su bandera, y que hoy se enfrentan al abismo de la deportación, la separación familiar y el desamparo legal.

Elevamos la voz porque somos venezolanos, y sabemos lo que significa abrir los brazos. Venezuela ha sido tierra de oportunidades para millones de inmigrantes: portugueses, italianos, españoles, árabes, colombianos, chilenos, peruanos, chinos, y tantos más. Nuestra historia se ha tejido con solidaridad, y esa mezcla de culturas nos ha regalado una identidad rica, diversa y profundamente humana. Por eso, duele ver que hoy nuestros compatriotas reciban lo contrario.

La decisión judicial no solo suspende una protección migratoria. Suspende también la paz mental, la estabilidad emocional y el derecho básico a vivir sin miedo. Muchos de estos venezolanos huyeron de una crisis humanitaria, de persecuciones, del hambre y la desesperanza. En los Estados Unidos encontraron un respiro que hoy se convierte en angustia.

Alzamos la voz por ellos porque -en las circunstancias actuales- el deber de cualquier gobierno no es levantar muros o redactar leyes. Es ser solidario, reconocer el valor humano detrás de cada historia migrante. Es entender que la justicia no puede ser ciega al sufrimiento. Y debe ser un compromiso colectivo exigir que las decisiones políticas no ignoren el rostro de la dignidad.

A quienes hoy se sienten solos, les decimos: no lo están. Y a quienes tienen el poder de revertir esta injusticia, les pedimos que miren más allá del expediente, vean el corazón de cada familia que solo quiere vivir en paz, trabajar con honestidad y aportar a una sociedad que también sienten suya.

La revocatoria del TPS carece de sustento legal, es una decisión política –no jurídica- trascendente, por eso tiene implicaciones de orden colectivo y humanitario. Así, vale recordar que la historia juzga implacablemente no solo lo que decidimos, sino cómo lo hacemos y cuáles son sus consecuencias. En definitiva, este es un momento en que la humanidad debe trascender a la política. ¡Dios bendiga a Venezuela!

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martes, 23 de septiembre de 2025

La verdadera burla

En medio de una crisis profunda, no luce sensato que el país centre su atención en la supuesta burla del presidente Trump hacia una señora obesa con fusil, presentada como parte de la milicia popular. A primera vista, el gesto parece indignante, y el gobierno lo ha aprovechado para alimentar su narrativa. Pero el foco no debe estar en Trump, sino en quienes exponen al escarnio público a ciudadanos humildes, muchos de ellos adultos mayores, adolescentes o mujeres, que participan en estos espectáculos por necesidad.

La burla no radica en la edad ni en la condición física de los participantes, sino en la pretensión de que un ejército improvisado pueda enfrentar a la mayor potencia militar del mundo. Es una falta de seriedad, una irresponsabilidad política y un trato injusto al pueblo venezolano. Lo que debe cuestionarse no es el sarcasmo ajeno, sino el uso manipulador de la necesidad como recurso propagandístico.

El país democrático debe exigir respeto por la ciudadanía, especialmente por los más vulnerables. No se puede jugar con la dignidad de quienes merecen protección, no exposición. El gobierno debe ofrecer una respuesta mesurada ante las tensiones internacionales, evitando riesgos para la población civil y dejando atrás la fantasía del “pueblo en armas”.

En este contexto, algunos voceros oficialistas han intentado insuflar la narrativa de Vietnam como espejo histórico. Pero la comparación no resiste el menor análisis. La resistencia vietnamita fue el resultado de una poderosa convergencia entre historia, ideología y cultura. Tras décadas de dominación extranjera, el pueblo vietnamita asumió el conflicto como una prolongación de su lucha por la independencia. La narrativa comunista de Ho Chi Minh ofrecía una causa legítima: justicia social, liberación nacional y resistencia al imperialismo. Su liderazgo era creíble, legitimado por años de lucha y por una visión compartida de país.

Además, Vietnam contaba con el respaldo decidido de potencias como China y la Unión Soviética, que aportaron recursos, armamento y apoyo diplomático. La guerra se libró en condiciones muy distintas: sin la tecnología militar actual, Estados Unidos se vio obligado a combatir cuerpo a cuerpo, en un terreno que no comprendía, frente a una guerrilla que conocía cada rincón de su geografía y contaba con el apoyo de las comunidades rurales.

En Venezuela, por el contrario, no hay cohesión social y el liderazgo atraviesa una severa crisis de legitimidad. Además, el pueblo está desmoralizado, hastiado y empobrecido, observando con silenciosa indignación la obscena opulencia de la élite “revolucionaria” La supuesta milicia popular no responde a una causa compartida, sino a incentivos materiales: bonos, bolsas de comida y otras prebendas. No hay convicción, ni memoria histórica movilizadora, ni respaldo internacional real. La diferencia es abismal.

En fin, lo relevante es entender que la verdadera burla no está en el gesto de un presidente extranjero, sino en el uso político de la pobreza, en la exposición de los más débiles como escudo simbólico de una élite obsesionada por el poder. Y eso, más que indignación, debe motivar a una reflexión colectiva.  


lunes, 26 de mayo de 2025

25M: Una primera reflexión

“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”. Jorge Luis Borges

Me siento tranquilo de conciencia al haber hecho lo correcto e insistir en enfrentar al gobierno en el terreno electoral y en el momento más oscuro de la democracia venezolana. Aun logrando nuestra aspiración personal, lo que realmente angustia y desvela es el rumbo de un país que quiere cambio, pero vive ilusionado con un liderazgo vendedor de fantasías. La realidad inocultable es otra, signada por una crisis pavorosa que tiende a agudizarse y un gobierno nefasto que se mantiene en el poder, siendo una minoría reducida y repudiada.  Llegando a extremos inimaginables: gracias a la abstención, municipios como Chacao, Lechería o Los Salías los ganó el PSUV con muy pocos votos, los mismos que antes sacaban.  Si se sigue por ese camino y tendrán a alcaldes rojo-rojitos, algo realmente insólito.

Si se impone la abstención como “política”, en la REFORMA CONSTITUCIONAL terminaremos entregándoles el país. Con muy pocos votos nos arrebatarán las pocas libertades que -con dificultad- aún ejercemos, sepultarán nuestros derechos constitucionales y le darán legalidad a este régimen ilegítimo y oprobioso.

Todo esto preocupa y es muy lamentable pero que además una parte de la oposición celebre los resultados del 25M como si algo ganaron, es realmente patético.  Celebran porque el país opositor, les compró la absurda idea de que la forma de enfrentar al régimen era "no hacer nada", dejar de participar y que lo mejor era "quedarse en casa" o irse a la playa. ¡Que gran victoria! 

La dirigencia política que propuso "quedarse en casa", perdió una oportunidad histórica y jugó al fracaso del resto del liderazgo democrático, como si se tratara del fracaso de un enemigo. Es muy grave que un importante sector de la oposición no tenga visión estratégica y le cueste entender que el adversario real está en Miraflores.  Por cierto, celebrando también, aunque por razones distintas.

No es momento de profundizar las diferencias, pero sí de reflexionar.  Insisto, es evidente que una parte de la oposición jugó a la derrota de la otra, de esa que decidió mantenerse exactamente en la misma ruta que unitariamente se habían acordado las fuerzas del cambio y que condujo a la victoria de Edmundo González.  Entonces, vale preguntarse ¿Quién fractura la unidad? ¿Los que perseveran en la ruta exitosa del 28J o quienes, de forma inconsulta, sin promover un acuerdo, decidieron regresar -otra vez- a la fracasada ruta de la abstención? Ese retroceso fue una victoria de Maduro y su gobierno, no una derrota de quienes decidimos dar la cara y enfrentarlo. Mientras el país se hunde en una honda crisis y avanza hacia el abismo, convertir la lucha por el cambio en una disputa por el liderazgo opositor, es poco más que una estupidez. 

Son reflexiones duras pero necesarias para recomponer la unidad de las fuerzas del cambio.  A menos que se pretenda seguir celebrando las victorias del régimen.  Yo apuesto a que prive la sensatez y la madurez política, que se logre a la brevedad posible un acuerdo político para enfrentar las pretensiones hegemónicas de esa reducida minoría enquistada en el poder y responsable de la ruina del país y del sufrimiento de un pueblo que se niega a rendirse, a pesar de las victorias pírricas que algunos celebran. Por cierto, nunca más apropiada la referencia al rey Pirros y sus batallas contra el ejército romano. ¡Dios bendiga a Venezuela!

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miércoles, 23 de abril de 2025

Carta a los Justicieros

El fracaso de la mal llamada revolución es estruendoso: no hay un área donde pueda mostrar resultados, salvo en materia de corrupción o si hablamos de la destrucción del país. Además de ese doloroso saldo, podría decirse que el gobierno también ha tenido un relativo éxito al inocular el odio y la intolerancia en algunos espacios de la sociedad venezolana.  

Un penoso ejemplo es lo que ha pasado en Primero Justicia y aunque en medio de la descomunal crisis del país, a pocos realmente le importa, debemos advertir que lo sucedido es una muy mala señal.  Y no tanto por lo que signifique para los involucrados, sino por lo lesivo que puede ser para la causa democrática.  Como decía Mahatma Gandhi: "la intolerancia misma es una forma de violencia y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático".

Como se sabe, se "expulsó" a un nutrido grupo de dirigentes por decidirse a participar, asumiendo que por esa ruta se han alcanzado los más importantes triunfos opositores en estos 25 años y al contrario, la abstención -propuesta del grupo inquisidor- ha conducido a la nada, cuando no al retroceso.  Estamos frente a dos visiones distintas de la política, lo cual no debería ser un delito, salvó para quienes tengan una frágil contextura democrática. 

Por otra parte, es casi ridículo "expulsar" -insisto en las comillas- a alguien de un partido que hace ya tiempo nos fue arrebatado por el TSJ de Maduro y entregado a uno de sus aliados.  Además, es inmoral que una cúpula radicada en el exterior sancione a quienes decidimos quedarnos en Venezuela y enfrentar al régimen en el único terreno donde la lucha por la democracia ha logrado éxitos ostensibles: en el campo electoral.  Siendo la más reciente prueba -no la única- la monumental victoria opositora del 28J. 

Luego del fraude electoral, el gobierno está mucho más débil y si todos unidos saliéramos a votar otra vez, la paliza sería peor.  Habría que enfrentar nuevamente las acciones fraudulentas, claro.  Pero se ganaría la Asamblea Nacional y quizás ese sería el escenario para juramentar a Edmundo González.  Ahora, asumiendo que ese no era el plan ¿Cuál es entonces? ¿Nos abstenemos y prendemos una vela a ver? La incertidumbre es el signo de esa política. 

Continuando con el tema, resulta insólito justificar estás "expulsiones" apelando a la disciplina partidista, la cual es importante pero siempre tendrá los límites que establecen la conciencia y las leyes.  Nadie puede expulsar de un partido a un militante por ejercer un Derecho Constitucional, en este caso: Elegir y ser elegido.  La Constitución de la República estará siempre privando sobre los estatutos o reglamentos del partido.  Me pregunto ¿Cómo una oposición que actúa así, puede defender y exigir respeto a nuestra Carta Magna? O peor ¿Cuál es su concepto de democracia? Sin dudas, hay motivos para encender las alarmas. 

A partir de lo antes expuesto, es secundario que las "expulsiones" se producen violando el Derecho a la Defensa y al Debido Proceso, incluso se saltaron a la torera al Tribunal Disciplinario, que según los Estatutos es el órgano competente para instruir el expediente.  O sea, nada que envidiar a las tropelías de Nicolás Maduro, quien al menos monta un parapeto con su TSJ para simular institucionalidad. 

Pero no solo en este aspecto imitan al chavismo, sino que mienten, insultan y pretenden destruir moralmente a quienes piensan distinto.  Llegando al extremo de afirmar que quienes decidan participar estarían haciendo el juego y legitimando al régimen. ¿Acaso fue así cuando todos participamos el 28J, aún en las mismas condiciones electorales adversas de hoy? Claramente es una burda manipulación para justificar su decisión de abstenerse y dejar libre el camino al régimen, lo cual paradójicamente se aproxima más a los intereses del gobierno.  

Aún así, no diré que quien se abstenga le estará haciendo el juego al régimen, pues sería caer en el mismo terreno del irrespeto a la opinión contraria.   La democracia es para ejercerla, en todo momento, por eso prefiero la confrontación de ideas y argumentar con seriedad.  La actitud intolerante e insultante de la cúpula inquisidora solo degrada el debate, los iguala con aquello que queremos cambiar y suele evidenciar la carencia de argumentos o el miedo a la derrota.  Aquel que aspire a un país donde se respete a quien piense distinto, tendrá que demostrarlo en su accionar político. ¿Qué podemos esperar de una oposición que imita al régimen en su desprecio por la disidencia y la descalificación del contrario? 

Las "expulsiones", los insultos y la pretensión de meter a todo el que decida participar en el mismo saco de los Alacranes, como se conoce a la falsa oposición, es una acción muy baja que los nivela con la cúpula del régimen.  La oposición que pretende "darle con el mazo" a sus compañeros de lucha, se descalifica a sí misma.   Este proceder dificulta enormemente el reencuentro y la posibilidad de reconstruir la unidad que las circunstancias exigen y el país reclama.  Es una muestra de inmadurez política y refuerza la idea de que el liderazgo político no está en capacidad de enfrentar los desafíos por venir.  

Esa oposición intolerante y agresiva, ha servido de mal ejemplo para minúsculos -aunque ruidosos- segmentos radicalizados del país que imitan su conducta en las redes sociales, generando un clima de hostilidad y cierta frustración.  ¿Realmente es ese el liderazgo que va a sacar al país de esta calamidad? ¿Es efectivamente capaz de construir consensos y unir al país? Evidentemente no...

El tiempo actuará a favor de los perseguidos y "expulsados".  El debate mesurado y constructivo es la vía, en esa contraposición de ideas siempre prevalecerá la razón y la sensatez, pues "la intolerancia ha matado a mucha gente, pero nunca ha convencido a nadie", como decía Napoleón Hill. 

Desbordadas las angustias en la cúpula abstencionista, ésta actúa contra la mayoría de líderes regionales que constituyen el capital político esencial del partido, incluyendo a quien fue dos veces candidato presidencial del partido y por tanto un valioso activo; además de Tomás Guanipa, cuyo desempeño lo coloca como un líder fundamental de la organización; también se excluye a muchos otros que merecen mención pero no hay espacio.   

Por si fuera poco, terminan excluyendo a mi buen amigo, el Economista José Guerra, otro baluarte de la organización, quien ni siquiera es candidato.  Con descaro, el cogollo que reside fuera del país, decide "expulsarlo" por dizque abandono del cargo.  ¡Algo francamente insólito!

Naturalmente, la razzia alcanzó a este humilde servidor, quien aceptó ser candidato a la Asamblea Nacional.  Precisamente si algo me ayudó a tomar la decisión definitiva de asumir la postulación, fue ver la virulencia, lo despiadado e irresponsable de los ataques; tanta desmesura me llevó a preguntarme ¿A dónde vamos a llegar? ¿Qué le espera al país bajo una conducción de la oposición que imita en su conducta al régimen que aspiramos cambiar? 

La conclusión es que el desmantelamiento de la otrora vigorosa PJ, es el menor de los problemas. Nuestra preocupación es el país, esa es la razón de nuestras luchas.  Y que el gobierno haya dinamitado la ruta electoral el 28J es tan grave, como que una parte de la oposición pretenda ahora sepultarla.  ¿O acaso hay otra forma de defender el voto, distinta a ejercerlo? ¿Cómo recuperar el valor del voto como instrumento de cambio desde la abstención?  Maxime si más del 80% rechaza al gobierno, en cuyo caso esa ruta es un disparate. 

Asumimos la tarea de reconstruir la ruta electoral en esta hora difícil, oscura para la democracia venezolana, enfrentando -al mismo tiempo- tanto al autoritarismo del régimen y sus alacranes, como al de sectores radicalizados del mundo opositor.  Pagando el costo político de hablar con la verdad, en vez de evadir los riesgos y seguir la corriente. Eso nos diferencia de quienes prefieren la tranquilidad del no-hacer, cruzar los brazos y buscar excusas para dejar un país sin opción e intentar liquidar políticamente a quienes se empeñan en lo contrario. 

En fin, me resulta imposible confiar en un liderazgo que decide expulsar a todo el que piense distinto e intenta desesperadamente una suerte de "Solución Final", término utilizado por los nazis para referirse a su plan de exterminio sistemático. 

En contraste con este panorama desolador, debo decir que hay razones para sentirnos optimistas: hay un liderazgo que -inspirado en valores y principios- ha decidido asumir su responsabilidad y ofrecer una alternativa a la inmensa mayoría del país que no se rinde y reafirma su compromiso con el cambio.  

¡Dios bendiga a Venezuela!

jueves, 6 de marzo de 2025

¿Participar o abstenerse? Parte II

En nuestra anterior entrega, se intentó poner el foco en las dificultades que caracterizan al entorno electoral hoy y constituyen una seria restricción a la participación. El objetivo no era promover la abstención como una opción, sino evidenciar los obstáculos y advertir sobre la necesidad de acciones previas que cambiaran el contexto y le dieran viabilidad a la propuesta de participar.

Evidentemente, después de lo que pasó el 28J, es justificable y comprensible que el país -en principio- se muestre contrario a participar. Era previsible el resultado de proponer esa opción "sin anestesia", es decir, sin las acciones previas antes mencionadas. En efecto, la equivocada puesta en escena de la propuesta participacionista, la intolerancia de sectores abstencionistas y la incapacidad de diálogo, de lado y lado, no ha logrado motivar a las mayorías y solo ha conducido a un penoso espectáculo de descalificaciones, con la consecuente fractura de la oposición, lo cual debe tener al régimen frotándose las manos.

Tenemos un gobierno en condiciones deplorables, sin respaldo popular ni internacional, sin posibilidad de superar la crisis y con inmensos conflictos internos. Pero, desafortunadamente, también tenemos en el campo opositor a un liderazgo nacional incapaz de demostrar la madurez política que requiere el momento y, por encima de sus diferencias, construir una opción unitaria para el país. Esta es una desgracia que abordaremos después. Ahora enfoquémonos en salir del falso dilema de participar vs. abstenerse.

El verdadero debate es qué hacer para cambiar las circunstancias y generar el clima político que pueda dar sentido y eficacia a la propuesta participacionista. O en caso contrario, que conduzca unitariamente a una opción alternativa, incluso a la abstención, pero como parte de un proceso y no como una reacción primaria. Si no se hace un esfuerzo por abatir la comprensible e inmensa abstención que se prevé para las próximas "elecciones", la participación no serviría ni siquiera como "una oportunidad para organizar y movilizar a la sociedad", tal como se ha argumentado. Los centros de votación desolados ese día no solo serán una derrota del gobierno, sino también para el país democrático, incluidos aquellos que insisten en la participación sin anestesia.

El verdadero desafío para la oposición es qué hacer para recuperar la ruta electoral, dinamitada el 28J, y evitar que una cadena de sucesivos fraudes termine por sepultar lo que queda de ella y despojar definitivamente de valor al voto como instrumento de cambio. Evitar ese escenario es el debate sustancial. El esfuerzo debe centrarse en dotar a ambas propuestas de un planteamiento estratégico trascendente, porque en las circunstancias actuales, abstenerse o participar puede conducir exactamente al mismo resultado, y ninguna de las opciones trasciende a la coyuntura. Nadie, ni de un lado ni del otro, ha dado una respuesta política coherente y precisa a la pregunta: ¿Y al día siguiente de las elecciones qué hacemos? Ciertamente, la abstención deja libre el terreno, facilita el avance del gobierno y conduce a la nada. Al día siguiente, ¿cuál es el saldo? ¿Cuál es el próximo paso?

El escenario no es más alentador para quienes promueven la participación desde una posición principista y sin cambiar el contexto actual, sin una estrategia que trascienda al momento electoral. Al participar, sabemos que el saldo será negativo, no solo por las dificultades para ganar que impone la realidad, sino por la muy probable, más bien obvia, posibilidad de un nuevo fraude electoral, cuyo costo político para el gobierno es casi cero, luego de la cuota que canceló el 28J. A partir de esa fecha, nadie duda que el gobierno sea capaz de robarse las próximas elecciones. ¿Eso debe conducir necesariamente a la abstención? La respuesta es NO, claro. Pero sí debe conducirnos a asumir que recuperar la ruta electoral exige una operación política previa y que la antesala al evento electoral tendría que abrirle viabilidad política a la participación. Esta no puede ser percibida como un acto inútil o, peor aún, como un evento que contribuya a inhumar la victoria opositora del 28J o “pasar la página”. Desafortunadamente, nada se hizo para evitar esa percepción.

Además, tenemos la experiencia de lo difícil que ha sido manejar el post electoral, pese a que una amplia mayoría del país se siente victoriosa con la candidatura de Edmundo González Urrutia. Aun así, la imposibilidad de "cobrar", la incertidumbre y la vocación represiva del gobierno mantienen desmovilizado al país democrático. Por eso, para los promotores de la participación hoy, tampoco es sencillo responder a la pregunta: ¿Qué hacer al día siguiente? No debe ser una respuesta explícita, pues las estrategias no se divulgan, pero tiene que percibirse un planteamiento estratégico. No se trata de conocer el camino, pero sí de tener claro el norte.

No es nada nuevo que luego de un evento electoral, la organización construida tienda a diluirse y el país entre en su cotidianidad, la gente se desmoviliza políticamente para ocuparse del día a día. Entonces, pareciera que -frente al autoritarismo- la ruta electoral es necesaria, pero no suficiente. Y para dar continuidad a la movilización, resulta obvio que ese "día a día" que ocupa al ciudadano común debe estar también en la agenda de lucha del liderazgo que promueve un cambio político.

Ahora que el panorama electoral se muestra oscuro, se ve con más claridad lo que algunos tenemos años planteando: es imprescindible darle contenido social a la lucha política. Y que el evento electoral no sea solo para conquistar o preservar espacios, sino la expresión de un proyecto de país. Que el objetivo no sea solo derrotar a quienes ejercen el poder, sino hacer realidad un sueño colectivo, inspirado en un amplio consenso nacional. Es decir, no basta con derrotar a la incompetente, fracasada y muy corrupta "revolución bolivariana", sino que el país debe tener un horizonte que sea capaz de motivarlo y movilizarlo, más allá de la coyuntura electoral: la fuerza inspiradora “al día siguiente”. Ahora, ¿el liderazgo nacional está trabajando en la construcción de ese gran acuerdo nacional? ¡No! Al contrario, pensando en ese objetivo, ¿en qué contribuye ese debate irrespetuoso, a veces cruento y hasta estúpido, entre participar y abstenerse? ¿Cómo ayuda a promover una visión mucho más amplia, solidaria y trascendente de la política venezolana? Un liderazgo responsable debe reflexionar sobre estos asuntos y actuar en consecuencia.

Con el apoyo de la sociedad civil, de factores internacionales y del mundo político, quizás sea momento de convocar a un gran acuerdo que pueda sacar al país de la eterna incertidumbre y darle solidez a la frágil Unidad Democrática, que logre trascender a cada coyuntura, dotar de contenido a la lucha por un cambio e inspirar a la nación en torno a un proyecto nacional amplio, participativo e incluyente. Eso sugiere repensar la política en tiempos de autoritarismo e innovar en las formas del activismo. Es claro que seguir haciendo lo mismo jamás conducirá a un resultado distinto. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova


lunes, 3 de febrero de 2025

¿Participar o abstenerse?

La convocatoria a "elecciones" regionales y parlamentarias ha desatado una justificada controversia en torno a participar o abstenerse, la cual no puede abordarse a partir de consideraciones dogmáticas.  Es decir, una u otra pueden ser una opción válida dependiendo de las circunstancias, ninguna es buena o mala por sí misma. Ser participacionista o abstencionistas, no es una condición congénita e irreversible.

El principal argumento a favor de la participación lo aportan quienes dicen que el triunfo opositor en las elecciones del 28J –pese a las condiciones adversas- demostró que la fuerza de la unidad es capaz de vencer todos los obstáculos y por eso no debemos abandonar la ruta electoral. En conclusión: la oposición ganaría otra vez por paliza. El argumento luce impecable a primera vista, pero al arribar a esa equivocada conclusión se obvia no solo la experiencia del 28J, sino algunas consideraciones determinantes.   Por ejemplo, si la oposición quisiera lanzar a María Corina Machado o a Henrique Capriles -para nombrar solo dos de los líderes opositores- no podría hacerlo porque están inhabitados. ¿Que esa fue una limitación que logró superarse para las elecciones del 28J? Cierto, pero ahora al gobierno no le basta con las inhabilitaciones y ha impuesto como condición que los candidatos deben reconocer los resultados emitidos por el CNE que proclamó a Nicolás Maduro como presidente electo, algo que no han hecho ni siquiera cercanos aliados del gobierno como Brasil, Colombia y España, entre otros que han sumado su voz al concierto internacional que exige la presentación de las actas, auditorías confiables y cumplir todos los pasos que exige la legislación electoral venezolana para acreditar al ganador de los comicios. 

Para una amplia mayoría del país y de la comunidad internacional, tal reconocimiento a Maduro -en la situación actual- es a su vez el desconocimiento de la voluntad del pueblo venezolano expresada aquel 28J en las urnas electorales y eventualmente una amenaza a la soberanía nacional, considerando que -según la CRBV- ésta reside en el pueblo. Por supuesto, las "elecciones" convocadas son simplemente un trapo rojo para desviar la atención del foco principal del problema: preservar nuestra soberanía como pueblo y defender nuestra voluntad, en estricto apego a lo establecido en nuestra Carta Magna. 

En el supuesto negado de que pueda obviarse semejante escollo, recordemos entonces que los partidos políticos han sido judicializados, incluso a la oposición le han secuestrado recientemente la tarjeta de la MUD, que era la única que quedaba en el campo democrático.  Así las cosas, si Primero Justicia quisiera lanzar –por ejemplo- a su presidente, María Beatriz Martínez o a Tomás Guanipa, uno de sus líderes fundamentales, no tendría tarjeta para postularlo.  Si la oposición quisiera lanzar a Ramos Allup, a Pérez Vivas o a Andrés Velásquez, sucedería lo mismo.  Incluso, si se quisiera lanzar a alguien de incuestionable prestigio como Ramón Guillermo Aveledo o como el Padre Ugalde -si su condición religiosa lo permitiera- no habría forma de hacerlo, salvo que le pidan la tarjeta a Bernabé Gutiérrez, a Antonio Ecarri o a cualquiera de los que gozan de la benevolencia de Miraflores y se han prestado para hacerles comparsa.  ¡Y esa no existe! 

Más grave aún, si la oposición quisiera lanzar al Alcalde de Maracaibo Rafael Ramírez Colina, Enrique Márquez, Freddy Superlano, William Dávila, Rocío San Miguel o Biaggio Pilieri, tampoco podría hacerlo porque están tras las rejas, en una condición mucho más dolorosa que la enfrentada por los centenares de dirigentes que están en un exilio forzoso y que tampoco podrían ser candidatos.  Obvio, es una vana ilusión pensar en seleccionar a candidatos realmente opositores y "escogerlos entre los más inteligentes, capaces y trabajadores", como algunos proponen.  Eso no es posible, los candidatos serán única y exclusivamente los que el gobierno permita.  A la verdadera oposición no le será admitida su postulación y ni siquiera tiene tarjeta para hacerlo.  Entonces, más allá de los argumentos principistas y de las posibilidades de un fraude, la hipótesis de que la oposición puede ganar esas elecciones es falsa, por la sencilla razón de que no podrá participar.  ¡Punto! No le busquemos 5 patas al gato. A pesar de lo antes expuesto, analicemos otros argumentos utilizados para justificar la participación en este evento.  

Para manipular la situación algunos han planteado un falso dilema: participamos o no hacemos nada. Al respecto, en su reciente artículo mi buen amigo -el economista José Guerra- ha hecho una valiosa distinción entre la abstención activa y pasiva.  Nadie ha sugerido cruzarse de brazos como una opción.   

En esa misma línea, otros sugieren que las elecciones son una oportunidad para organizar y movilizar a la sociedad en defensa de sus aspiraciones democráticas. ¿Acaso es la única opción para lograr ese objetivo?  En vez de embestir a ese trapo rojo y dilapidar esfuerzos y recursos en unas "elecciones" que no tienen por finalidad elegir, ni impulsar cambios ¿Por qué no destinamos la imbatible fuerza de la unidad para exigir salarios justos para los trabajadores? ¿Por qué no organizar y movilizar a la sociedad para exigir la liberación de los presos políticos?  ¿Por qué no escuchar más bien el clamor de un país que clama por servicios públicos eficientes y de calidad? ¿Por qué no colocar el tímpano en el corazón de un pueblo que sufre ingentes calamidades, en vez de escuchar la írrita convocatoria de un gobierno desesperado por "pasar la página"?  Es claro que la disyuntiva no está entre votar y no hacer nada. 

Desafortunadamente ninguno de los que izan la bandera de la participación hoy, ha planteado organizar y movilizar al país -no para exigir respeto a los resultados del 28J, sería mucho pedir- sino para promover un cambio del CNE que haga factible y creíble unas futuras elecciones. El actual organismo electoral no tiene autoridad moral para convocar, mucho menos conducir ningún proceso en Venezuela y si el gobierno quisiera rectificar su rumbo, un cambio en el CNE es lo menos que podría concertar con la verdadera oposición.  No hay razón para creer que ahora si se cumplirán los extremos de la ley y con transparencia se anunciarán los resultados electorales.  De hecho, una nueva condición para ser candidato es aceptar los resultados que se anuncien, sin verificación alguna. 

Otro estimado amigo sugiere que “hay que votar porque alimentar la división sería un grave error".  Surge entonces la pregunta ¿Quién alimenta la división: los que proponen enfocarse en la defensa de la voluntad de los venezolanos expresada del 28J o quienes se animan a participar en una parodia electoral que pretende sepultarla?  En esas elecciones participarán solo el PSUV y sus aliados: veremos a los mismos que no se inscribieron en las primarias, igual presentaron sus candidaturas para el 28J y las sostuvieron con el ánimo de dividir a las fuerzas del cambio. Por fortuna, ninguno de ellos superó el 1%, es decir son moral y estadísticamente despreciables.  Así que su participación ahora en ese templete electoral no significa absolutamente nada para el país y carecen de fuerza para dividir a la oposición, eso es solo un anhelo frustrado del gobierno.

Tampoco la abstención puede verse como respuesta a la represión.  Lamento que éste mismo amigo usara la popular frase "¿Quién dijo miedo?" para titular su artículo de opinión, sugiriendo que participar sería un acto de valentía, ergo serían cobardes quienes no asuman el "reto". Esto es una manipulación inaceptable que desconoce el inmenso coraje que ha demostrado el liderazgo democrático y el pueblo venezolano en los últimos tiempos.  Mi respeto para ese país -que en medio de la adversidad- se mantiene en pie de lucha.  

Finalmente, para quienes pretenden arrogarse la representación del pueblo y en nombre de él, convocar a votar, les sugiero que esperen las encuestas, aunque podemos inferir que la inmensa mayoría de la población no está dispuesta a participar en una farsa electoral cuya finalidad es precisamente acallar la voz de las mayorías y dejar sin efecto los resultados del 28J.

Es momento de definiciones, de reafirmar y ampliar la unidad.  También es propicia la ocasión para desmarcarse de salidas fantasiosas e insistir en crear condiciones para promover una transición democrática. Nadie puede renunciar al diálogo y a la negociación: hasta en medio de las más cruentas guerras, es necesario abrir ventanas para alcanzar la paz.  La acción política interna y la presión internacional deben enfocarse en propiciar espacios para restablecer la institucionalidad democrática y construir una salida pacífica a la crisis, la cual tiene una clara tendencia a agudizarse. 

En algunas esferas del poder saben que la situación es insostenible.  Ojalá que el gobierno asuma que la idea de "normalizar" al país no es posible, que intentar "pasar la página" es un esfuerzo inútil.  Durante un cuarto de siglo han utilizado todos los recursos para fracturar la voluntad democrática y doblegar el espíritu de lucha del pueblo venezolano, nunca no ha sido posible y nada indica que ahora lo lograrán, justo cuando es ostensible la fragilidad de su piso político.  ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova