El fracaso de la mal llamada revolución es estruendoso: no hay un área donde pueda mostrar resultados, salvo en materia de corrupción o si hablamos de la destrucción del país. Además de ese doloroso saldo, podría decirse que el gobierno también ha tenido un relativo éxito al inocular el odio y la intolerancia en algunos espacios de la sociedad venezolana.
Un penoso ejemplo es lo que ha pasado en Primero Justicia y aunque en medio de la descomunal crisis del país, a pocos realmente le importa, debemos advertir que lo sucedido es una muy mala señal. Y no tanto por lo que signifique para los involucrados, sino por lo lesivo que puede ser para la causa democrática. Como decía Mahatma Gandhi: "la intolerancia misma es una forma de violencia y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático".
Como se sabe, se "expulsó" a un nutrido grupo de dirigentes por decidirse a participar, asumiendo que por esa ruta se han alcanzado los más importantes triunfos opositores en estos 25 años y al contrario, la abstención -propuesta del grupo inquisidor- ha conducido a la nada, cuando no al retroceso. Estamos frente a dos visiones distintas de la política, lo cual no debería ser un delito, salvó para quienes tengan una frágil contextura democrática.
Por otra parte, es casi ridículo "expulsar" -insisto en las comillas- a alguien de un partido que hace ya tiempo nos fue arrebatado por el TSJ de Maduro y entregado a uno de sus aliados. Además, es inmoral que una cúpula radicada en el exterior sancione a quienes decidimos quedarnos en Venezuela y enfrentar al régimen en el único terreno donde la lucha por la democracia ha logrado éxitos ostensibles: en el campo electoral. Siendo la más reciente prueba -no la única- la monumental victoria opositora del 28J.
Luego del fraude electoral, el gobierno está mucho más débil y si todos unidos saliéramos a votar otra vez, la paliza sería peor. Habría que enfrentar nuevamente las acciones fraudulentas, claro. Pero se ganaría la Asamblea Nacional y quizás ese sería el escenario para juramentar a Edmundo González. Ahora, asumiendo que ese no era el plan ¿Cuál es entonces? ¿Nos abstenemos y prendemos una vela a ver? La incertidumbre es el signo de esa política.
Continuando con el tema, resulta insólito justificar estás "expulsiones" apelando a la disciplina partidista, la cual es importante pero siempre tendrá los límites que establecen la conciencia y las leyes. Nadie puede expulsar de un partido a un militante por ejercer un Derecho Constitucional, en este caso: Elegir y ser elegido. La Constitución de la República estará siempre privando sobre los estatutos o reglamentos del partido. Me pregunto ¿Cómo una oposición que actúa así, puede defender y exigir respeto a nuestra Carta Magna? O peor ¿Cuál es su concepto de democracia? Sin dudas, hay motivos para encender las alarmas.
A partir de lo antes expuesto, es secundario que las "expulsiones" se producen violando el Derecho a la Defensa y al Debido Proceso, incluso se saltaron a la torera al Tribunal Disciplinario, que según los Estatutos es el órgano competente para instruir el expediente. O sea, nada que envidiar a las tropelías de Nicolás Maduro, quien al menos monta un parapeto con su TSJ para simular institucionalidad.
Pero no solo en este aspecto imitan al chavismo, sino que mienten, insultan y pretenden destruir moralmente a quienes piensan distinto. Llegando al extremo de afirmar que quienes decidan participar estarían haciendo el juego y legitimando al régimen. ¿Acaso fue así cuando todos participamos el 28J, aún en las mismas condiciones electorales adversas de hoy? Claramente es una burda manipulación para justificar su decisión de abstenerse y dejar libre el camino al régimen, lo cual paradójicamente se aproxima más a los intereses del gobierno.
Aún así, no diré que quien se abstenga le estará haciendo el juego al régimen, pues sería caer en el mismo terreno del irrespeto a la opinión contraria. La democracia es para ejercerla, en todo momento, por eso prefiero la confrontación de ideas y argumentar con seriedad. La actitud intolerante e insultante de la cúpula inquisidora solo degrada el debate, los iguala con aquello que queremos cambiar y suele evidenciar la carencia de argumentos o el miedo a la derrota. Aquel que aspire a un país donde se respete a quien piense distinto, tendrá que demostrarlo en su accionar político. ¿Qué podemos esperar de una oposición que imita al régimen en su desprecio por la disidencia y la descalificación del contrario?
Las "expulsiones", los insultos y la pretensión de meter a todo el que decida participar en el mismo saco de los Alacranes, como se conoce a la falsa oposición, es una acción muy baja que los nivela con la cúpula del régimen. La oposición que pretende "darle con el mazo" a sus compañeros de lucha, se descalifica a sí misma. Este proceder dificulta enormemente el reencuentro y la posibilidad de reconstruir la unidad que las circunstancias exigen y el país reclama. Es una muestra de inmadurez política y refuerza la idea de que el liderazgo político no está en capacidad de enfrentar los desafíos por venir.
Esa oposición intolerante y agresiva, ha servido de mal ejemplo para minúsculos -aunque ruidosos- segmentos radicalizados del país que imitan su conducta en las redes sociales, generando un clima de hostilidad y cierta frustración. ¿Realmente es ese el liderazgo que va a sacar al país de esta calamidad? ¿Es efectivamente capaz de construir consensos y unir al país? Evidentemente no...
El tiempo actuará a favor de los perseguidos y "expulsados". El debate mesurado y constructivo es la vía, en esa contraposición de ideas siempre prevalecerá la razón y la sensatez, pues "la intolerancia ha matado a mucha gente, pero nunca ha convencido a nadie", como decía Napoleón Hill.
Desbordadas las angustias en la cúpula abstencionista, ésta actúa contra la mayoría de líderes regionales que constituyen el capital político esencial del partido, incluyendo a quien fue dos veces candidato presidencial del partido y por tanto un valioso activo; además de Tomás Guanipa, cuyo desempeño lo coloca como un líder fundamental de la organización; también se excluye a muchos otros que merecen mención pero no hay espacio.
Por si fuera poco, terminan excluyendo a mi buen amigo, el Economista José Guerra, otro baluarte de la organización, quien ni siquiera es candidato. Con descaro, el cogollo que reside fuera del país, decide "expulsarlo" por dizque abandono del cargo. ¡Algo francamente insólito!
Naturalmente, la razzia alcanzó a este humilde servidor, quien aceptó ser candidato a la Asamblea Nacional. Precisamente si algo me ayudó a tomar la decisión definitiva de asumir la postulación, fue ver la virulencia, lo despiadado e irresponsable de los ataques; tanta desmesura me llevó a preguntarme ¿A dónde vamos a llegar? ¿Qué le espera al país bajo una conducción de la oposición que imita en su conducta al régimen que aspiramos cambiar?
La conclusión es que el desmantelamiento de la otrora vigorosa PJ, es el menor de los problemas. Nuestra preocupación es el país, esa es la razón de nuestras luchas. Y que el gobierno haya dinamitado la ruta electoral el 28J es tan grave, como que una parte de la oposición pretenda ahora sepultarla. ¿O acaso hay otra forma de defender el voto, distinta a ejercerlo? ¿Cómo recuperar el valor del voto como instrumento de cambio desde la abstención? Maxime si más del 80% rechaza al gobierno, en cuyo caso esa ruta es un disparate.
Asumimos la tarea de reconstruir la ruta electoral en esta hora difícil, oscura para la democracia venezolana, enfrentando -al mismo tiempo- tanto al autoritarismo del régimen y sus alacranes, como al de sectores radicalizados del mundo opositor. Pagando el costo político de hablar con la verdad, en vez de evadir los riesgos y seguir la corriente. Eso nos diferencia de quienes prefieren la tranquilidad del no-hacer, cruzar los brazos y buscar excusas para dejar un país sin opción e intentar liquidar políticamente a quienes se empeñan en lo contrario.
En fin, me resulta imposible confiar en un liderazgo que decide expulsar a todo el que piense distinto e intenta desesperadamente una suerte de "Solución Final", término utilizado por los nazis para referirse a su plan de exterminio sistemático.
En contraste con este panorama desolador, debo decir que hay razones para sentirnos optimistas: hay un liderazgo que -inspirado en valores y principios- ha decidido asumir su responsabilidad y ofrecer una alternativa a la inmensa mayoría del país que no se rinde y reafirma su compromiso con el cambio.
¡Dios bendiga a Venezuela!
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