Al gobierno no le bastan las penurias de un pueblo que no consigue alimentos, ni medicinas y apenas sobrevive. Ahora el país es también víctima de la más salvaje represión: ya van tres jóvenes asesinados, decenas de heridos y centenares de nuevos presos políticos. Realmente es brutal: disparan a mansalva, lanzan bombas con gases tóxicos desde helicópteros a la población desarmada e incluso contra centros de salud, algo que hasta en las guerras más cruentas se respeta. La comisión flagrante de delitos de Lesa Humanidad ante la mirada cómplice de la cúpula gubernamental y militar, le confirman al mundo la contextura moral de esta dictadura. ¡Venezuela se desangra!
Pero ¿Que oculta en el fondo de su putrefacta alma alguien que actúa con semejante saña e indolencia? Asaltan recintos religiosos y ni siquiera el Cardenal Urosa pudo escapar a la acción represiva de las huestes del régimen. Atacar salvajemente a la dirigencia opositora, apresarlos y conculcar sus derechos políticos con ilegales inhabilitaciones no ha sido suficiente, ahora amenazan de muerte a los sacerdotes de la iglesia católica. Y vendrán por los evangélicos, por los judíos y por todo aquel que profese un culto distinto al demoníaco y perverso sentimiento que ellos expresan. Nada debe extrañarnos de quienes han profanado la tumba de El Libertador y practican oscuros rituales de sangre en el propio Palacio de Miraflores y hasta en instalaciones militares. Realmente ¿a quién o a qué cosa nos enfrentamos? Al responder esa pregunta, uno entiende que ésta no es sólo una confrontación política de los demócratas contra una desalmada dictadura. Es sobre todo una lucha espiritual, una batalla a cada instante entre el bien y el mal; entre los que creemos en Dios -como quiera que usted lo llame- y aquellos que practican una devoción satánica a la muerte; entre la honestidad de quienes luchamos por la paz y la miseria humana de quienes cultivan el odio y la violencia. Una confrontación entre quienes amamos a Venezuela y aquellos que entregaron nuestra patria al poder cubano, defienden bastardos intereses y por sus mal habidas fortunas personales han vendido su alma al diablo.
En medio de esta reflexión -propia de Semana Santa- valdría la pena preguntarle a los oficiales de nuestra Fuerza Armada Nacional: ¿De qué lado están? Y no es una pregunta subversiva, sino espiritual. No aspiramos que den un Golpe de Estado pues de eso ya se ocuparon Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el hamponato que usurpa funciones en el TSJ. Después de 18 años de autoritarismo, fracaso y corrupción, nadie puede creer que la solución sea militar. Al contrario, esta tragedia es consecuencia del militarismo –entendido como una inmoral deformación de la institución castrense- y su aberrante concubinato cubano. En todo caso, ¿De qué lado están?... Esa es una pregunta para que se la respondan a sí mismo, con una mano en el corazón y otra sobre la Constitución. Para que la respondan a su familia, aun cuando ésta disimule su angustia por el largo brazo de la justicia y la vergüenza que inspira ese verde oliva que deshonra a la patria de Bolívar. ¿De qué lado están?.... Es una pregunta que debe responder a sí mismo todo aquel -civil o militar- que siga poniéndole el hombro a estos delincuentes de cuello blanco y boina roja. ¿De qué lado están?.... Esa es la pregunta que hoy se hace el país. ¡Dios bendiga a Venezuela! #EleccionesYa
Twitter: @richcasanova
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