Al cumplirse 10
años de la caída del Muro de Berlín, asistí a un evento internacional en la
capital alemana y visité Potsdam, un pequeño pueblo cercano donde -al final de
la 2da Guerra Mundial- se reunieron Harry Truman, Winston Churchill y Stalin.
Se respiraba historia en los salones del Palacio Cecilienhof, sede de aquel memorable
encuentro. En efecto, para garantizar la paz y sentar las bases para
la recuperación de Europa, Churchill -liberal y aun hoy exponente de la derecha
más conservadora- coincidió con el Presidente de EEUU -cuna del capitalismo- en
la necesidad de acordarse con Iósif Stalin, líder del comunismo internacional, responsable
de la muerte millones de personas: un desalmado genocida, peor que Hitler. Naturalmente,
ni ellos, ni la comunidad internacional hizo caso a quienes advertían que con
delincuentes y dictadores no se negocia. Pero es normal y comprensible que para
el ciudadano común existan situaciones "inaceptables" que el estadista
debe valorar e incluso asumir más allá de sus preferencias personales. Una
motivación honorable, una causa justa o un objetivo trascendente es lo que agrega
valor ético a la acción política. Así, no es contrario a la ética negociar con
un delincuente que ha secuestrado a su familia, si el objeto es salvarles la
vida. Tampoco la coyuntura cambia lo sustancial: ¿Dejó de ser liberal Churchill
por reunirse con el líder del comunismo? ¿Truman dejó de ser un hombre decente?
No, y se consolidó la paz en Europa hasta el sol de hoy.
Otros plantean
que las negociaciones deben ser públicas y exigen información anticipada sobre
ellas. Es una soberana ingenuidad pensar -por ejemplo- que las negociaciones de
los norteamericanos con el comunismo vietnamita podían hacerse públicas en
medio de la cruenta guerra que libraban. Lo relevante era facilitar una salida
y promover la paz, salvar millones de vidas. Así ha sido siempre, los recientes
acuerdos entre el malévolo imperio yanqui y la Cuba revolucionaria, tienen como
antecedente más de 2 años de reuniones secretas promovidas por Obama. ¿Acaso
dejó de ser el presidente del país más poderoso del planeta por reunirse con el
decadente comunismo cubano? Al contrario, al fin entendieron los gringos que
invadir la isla con Dólares es más efectivo que Bahía de Cochinos. Aquellas
reuniones fueron tan secretas como cuando Washington se propuso el objetivo de rescatar
a Alan Gross, el ciudadano estadounidense que llevaba cinco años preso en
Cuba. Y se logró su liberación porque el secreto de una negociación
exitosa es discreción y prudencia. Si las negociaciones entre el moribundo
gobierno chavista y la mayoritaria oposición democrática buscan concretar una
salida a la crisis y evitar un derramamiento de sangre, luce estúpido apostar a
su fracaso. Aprovechar esa oportunidad para intentar descalificar a la MUD
demuestra que en el chavismo y en la oposición hay grupos radicalizados que
apuestan a la violencia: "río revuelto, ganancia de
pescadores". Al actuar con imprudencia, Nicolás Maduro solo evidencia
su incompetencia política, queda como un pobre
diablo. Tal vez quemó su última carta y con certeza "se rayó"
más aún en el escenario internacional, incluso con los presuntos mediadores a
quienes ahora deja sin argumentos. ¡La desconfianza en el régimen crece y el
país sigue hundiéndose! #YoRevoco
Twitter: @richcasanova
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