Esta revolución mal llamada
"Bolivariana" comparte con Fidel Castro el dudoso honor de lograr la
hazaña del Rey Midas pero al revés: convertir a un país próspero donde había
pobreza pero también oportunidades para superarla en otro donde la miseria
alcanza niveles alarmantes y se ha destruido absolutamente toda posibilidad de
ascenso social, al menos “por ahora” y mientras dure esta desgracia de
gobierno. Su irresponsable retórica trasnochada reivindica aquella sociedad sin
clases, igualitaria y sustentada en la "abundancia material" que
exponía la utopía marxista, sueño que los protagonistas -de antes y de ahora-
se encargaron de convertir en tragedia.
Hoy la realidad es imponente. Con la
excepción de la boliburguesía del PSUV y su entorno de enchufados, ahora todos
somos iguales o mejor dicho, todos nos hemos empobrecido por igual, aunque
realmente el impacto de este proceso es mucho mayor en los segmentos
económicamente más débiles. En efecto, el deterioro del poder adquisitivo
impacta con mayor contundencia a los pobres y lo mismo sucede con otros
indicadores de pobreza, en particular con aquellos asociados a las carencias o
deficiencias en infraestructura y servicios en los sectores populares, las
cuales generan un severo deterioro en la calidad de vida de la familia
venezolana y nos advierten que la pobreza no es una condición exclusivamente
asociada a lo económico.
Tampoco desde esta perspectiva podemos
hablar de igualdad pues aunque el deterioro de la infraestructura y los
servicios afecta a todo el país nacional, estas limitaciones son terriblemente duras
en los sectores populares o barrios, donde reside actualmente la inmensa
mayoría de la población. Esta realidad incluye ausencia o serias deficiencias
en la prestación de servicios educativos, asistenciales, deportivos y
culturales, pero también carencia o precaria existencia en el barrio de
espacios públicos, lo que restringe el ejercicio de la ciudadanía, lesiona el
tejido social y deriva en problemas sociales de diversa naturaleza. Así las cosas, las expectativas de cambio del
venezolano están asociadas -no sólo a factores relacionados con la economía y
el poder adquisitivo del grupo familiar, vale decir escasez e inflación- sino a
vivienda y hábitat, lo cual supone infraestructura, dotación y acceso a
servicios públicos eficientes, así como condiciones ambientales y otras que
garanticen una elevada calidad de vida.
Lamentablemente, superar la crisis encuentra su principal obstáculo en
este régimen fracasado y corrupto.
Un gobierno de unidad nacional tendrá
que asumir como prioridad social la reactivación del aparato productivo y la
generación de empleo. Sin embargo, resulta evidente que el cambio como demanda
social exige también un programa especial de intervención urbana que atienda la
problemática planteada y canalice las expectativas de la población. Queda claro
que el barrio es el epicentro del cambio, el punto es ¿Cómo abordar una
realidad tan compleja y extendida, en medio de grandes limitaciones económicas
del país? A responder esta pregunta nos vamos a dedicar en las próximas
semanas, sin abandonar esta lucha de todos por el revocatorio para este año.
Nos vemos este 1ro de septiembre en la calle con las banderas en alto! #YoRevoco
Twitter:
@richcasanova
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