viernes, 9 de septiembre de 2016

LA PARADOJA DE UN GOBIERNO FANTASMA

Una parte de toda religión se fundamenta en el miedo, bien sea a la muerte, al infierno, al castigo de Dios o a la pérdida de "beneficios" como la vida eterna. Sin dudas, hay muchas similitudes entre la política y la religión, sobran los testimonios de su íntima proximidad a lo largo de la historia.  El punto es que el miedo ha sido un mecanismo de dominación o de control social que -al menos en lo político- la democracia ha intentado superar. Los regímenes autocráticos y populistas han optado por el miedo como herramienta predilecta para “cautivar” a las masas: en principio, es el miedo a ser excluido, a ser parte de "las minorías" generalmente sojuzgadas o ser blanco del odio de los poderosos.  Todo cambia cuando las víctimas se dan cuenta que son mayoría o si el "gran benefactor" no tiene como pagar la cuenta y su fracaso es fuente de decepción. Es entonces cuando el miedo se revierte, las dictaduras actúan con desesperación y la violencia suple a la prebenda.  Le urge atemorizar a la sociedad no sólo para recuperar control sino para ocultar sus propios miedos, los cuales se hacen más visibles y crecen día a día, en la misma medida en que crece la voluntad de cambio. 

Vemos a una sombra espectral que quiere meter miedo a quienes no creen en muertos, ya no le temen, ni le respetan. Es la paradoja de un gobierno fantasma que termina asustado: una "revolución armada" cuyo líder no puede contener el rechazo, las cacerolas lo ponen a correr y la idea del revocatorio le vuela los tapones.  Pese al alto costo político, intentan huir de la realidad persiguiendo y encarcelando a opositores, tal como el cobarde silba en la oscuridad. Cuando secuestran por horas a Henrique Capriles en un aeropuerto internacional, es porque les aterra y no saben cómo enfrentarlo ¿Qué otra explicación puede tener? El gobierno está tan débil que en todos lados ve conspiraciones y cualquier marcha le pone la carne de gallina. Su extrema debilidad se hace obvia, por eso actúa cada vez con más violencia, intentando mostrar una fortaleza que no posee. Como toda dictadura en fase terminal, apuesta a que una parte del país crea que “están resteados” y no tienen miedo, cuando realmente ya no controlan sus esfínteres, sufren lo que algunos han llamado el "miedo a la no supervivencia", que es muchísimo mayor que el temor a perder el poder o al rechazo. Es el miedo a un repudio absoluto, a una soledad infinita, quizás tras unos barrotes, sin sueños, ni alegrías, torturados por su propia consciencia, condenados por su historia y ahogados en un mar de resentimientos.  Una suerte de muerte en vida, la eterna oscuridad...

Lógicamente, la realidad venezolana genera incertidumbre a cualquiera y no pocas angustias. Es todo un país preocupado por la deriva de un gobierno cobarde y desesperado, un temor que podemos resumir con una frase de William Shakespeare: De lo que tengo miedo es de tu miedo.  Puede haber temores aquí y allá pero cuando intento distinguir entre uno u otro sentimiento, viene a mi memoria otra frase que en alguna parte leí y cuyo autor no recuerdo: "el corazón que está lleno de miedo, seguro está vacío de esperanza".   Y esa es la gran diferencia: nosotros no albergamos miedos en el corazón,  nos anima la esperanza de un futuro mejor, el cambio que anhela el país y que una inmensa mayoría se propone hacer realidad. La Venezuela democrática derrota al miedo con la esperanza y así seguirá en las calles... #YoRevoco


Twitter: @richcasanova

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