La biografía de Fouché escrita por Stefan Zweing es un clásico de la literatura y sin duda, lectura obligada para quienes deseen explorar la dinámica del poder real y conocer la frágil frontera entre la ética y la política. Con su prosa singular, el brillante escritor austríaco recuerda a Napoleón regresando a París oculto entre las sombras, en esa oportunidad no atravesó el Arco del Triunfo rodeado de banderas y al frente de su victorioso ejército pues éste yacía triturado por las heladas mandíbulas del invierno ruso. El mismo Napoleón que había derrotado a las grandes potencias de la época -Inglaterra y la iglesia- para convertirse en el Emperador de Europa, ahora había perdido su aureola de invencibilidad y la monarquía adulante que antes le rendía pleitesía de pronto recordó su propia dignidad.
En ese momento decadente, Napoleón tuvo que llamar al otrora despreciado Duque de Otranto -su ex Ministro de Policía, José Fouché- y proponerle un cargo. A tales fines, le escribió para “ofrecerle una ocasión próxima de brindarme nuevos servicios y nuevas pruebas de su lealtad”, a sabiendas que era su enemigo y ni con Dios había sido leal. Para el mundo político esta designación evidenció a un Napoleón caído, preso de las indeseadas circunstancias; aunque Fouché –obligado a aceptar- dijera después en sus memorias que “el Emperador me llama a su lado en calidad de rehén… no porque necesite mis consejos sino para atarme las manos”. Y aunque razones tenía para temerle, uno se pregunta ¿Quién fue rehén de quién? Eran tiempos previos a las batallas de Leipzig y Waterloo…
Recordamos este episodio a propósito de los cambios de gabinete de Nicolás Maduro, no porque éste folclórico pichón de tirano, manganzón y reposero tenga alguna semejanza con Napoleón Bonaparte, tampoco porque Diosdado Cabello o alguno de sus enemigos internos dentro del PSUV calce los puntos de José Fouché. ¡Nada de eso! Se trata de observar los signos de la decadencia, no hay espacio para dudas: este gobierno está en su etapa terminal. La entrega del poder a una cúpula militar corrupta es evidencia de su debilidad. Cuando Diosdado Cabello copa la escena es por la misma causa y siendo obvia su vinculación con Padrino López, “El Pollo” Carvajal o Néstor Reverol –para sólo nombrar algunos de los cuestionados jerarcas militares- uno entiende que Maduro se ha quedado sin opciones. Sus enemigos aprovechan la fragilidad de un liderazgo que inútilmente se aferra a la charretera del insepulto “comandante eterno”.
Designar como Ministro del Interior a un General acusado por la DEA puede interpretarse como una irreverencia frente al “imperio” pero también podría confirmar la vocación delictiva del régimen o que desde el alto gobierno se protegen oscuros intereses. Cuando los radicales del chavismo destituyen a Pérez Abad y disipan cualquier esperanza –si acaso alguien la tenía- de rectificación en materia económica, es claro que vamos a una profundización de la crisis y con certeza, se agudizará la conflictividad. Quizás sea lo que buscan, creen que así pueden poner fin a su agonía y morir con la ilusión de una épica que jamás tuvieron. En fin, si Maduro quería atar de manos a alguien o si el amordazado es él, queda a gusto del lector. Quién es rehén de quién es un ejercicio intelectual interesante que deriva en el agotamiento de un régimen –todos incluidos- que penosamente avanza hacia el aislamiento internacional, tal como merece un gobierno forajido en decadencia. #YoRevoco
--
Sígueme por Twitter: @richcasanova
No hay comentarios:
Publicar un comentario