jueves, 13 de noviembre de 2025

¿Qué pasará en Venezuela? Parte I

En el imaginario colectivo, una eventual -y a mi juicio, indeseable- intervención militar de Estados Unidos en Venezuela suele explicarse por la codicia de sus recursos: petróleo, oro, coltán, gas, etc. Pero hay otras capas, más profundas y menos visibles, donde se entrelazan las motivaciones políticas, estratégicas e ideológicas de una potencia que busca reafirmar su lugar en el mundo. 

Aproximarse a la realidad no es fácil en un país sometido a la polarización política y dónde impera el "sesgo de confirmación", entendido éste como la tendencia a buscar, interpretar y recordar información de manera que confirme nuestras creencias previas, ignorando o descartando todo aquello que las contradiga. Así se construyen matrices de opinión, distantes de la razón y carentes de objetividad que afectan nuestro juicio sobre la realidad. 

En efecto, desde el gobierno suele simplificarse el asunto a la ambición económica del “imperio”, a la supuesta necesidad de petróleo, etc. Y manipulando el ideal de paz y de soberanía nacional, desconocen su propia responsabilidad: no admiten que hemos llegado a esta situación como consecuencia de sus actos, por su determinación a cerrar la puerta a una salida democrática, como aspira la mayoría del país.  Se desestima una larga historia, donde el 28J es apenas la guinda del pastel.  

Desde sectores extremos de la oposición se invoca a esta acción bélica como si comentaran una película de Netflix, sin considerar las consecuencias, con argumentos fantasiosos y simplistas, por decir lo menos.  Por su parte, sectores opositores moderados más bien desconocen que existe una posibilidad real de que el conflicto derive hacia una situación de guerra.  Califican como "vendedores de humo" a los extremistas -y con razón- pero algunos incurren en la misma ligereza del gobierno al caracterizar el conflicto: creer que los negocios y el petróleo venezolano, es la única hipótesis que explica las acciones del gobierno norteamericano. 

Venezuela como encrucijada del poder: más allá del petróleo 

Si intentamos ver más allá, habría que dar una mirada al tablero hemisférico: Venezuela no es solo un país con riquezas, es un nodo geopolítico. Su cercanía al Caribe, su frontera con Colombia y Brasil, y su acceso a rutas marítimas claves, la convierten en una pieza codiciada en el ajedrez global.  Así las cosas, para EE.UU., permitir que China, Rusia o Irán consoliden su presencia en lo que consideran su área natural de influencia, sería ceder terreno y evitarlo es entonces un objetivo estratégico que trasciende su interés por el petróleo.  No sé trata de lo que Venezuela tiene, sino de revivir la Doctrina Monroe, no como consigna, sino como estrategia de contención en el contexto de la geopolítica global.  Y aunque la retórica evidencia profundas diferencias entre Republicanos y Demócratas, pese a no compartir las formas y a tener intereses contrapuestos, en el fondo hay una comprensión de que el asunto es vital para la preeminencia de EE.UU. como la primera potencia del mundo.

Lo cierto es que el despliegue de fuerzas en el Caribe no apunta necesariamente a una invasión, mucho menos es expresión de la lucha contra el narcotráfico.  Claramente es una demostración de capacidad, una forma de proyectar poder y vigilar movimientos. Venezuela, en este sentido, se convierte en un punto de observación, un radar geopolítico desde donde se monitorean rutas, alianzas y amenazas.  Aun descartando que la hegemonía norteamericana esté en crisis, habría que admitir que -al menos- está en riesgo ante el avance de sus reales adversarios, especialmente China.  De manera que el imperio no necesita petróleo, tanto como reafirmarse. Esto, aunque sea intangible, es determinante y tiene peso específico en la sociedad estadounidense.

Sin dudas, en un mundo multipolar, EE.UU. necesita reafirmar su liderazgo y Venezuela representa una oportunidad para mostrar que aún puede moldear el destino de las naciones. Y no valen las comparaciones con el conflicto en Ucrania o Gaza, estamos hablando de la necesidad de demostrar la influencia norteamericana en su propio hemisferio, como condición indispensable para reposicionarse en el escenario mundial.  O sea, que éste despliegue militar no es solo una cruzada contra Maduro, sino una declaración de que el orden liberal occidental sigue vigente y dispuesto a intervenir. Así, el costo político de un mero repliegue pudiera ser extremadamente alto. 

Algunos sectores del gobierno y de oposición, en la búsqueda de reafirmar sus creencias, insisten en que la opinión pública estadounidense es una limitante para que el gobierno emprenda una acción militar en Venezuela.  ¿Es eso realmente así? ¿Cómo podemos analizar esto, sin desestimar otro ángulo ni desconocer el comportamiento histórico de la sociedad norteamericana? Ese es tema para una próxima entrega. 

Por lo pronto, ofrezco excusas por no dar respuesta a la pregunta que sirve de título a estas reflexiones. Creo que nadie puede responder con exactitud esa interrogante, lo que sí podemos lograr es ampliar las perspectivas para procurar una mejor comprensión del momento. Solo así será posible evitar una dolorosa deriva a la violencia y abrir camino a la paz, no retórica, sino real y duradera. ¡Dios bendiga a Venezuela!


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