Muchos de los más despiadados dictadores de la historia tuvieron en sus inicios inmensos niveles de popularidad, incluyendo a Pinochet, Fidel Castro y hasta el mismísimo Hitler, quien llegó al poder en 1933 tras una abrumadora victoria electoral. Sin embargo, todos terminaron convirtiendo la esperanza en tragedia y las simpatías en repudio. Nuestro país no es la excepción, en algún momento Chávez tuvo el 80% de respaldo popular, casi el mismo porcentaje que hoy enfrenta al régimen.
Por otra parte, algunos de esos tiranos tuvieron el reconocimiento de las más importantes democracias del mundo. Tal es el caso del líder del partido comunista en Rumania, Nicolae Ceaucescu, cuyo rechazo a la Doctrina Brezhnev lo llevó a desafiar a Moscú, a oponerse a la invasión a Checoslovaquia y estuvo a punto de romper con el bloque comunista, tal como hiciera el Mariscal Tito en 1948 cuando retiró a Yugoslavia del Pacto de Varsovia. Esa cadena de eventos explica que el presidente de EEUU, Richard Nixon visitara Bucarest en 1970, que Ceaucescu fuera recibido en 1978 por Jimmy Carter en la Casa Blanca y que hasta la Reina Isabel recibiera a este genocida en el Palacio de Buckingham. Pero aunque los intereses geopolíticos se imponen, el apoyo internacional se desvanece ante los abusos de poder. ¡Las dictaduras siempre caen!
¿Cuál es la relación con Venezuela? Apoyado en la siniestra Securitate –un inescrupuloso aparato de esbirros, espías y delatores, similar al SEBIN- Ceuacescu arrasó con todo vestigio de libertad en Rumania. Durante la década de los 80, el país entró en una crisis tan pavorosa como la deuda adquirida para financiar su permanencia en el poder. Además, las penurias de la mayoría contrastaban con el obsceno nivel de vida de la cúpula gobernante: el mismo desparpajo de la boliburguesía del PSUV. Ceaucescu no supo interpretar la caída del Muro de Berlín, desestimó las protestas populares que se extendían por las principales ciudades, subestimó al pueblo y se apoyó en las fuerzas militares para sostener al régimen. Esta penosa historia terminó con el dictador juzgado y fusilado –junto a su esposa- por los mismos militares que 3 días antes lo apuntalaban en el poder. Sin duda, la fuerza de un pueblo decidido a cambiar es imbatible y toda tiranía tiene su fin. Siendo así, además de “llegar” hasta el final ¿Qué otra opción tiene Maduro? Pudiera hacer como Pérez Jiménez que simplemente se fue del país, luego de percatarse de la realidad y escuchar el consejo de su hombre de confianza, el General Llovera Páez, al recordarle que “pescuezo no retoña”. Las alternativas se reducen pues no creo que Maduro sea tan cobarde para solucionar el problema como Hitler, quien se suicidó en su bunker junto a Eva Braun. Y tampoco creo que sea tan valiente para inmolarse como Salvador Allende. Así que sólo le queda negociar una salida, tal como lo hizo Augusto Pinochet al entender que –indistintamente de su poder bélico- política y electoralmente estaba derrotado. Al asumir que la estructura de poder se fracturaba y prueba de ello era la declaración a favor de la oposición de su propio Comandante de la Fuerza Aérea, el General Fernando Matthei, poco antes de entrar a la reunión convocada por el dictador para desconocer el resultado del referéndum. Aunque Pinochet pagó igualmente por los crímenes cometidos, fue la salida más inteligente, menos costosa políticamente para él y menos dolorosa para Chile. ¿Tendrá Nicolás Maduro la capacidad de aprender algo de la historia?
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